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Don Ramón, allá lejos y hace tiempo

Don Ramón está sentado a la puerta de su rancho en Yeruá, cerca de Concordia. Es un viejo criollo que no parece haber sido nunca joven ni diferente de lo que es ahora.  Sin embargo, nadie conoce en realidad su historia, y si la conocieran, no la creerían.

Don Ramón está sentado a la puerta de su rancho en Yeruá, cerca de Concordia. Foto: ilustrativa
Don Ramón está sentado a la puerta de su rancho en Yeruá, cerca de Concordia. Foto: ilustrativa

Don Ramón no es Don Ramón, y cuando fue joven no vivía en un rancho, sino en el palacio Pitti de Florencia y luego en el  imperial de los Habsburg en Viena.

Entonces no se llamaba Ramón, sino Juan. Pero no un Juan cualquiera, sino Juan Salvador Nepomuceno María Anunciada José Juan Bautista Fernando Baltasar Luis Gonzaga Pedro Alejandrino Zenobio Antonino de Habsburgo-Lorena.

Pablo Schvartzman, autor de "Entre Ríos en anécdotas" narra la historia bajo el título "Un Habsburgo en Entre Ríos". Schvartzman es hijo de inmigrantes judíos ucranianos, nació en General Campos y está radicado en Concepción del Uruguay.

Un Habsburgo en Entre Ríos

"El archiduque Juan Nepomuceno Salvador de Habsburgo abandonó Austria por razones políticas y tomó la ciudadanía suiza, adoptando el nombre de Juan Orth.

Posteriormente, a raíz de su casamiento, envió al emperador Francisco José su renuncia al título nobiliario, que podría más tarde haberle asegurado el cetro imperial.

En 1890 los esposos se embarcaron rumbo a América del Sur y el yate que los transportaba -el "Santa Margarita"-naufragó en los canales fueguinos. Durante muchos años nada se supo de Juan Orth, hasta que en el año 1897 fue localizado en nuestra provincia. Habitaba un rancho cerca de Yeruá y se hacía llamar "Don Ramón".

Una vida movida

Es posible seguir la azarosa historia de Don Ramón en su infancia y juventud, tan diferentes a la vejez, pero no desde el naufragio en que algunos lo dieron por muerto.

Nació en el célebre Palacio Pitti de Florencia, cerca del Arno y del Puente de los Suspiros, que  diseñado por Brunelleschi en el siglo XV y hoy es un museo.

Era hijo del gran duque Leopoldo II de Toscana y  la gran duquesa María Antonieta de Borbón-Dos Sicilias.

En 1859, cuando tenía seis años,  una revolución terminó con los Austria en la  Toscana y obligó a la familia a refugiarse en Viena, en la corte del emperador austrohúngaro Francisco José I.

El archiduque, cuando fue adolescente, presentó su candidatura al trono de Bulgaria, pero ahí empezaron los problemas. Tuvo contrincantes que hicieron que perdiera su mando militar y por otro lado sufrió lo que lo españoles llaman un "ardor de faldas", en el momento de la vida en que las hormonas rebasan y es difícil controlarlas. Su relación con la bailarina  Ludmila Millie Stereubel y el asesinato de su amigo, el príncipe Rodolfo, hicieron que renunciara a sus títulos, posición y privilegios y se convirtiera en un ciudadano común, con el  apellido Orth, del nombre del castillo austríaco donde vivía su madre, el "Schloss Orth".

Ya ciudadano suizo, compró un yate de tres mástiles, el "Santa Margarita" y en él viajó con Ludmila a Londres, donde se casó.

No me volverán a ver

En  marzo de 1890 el "Santa Margarita" zarpó  a Sudamérica  En Buenos Aires se reunió con Ludmila, que había viajado en un barco diferente. Allí tomó algunas decisiones que pueden haber estado meditadas: reemplazó la tripulación por otra inexperta y dijo "aunque muera, seguiré viviendo", y "jamás me volverán a ver, aunque no haya muerto".  Es posible que bajo estas frases categóricas  se oculte ya "Don Ramón".

En viaje a Valparaíso, el Santa Margarita naufragó en los canales fueguinos. Como había anunciado, nunca más vieron a Juan ni a su esposa. Su madre nunca creyó en su muerte aunque las búsquedas promovidas por el emperador fracasaron.

Hubo quienes aseguran haberlo visto en  Valparaíso; pero al final, el dato más certero parece ser el 1897 en Yeruá   que recoge Pablo Schvartman, nativo de un pueblo no muy alejado y conocedor de los sucedidos, las anécdotas, la historia y las tradiciones locales.

De la Redacción de AIM.

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