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Política
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El dispositivo pornográfico y la pregunta por el poder

Se cumplieron cuarenta años desde el controversial estreno del film Caligula, de Giovanni Tinto Brass que dejó a su paso un reguero de pólvora: censuras, litigios y una abrumadora crítica negativa que la tornaron una pieza fílmica de culto presente en casi todas las listas de obras o directores malditos. Por Valentín Ibarra, para AIM.

Del autor, cientos de veces menospreciado por la crítica especializada, suele decirse que tuvo un tema de preferencia: el culo, anatomía exaltada fotográficamente y parte medular de sus historias.

Caligula, cuarenta años de un film disruptivo.
Caligula, cuarenta años de un film disruptivo.

Milanés de nacimiento y veneciano por adopción, sus primeras películas lo alojaron en la militancia de izquierda al denunciar la moral burguesa y construyó una monografía de la rebeldía, contra la autoridad estatal y contra el modelo de familia tradicional. Conforme aparecieron sus películas, el contenido sexual se fue explayando y en su obra entronizó un particular concepto sobre el cuerpo desnudo y específicamente sobre las implicancias sociales de la exaltación del culo. A los aristócratas del espectáculo, Tinto Brass les respondió con records de taquilla y desborde de carne.

Somos cuerpos y la representación de los cuerpos en el dispositivo pornográfico siempre nos llevará a la pregunta por el poder, pero no el poder como fin en sí mismo sino como condición de la subjetividad, de modo tal que: el cine es un dispositivo crítico y como toda práctica comprende objetos materiales en un espacio organizado socialmente, lo que comúnmente denominamos: instituciones que regulan el discurso sobre lo cultural, lo estético, lo ético y lo político.

El dispositivo crítico tiene una función estratégica materializada en la articulación de todos estos elementos heterogéneos con la voluntad de llevar a cabo la producción de subjetividades y transformaciones sociales, de modo tal que pensar la pornografía como dispositivo implica, por ende, pensar las funciones de los cuerpos, las formas en que son gobernados, las relaciones que se dan y los efectos que se producen. Por razones convenientes al desarrollo de este artículo, tomaremos como conceptos equivalentes: pornografía y la categoría cinematográfica “erótica soft”, aunque sabemos que no es así. Queda claro que la pornografía es una forma de producción cultural a la que concierne el debate sobre la construcción de los límites de lo socialmente visible y lo placenteramente experimentable del sexo. La noción de pornografía surge en la historia a mediados del siglo XIX como una de las retóricas del higienismo corriente medico-legal que nombra al conjunto de medidas desplegadas por el urbanismo, las fuerzas policiales y sanitarias para gestionar la actividad sexual en el espacio público, regulando la venta de servicios, pero también incluía la basura, los animales muertos y otras carroñas. En los estudios higienistas pornográficos se incluyó la discusión sobre residuos cloacales, patológicos y la administración de burdeles.

 

Una filmografía disruptiva

Al menos treinta películas se cuentan en la filmografía de Giovanni Tinto Brass, entre ellas podemos destacar: Chi lavora é perduto (1963), La mia signora (1964), Il disco volante (1964), Yankee (1966), The Howl (1970), La vacanza (1971), Capriccio (1987), Los burdeles de Páprika (1991), Todas lo hacen (1992), El hombre que mira (1994), Trasgredire (2000) y Monamur (2005), las que generalmente se inscriben en el espacio de la ficción histórica donde la politización del sexo es materia recurrente. Y es en esta línea donde situamos a Caligula (1979), protagonizada por Malcom Mc Dowell, Peter O`Toole y Helen Mirren, allí el escenario histórico sirve como excusa o telón de fondo para poner en acto sus juegos eróticos y sus transgresiones fílmicas sumadas a la denuncia política y la crítica social. “En Brass, su poética de la provocación se articula en la presencia de un Eros expansivo, sanguíneo (…) El sexo se pretende una épica festiva” podemos leer en “En el sexo en el cine y el cine de sexo” (Paidos, 2000). El cineasta apunta a plasmar, en cada guión, un camino hacia la satisfacción (acaso efímera, acaso permanente) a partir de la inclinación hacia sensaciones placenteras. En las antípodas de los moralistas que reprimen el cuerpo, el deseo produce, no es aquello que se construye desde la carencia; lejos de ser el lugar de la falta, es el espacio donde todo sobra, un continuo que atraviesa los cuerpos individuales (las singularidades) y se inserta en la historia misma.

Es la obra fílmica de Brass una explosiva crítica de la cultura por su carácter disruptivo en tanto perturbador, que le trajo innumerables batallas mediáticas y judiciales al mismo tiempo que dudosos galardones, comparable a Charles Bukowsky quien se transformó en una figura de culto más allá del valor literario de sus textos.

 

Imágenes de la historia

“La Historia, como fuente de contextos,


personajes o conceptos, ha sido lugar habitual


para el séptimo arte desde sus comienzos”.


David Lozano. Cine y Antigüedad…


 

Al dejar correr la cinta, Calígula, aparecen algunas pinceladas históricas, enigmáticas y legendarias que recubren la figura del Emperador del que se dice, nombró Cónsul del Imperio a su caballo, Impetuoso. El 18 de marzo del 37 de nuestra era, tras la muerte del Cesar Tiberio Claudio Nerón (42 a.C. - 37) los senadores romanos votaron en favor de su sobrino nieto y coheredero testamentario mayor edad, Cayo Julio Cesar Germánico, más conocido por su sobrenombre: Caligula para investirlo con los poderes públicos, honores y títulos más importantes que detentaba su tío abuelo. De esta manera, con tan sólo 24, Caligula se constituyó en el princeps de Roma e imperator de los pueblos sometidos.

Con respecto a los casi cuatro años del principado de Caligula, bisnieto de Augusto (63 a.C – 14) por vía materna y de Livia (58 a.C – 29) por la vía paterna, una larga tradición enraizada en los testimonios de la antigüedad nos fue legada una visión negativa por completo. Con el correr de los siglos, la imagen de un emperador loco y cruel transmitida por las fuentes históricas se fue incorporando cada vez más en el imaginario tanto de los intelectuales como de la cultura popular. Inestable mental, desequilibrado, extravagante, sanguinario o sencillamente un monstruo libidinoso, sediento de sangre y sexo, fueron algunos de los adjetivos que la historia le adjudicó. La idea popular de este gobernante infame dio lugar a múltiples interpretaciones y representaciones, entre ellas la célebre y transgresora cinta objeto del presente artículo, que en 1984, de la mano de la revista erótica Penthouse no exenta, también, de serios conflictos, censuras y escándalos se estrenó en su versión extendida (oportunamente recortada) a la que recién en 2008, Gran Bretaña levantó definitivamente el veto que pesaba sobre ella, cosa anacrónica y desproporcionada si tomamos en cuenta el grado de desarrollo que por entonces ya tenía el cine erótico (hard y soft) contemporáneo sobreviviente gozoso de tantas batallas.

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