El 21 de septiembre se celebra el día mundial del Alzheimer, fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Alzheimer. El propósito de esta conmemoración es dar a conocer la enfermedad y difundir información al respecto, solicitando el apoyo y la solidaridad de la población en general, de instituciones y de organismos oficiales, constató AIM.
Enfermos, pero no locos
"¿Cómo se llama usted?”, “Auguste”. “¿Apellido?”, “Auguste”. “¿Cómo se llama su marido?”, “Creo que… Auguste”. Recién inaugurado el siglo XX, el neurólogo y psicólogo alemán Alois Alzheimer registraba de esta manera el testimonio de su paciente, Auguste Deter, la primera persona en la Historia a la que se le diagnosticó una demencia.
La palabra demencia procede del latín “dementia” y significa, en primer lugar, locura. En 1915 fallecía Alois Alzheimer y su nombre pasó a designar la causa de demencia más común: la enfermedad de Alzheimer.
El Alzheimer no es un padecimiento psicológico, sino físico. Es una enfermedad del cerebro. Se cree que la genética juega un papel en su aparición, se sabe que una alimentación sana y el ejercitar la mente sirven a la prevención, se ha comprobado que antes de los 50 años los casos son pocos, se advierte que el proceso no es instantáneo sino progresivo.
El Alzheimer es una enfermedad que se puede ralentizar pero carece de cura y, dado el envejecimiento de nuestras sociedades, se multiplica el número de casos, aunque no al ritmo que se había previsto a comienzos de la década de los 90: de hecho, la incidencia de casos se ha estabilizado en Europa occidental en torno al 6-7 por ciento. Aun así, la patología afecta a más de 3,5 millones de personas en España entre enfermos y familiares directos. Según datos de la Organización Mundial para la Salud, en el mundo entero hay unos 47,5 millones de casos de demencia y cada año se registran 7,7 nuevos casos.
Entre el 50 y el 70 por ciento de todas las personas afectadas por demencia padece la enfermedad de Alzheimer, una enfermedad degenerativa que lenta y progresivamente destruye las células del cerebro. La enfermedad afecta a la memoria y a la actividad mental (pensamiento, habla, etc.), pero también puede causar problemas de confusión, cambios de humor y desorientación en el tiempo y el espacio. Poco a poco, los pacientes van perdiendo la memoria, hasta que llega el día en el que la ciudad en la que han vivido, las palabras que les han servido toda la vida para expresarse, los amigos, los hijos, los nietos, les resultan extraños. La degeneración de las células del cerebro es un proceso lento, de ahí que se haga patente en edades avanzadas, pero la forma de detectarlo a tiempo o los motivos por los que aparece siguen sujetos a especulaciones.
Las formas o causas de la demencia son múltiples. La forma más común es la enfermedad de Alzheimer. Otros tipos de demencia bastante frecuentes son la demencia vascular, la demencia por cuerpos de Lewy (causada por agregados anormales de proteínas en el interior de células nerviosas) y un grupo de enfermedades que pueden contribuir a la demencia frontotemporal (degeneración del lóbulo frontal del cerebro). No obstante, los límites entre los diversos tipos de demencia son difusas y con frecuencia coexisten varios tipos en un mismo paciente.
Una de las enfermedades más caras
Ir a comprar el pan es para un enfermo de Alzheimer una tarea llena de obstáculos: no olvidar las llaves de casa, recordar el camino de ida y de vuelta, ser capaz de ejercitar una sencilla cuenta matemática y, además, saber que fue a comprar, y lo que quiso comprar. Por las complicaciones que implica y lo alargado de la enfermedad, el Alzheimer se encuentra entre los males más costosos. Al hacer acto de presencia en la vejez, muchos síntomas son ignorados como “achaques de la edad”. La detección temprana del alzhéimer es de vital importancia para tratarla y ralentizar su progresión todo lo posible.
Síntomas y signos de la enfermedad
Los síntomas se pueden clasificar por etapas: temprana, intermedia y avanzada. Los más comunes son:
Etapa temprana
A menudo pasa desapercibida, ya que el inicio es paulatino.
Tendencia al olvido
Pérdida de la noción del tiempo
Desubicación espacial, incluso en lugares conocidos.
Etapa intermedia
A medida que la demencia evoluciona hacia la etapa intermedia, los signos y síntomas se vuelven más evidentes y más limitadores. En esta etapa las personas afectadas:
Empiezan a olvidar acontecimientos recientes, así como los nombres de las personas
Se encuentran desubicadas en su propio hogar
Tienen cada vez más dificultades para comunicarse
Empiezan a necesitar ayuda con el aseo y cuidado personal
Sufren cambios de comportamiento, por ejemplo, dan vueltas por la casa o repiten las mismas preguntas.
Etapa tardía
En la última etapa de la enfermedad, la dependencia y la inactividad son casi totales. Las alteraciones de la memoria son graves y los síntomas y signos físicos se hacen más evidentes. Los síntomas incluyen:
Reciente desubicación en el tiempo y en el espacio
Dificultades para reconocer a familiares y amigos
Una necesidad cada vez mayor de ayuda para el cuidado personal
Dificultades para caminar
Alteraciones del comportamiento que pueden exacerbarse y desembocar en agresiones.
Prevención
El cerebro es uno de los grandes desconocidos, quedan muchas cuestiones por descifrar; sin embargo, investigaciones relativas al Alzheimer han conseguido grandes avances y sí han podido establecer cierta relación entre algunas prácticas y una disminución de la probabilidad de padecer esta horrenda enfermedad, o por lo menos retrasar su aparición.
El nexo entre enfermedades cardiovasculares y cerebro es clave. La hipertensión, la diabetes, la obesidad o el colesterol, patologías íntimamente relacionadas con estilos de vida poco saludables, podrían potenciar el Alzheimer, según un interesante artículo publicado por el diario El Mundo en 2014. Dieta sana, peso adecuado, actividad física y alejarse del alcohol o el tabaco son algunos de los hábitos preventivos a tener muy en cuenta.
Activar tu cuerpo, activará tu mente. La importancia del ejercicio va más allá de conseguir un peso adecuado o el cuerpo deseado (aunque también estos puntos tienen su cabida y consideración). La actividad física reduce notablemente las demencias (entre las que se encuentra el Alzheimer). No tengáis miedo al deporte, existen muchísimas alternativas, y tan ejercicio es el running como salir a dar un paseo, bailar, hacer yoga, pilates… Simplemente tenemos que escoger entre los que mejor se adapten a nuestra condición física y preferencias. Porque cuidarse también es divertido y, ya sabéis, ‘mens sana in corpore sano’.
Aunque los efectos de la alimentación sobre el Alzheimer no han sido objeto clave de estudio, algunos científicos han podido demostrar que ciertos alimentos, como las manzanas, las fresas, las zanahorias, los cítricos, el brócoli, las calabazas, las uvas, los tomates, los pescados y las legumbres albergan propiedades tremendamente beneficiosas y protectoras contra la demencia, la senectud y, sobre todo, el Alzheimer.
El cerebro es un músculo y, como tal, debemos fortalecerlo y ejercitarlo. Cuando conocemos a una persona mayor muy viva lo primero que decimos es: “¡Caray! Qué buen coco tiene”… Esto no es casualidad, probablemente haya sido (o siga siendo) una mente curiosa, activa, haya aprendido idiomas o a tocar algún instrumento, sea fan de los crucigramas o no deje los libros ni un segundo.
Por último, dicho artículo de El Mundo pone de manifiesto lo esencial de una vida social intensa. Este consejo no deja de estar relacionado con la actividad física y mental, ya que “socializar implica muchas cosas: desplazarte a un lugar, conversar con otras personas, escuchar lo que dicen, dar argumentos en un sentido o en otro…”
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