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Caleidoscopio
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La mediatización de la pandemia.
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La peste y los medios

El filósofo español José Luis García Rúa, muerto en 2017 a los 93 años, tomó una expresión de la astrofísica para decir que la realidad ha desaparecido de nuestro "horizonte de sucesos", dejando subsistir sólo un mundo de apariencias, de virtualidades. En el mundo de la virtualidad, de la "interrealidad" ya no es posible dominar a la población solamente a través de la productividad de las mercancías necesarias para vivir. Es necesario un refuerzo que toma la forma de dominio mediante la palabra, que compromete al lenguaje y éste al individuo.

La finalidad es dominar al individuo, masificarlo. El individuo se reconoce en el lenguaje, que se convierte en el instrumento fundamental de dominación en la civilización moderna.

Las explicaciones puramente económicas, por ejemplo, ya no son suficientes; es necesario agregarle otra, basada en el campo de los símbolos.

La investigación se dirige entonces al funcionamiento de los medios de comunicación de masas. Como aparece ya en su nombre, su objeto son las multitudes anónimas, a las que ofrecen distracciones o gratificaciones que adormezcan su capacidad crítica y los integren al sistema.

El lenguaje aparece como medio de ideologización de las multitudes, como ha sido desde que existe el Estado como instrumento de dominación; pero la tecnología moderna ha permitido un crecimiento gigantesco de la capacidad de ideologización.

Comunicar es poner algo en común; pero los "mass media" no comunican, porque los receptores del mensaje son pasivos, como una multitud ante un orador.

La política apela en las emociones más primitivas de la población, desvinculadas de propuestas racionales y demostraciones intelectuales. La propaganda se basa en consignas, colores, sonidos, insinuaciones, prejuicios y valores de clase o de raza, que solo aparecen como lo que son cuando el objetivo está logrado.

El mensaje no falsifica la verdad, la toma en cuenta para ignorarla porque entiende dirigirse con una construcción que aparenta ser verdadera a los estratos emocionales donde sabe que encontrará la respuesta que busca.

La novedad es que nunca hubo antes como ahora estudios pormenorizados del efecto que produce la manipulación intencional de las mentes en las masas.

Colin Crouch, en su libro de 2004 “Post-democracy”, se refirió a un modelo político donde hay elecciones que pueden cambiar gobiernos, donde "el debate electoral público es un espectáculo estrechamente controlado, gestionado por equipos rivales de profesionales expertos en técnicas de persuasión".

Décadas antes, el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, había propuesto a los empresarios manipulaciones como las que hoy son corrientes, y las había llamado "relaciones públicas" para evitar el efecto indeseable del término "propaganda", relacionado con el cristianismo y la decisión de la iglesia católica de repartir su “verdad universal” por el mundo.

La manipulación científica de las multitudes no tiene prejuicios de verdad ni con asuntos intelectuales, pero se sirve de la inteligencia para lograr sus fines. Una vez establecido un eslogan o montado un espectáculo atrayente, o un toque de fibras sensibles como actualmente sucede con el miedo a la peste, los impulsores lo siguen usando por más que se haya demostrado su falsedad.

Sin embargo, la reiteración indefinida de estos métodos ha tenido el efecto de rebajar la creencia de la gente en los medios de comunicación masiva. En síntesis: el éxito de la postverdad es el fracaso del periodismo.

Pero no solo el periodismo cayó en el descrédito: la justicia, el gobierno, los partidos políticos, la democracia que deberían encarnar y tantas otras cosas que antes contaban con la fe sencilla de las mayorías hoy son miradas con desconfianza y no se les cree ni cuando dicen la verdad. Pero por otro lado, cuando es necesario forjar una creencia, es posible mediante técnicas publicitarias lograrlo en poco tiempo usando a las masas como material maleable, pasivo y receptivo.

La neurociencia cognitiva viene haciendo grandes progresos por estos años. Anuncia que son posibles mapas del cerebro y “ver” dentro de él los cableados eléctricos de células. Todo dentro de lo que Ken Wilber llamaba “chisporroteo de neuronas” que permiten a cada chisporroteo conocer los otros chisporroteos, es decir, los otros entes del universo.

Sin embargo, no permiten solo eso. También dan presunta base científica a la manipulación de las mentes de las multitudes. Es útil para desarrollar la comunicación política profesional que se propone manejar las percepciones y creencias de las poblaciones, previamente segmentadas para recibir mensajes dirigidos a cada segmento: rumores, versiones, calumnias y para deglutir –aunque no para procesar- la deliberada sobreabundancia y aceleración de la información, los contenidos producidos por los propuestos como voces autorizadas o expertas para establecer lo que se debe considerar verdadero; el alcance e incidencia de las redes sociales, etc.

Los medios de información pública se han vuelto demasiado visibles, como al aire en una tormenta que molesta la respiración o la basura en el agua que perjudica a los peces. Se han visibilizado y al mismo tiempo han perdido prestigio y confianza al hacerse instrumentos de la posverdad. No es posible hacer desaparecer a la verdad, pero para las necesidades del momento se la puede torcer, desviar y esconder hasta lograr un resultado.

El sistema de comunicación seduce e integra, penetra en el inconsciente de las multitudes. La finalidad del método que permite la técnica es crear el "hombre flexible", el hombre del siglo XXI, que puede aguantar y asimilar todo lo que quieran los manipuladores.

El cálculo de probabilidades y los algoritmos permiten establecer la figura del "hombre medio" sobre el que se ejerce la política de las muchedumbres, según la ley de los grandes números.

Si este mecanismo fuera descubierto, sin quedar a la vista de todos, si todos recuperaran la vista, perdería su eficacia, de modo que los manipuladores deben vigilar constantemente que no aparezca consciencia en la gente.

García Rúa recuerda una expresión del filósofo francés Jean Braudillard: la misión de los medios "de comunicación" es incomunicar, dar apariencia de comunicar pero echar arena a los ojos.

Es lo que se han llamado “régimen político de la posverdad”. Algunos lo llaman “posdemocracia” aunque la democracia conserva un aura que todavía resiste el “pos”.
Por Fortunato Calderón. De la Redacción de AIM

Medios y pandemia Jean Braudillard incomunicar posverdad

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