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Caleidoscopio
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Anarquistas capitalistas

En un artículo de la década de los 50 del siglo pasado el economista "libertario" estadounidense Murray Rothbard menciona al "anarquismo de izquierda", bien conocido, y al "anarquismo de derecha", que no tenía nombre. Ya que estaba dispuesto a promover la designación de "anarco" pegada a "capitalismo" para el anarquismo de derecha, el suyo, Rothbard niega toda intención de instaurar el caos en la sociedad. "De hecho, los anarquistas siempre han creído que la implementación de su sistema eliminaría los elementos caóticos que ahora agobian al mundo".

Y relata un incidente que presenta como "divertido": al final de la segunda guerra un entusiasta del gobierno mundial escribió un libro titulado "Un mundo o la anarquía", que un anarquista "de izquierda respondió con otro libro: "La anarquía o el caos".

Rothbard caracteriza al "comunismo anarquista", por ejemplo el de Bakunin, por su ataque tanto al Estado como a la propiedad privada.

El mercado a la derecha
Desde la derecha se puede atacar al Estado, pero no a la propiedad privada ni al libre mercado. Los "anarquistas de derecha" están lejísimo de odiar la propiedad y su ataque al Estado es menos drástico: quieren que subsista algo de él, lo suficiente para garantizar los negocios de los propietarios y mantener el resto a raya. En las condiciones actuales, agregar "capitalista" a "anarco" derechiza toda la expresión como si fuera una capacidad intrínseca del capitalismo en esta etapa de su evolución.

Rothbard alguna vez caracterizó al Estado como "una mafia, un conjunto de bandidos". Creía en el juego de las fuerzas del mercado al punto de suponer que si se impusieran, se eliminarían los intereses personales de los políticos y primarían los del ciudadano.

Thoreau: el lugar de la decencia
Se presenta un problema para el que Rothbard dijo no tener respuesta: si el Estado debe ejercer legítimamente ciertas funciones mínimas, ¿que impide que extienda su competencia a otras? "Si es apropiado y legítimo coaccionar a un Henry Thoreau a pagar impuestos para su propia protección a un monopolio estatal coercitivo, no veo ninguna razón por la cual no sea igualmente apropiado obligarlo a pagar al Estado por cualquier otro servicio, ya se trate de alimentos, la caridad, los periódicos, o acero".

Thoreau, filósofo estadounidense del siglo XIX, fue a la cárcel en 1846 por negarse a pagar impuestos para solventar la guerra de su país contra México, en la que este país se vio privado hasta ahora de la mitad de su territorio, mutilación consagrada en el tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado con las tropas estadounidenses en la ciudad de México. Según una anécdota, cuando supo que había sido detenido fue a sacarlo de la prisión su amigo el filósofo Ralph Waldo Emerson y le preguntó: ¿que hace usted ahí adentro? Y Thoreau le contestó ¿Qué hace usted ahí afuera? Es que Thoreau había dicho que en el Estado moderno, gobernado por políticos, "el hogar de un hombre decente es la cárcel".

Calificaciones por las dudas
Volviendo a Rothbard, que pensaba publicar su nota con el pseudónimo de "Aubrey Herbert", abunda luego en calificaciones peyorativas e incluso denigratorias para cualquier pensamiento de izquierda. Sin muchas explicaciones considera "espúrea" a la lógica hegeliana; "misterioso" al proceso dialéctico que entiende como la conversión de una cosa en su contraria, y "tontería" a la propiedad comunitaria de los medios de producción. Concluye que el anarquismo de izquierda "es comunismo o caos".

Sin embargo, debe explicar la existencia en su tiempo de intelectuales prestigiosos que eran anarquistas de izquierda, y menciona al inglés Sir Herbert Read, crítico de arte y polígrafo, y al psiquiatra Alex Comfort. Sobre ellos deja caer calificaciones que hablan por sí mismas: posición irremediable, rechazo completo de la lógica (aristotélica); énfasis en las emociones; ceguera e irracionalidad; teorías absurdas; fanatismo; odio al dinero; y "críticas chifladas" a la propiedad privada.

Pero en medio de las tinieblas en que ve debatirse a sus adversarios, Rothbard hace resplandecer su verdad. Recuerda que hubo en Estados Unidos anarquistas individualistas como Benjamín Tucker, que a pesar de errores económicos que se encarga de mencionar eran "de una estirpe diferente y han proporcionado algunas de las mejores declaraciones sobre el individualismo y antiestatismo que jamás hayan sido escritas". Sus méritos, según Rothbard, eran estar a favor de la propiedad privada, exaltar la libre competencia y luchar contra todas las formas de intervención gubernamental.

Lamentablemente incurrieron en el demérito -para Rothbard- de "no abogar por la defensa de terrenos privados más allá de lo que el propietario utilice personalmente" y no ver necesario un cuerpo de derecho constitucional libertario.

Llama al rasar "irracionales colectivistas" a todos los anarquistas de izquierda de su tiempo, por estar en el polo opuesto de su posición, que libaba el néctar de la escuela austríaca de economía y posiblemente se pueda designar como "racional individualista"

Ni lo uno ni lo otro
Pero si Rothbard no es anarquista de izquierda -sin juramento le creemos- tampoco es "arquista", o sea partidario del Estado. A la pregunta "¿eres anarquista?» propone responder: "no soy ni un anarquista ni un arquista, estoy exactamente en el medio noarquista del camino". Poner "no" en lugar de "an", a pesar de los significados privativos similares, parece suficiente.

El tiempo de antes
Un genuino anarquista fue el ruso Miguel Bakunin, caso raro de hombre de pensamiento y de acción notable en ambos campos.

Para mostrar el poder de anticipación y análisis de Bakunin, ligados a su enorme vitalidad y a su apasionamiento profundo y lúcido, el lingüista norteamericano Avram Noam Chomsky cita uno de sus pronósticos:

(Décadas antes de la revolución rusa de 1917) “Bakunin había predicho que la clase intelectual seguiría uno de dos senderos: o tratarían de explotar las luchas populares para tomar el poder ellos mismos, volviéndose una burocracia roja brutal y opresiva, o ellos se convertirían en dirigentes e ideólogos de sociedades capitalistas estatales, si la revolución popular fallaba. Fue una observación perspicaz, en ambos casos”.

En efecto, el partido bolchevique en Rusia tomó el poder, liquidó las tendencias auténticamente socialistas, concentró el poder y terminó en una burocracia criminal de la que Stalin es el mejor representante. Dio de paso a sus adversarios de occidente el buen argumento de que el socialismo era eso que se veía bajo Stalin.

En occidente, donde la revolución fracasó, se produjo la involución que pronosticó Bakunin, iniciada por Edouard Bernstein. Tenemos o tuvimos gobiernos “socialistas” como los de Tony Blair, Felipe González o Michelle Bachelet, que son los lobbistas convencidos y pragmáticos de los negocios capitalistas de sus países.

Bakunin, fundador del movimiento anarquista internacional, nació aristócrata en Rusia, estudió en la escuela militar de San Petersburgo, de la que salió como oficial de artillería a los 17 años.

Pero ya había descubierto a Hegel, filósofo alemán que le causó gran impacto. Renunció a la carrera militar y a todo ideal aristocrático, si alguna vez los tuvo, y viajó a Alemania para estudiar en Berlín y Dresde.

En 1844, en París, conoció a Pierre Philippe Proudhon y frecuentó los medios socialistas. Fue expulsado de Francia en 1847, pero volvió para participar en el levantamiento de febrero de 1848.

Seducido por el anarquismo federativo de Proudhon, y mientras la agitación revolucionaria se extendía por Europa Central, participó en junio de 1848 en el congreso eslavo de Praga y en la insurrección de Dresde.

Hecho prisionero, fue condenado a muerte el 14 de enero de 1850 por el tribunal de Sajonia, para más tarde ser extraditado a Austria. Finalmente, fue entregado a la policía zarista el 17 de mayo de 1851. Enfermó en la fortaleza de Pedro y Pablo, y más tarde fue deportado a Siberia, de donde se evadió y regresó a Londres en diciembre de 1861, atravesando a pie grandes extensiones heladas para llegar a los Estados Unidos y de allí de nuevo a Europa.

Reemprendió su actividad revolucionaria, recorrió Europa, desde Suecia a Italia, donde creó una sociedad secreta, "La Fraternidad Internacional".

En 1867 se instaló en Génova, y el año siguiente adhirió a la sección genovesa de la Primera Internacional (AIT). Fundó el 25 de septiembre de 1868 la "Alianza Internacional de la Democracia Socialista".

En 1869 entró en contacto con el revolucionario ruso Netchaiev, autor del "Catecismo revolucionario". El 15 de septiembre de 1870 llegó a Lyon (Francia), y organizó, junto con otros internacionalistas, un "Comité de salud de Francia", que proclamó la abolición del Estado y la constitución de comunas revolucionarias, pero la insurrección popular de 28 de septiembre fracasó y fue forzado a escapar.

El 12 de septiembre de 1871, en Sonvillier (Francia), las secciones de la AIT del Jura, seducidas por las ideas antiautoritarias de Bakunin, se unificaron para formar la "Federación Jurasiana", pero, en el congreso de La Haya de 1872, los socialistas autoritarios (marxistas) decidieron expulsar a Bakunin y a James Guillaume, delegados de la tendencia anti-autoritaria.

En 1873, escribió "El Estado y la Anarquía", uno de los textos más significativos de su pensamiento teórico.

En julio de 1874 estaba en Bolonia (Italia), para tomar parte en un movimiento insurreccional, pero fracasó y regresó a Locarno (Suiza), donde Carlo Cafiero le acogió. Enfermo y fatigado, murió dos años más tarde.
De la Redacción de AIM.

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