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Salud y Bienestar
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El optimismo: la mejor medicina

Nuestra forma de pensar puede afectar directamente la manera en que nos sentimos. De hecho, mantener una actitud optimista ante la vida puede ayudar a mejorar nuestra salud no sólo emocional sino también física. “Si además, a esta actitud positiva, se suma un plan alimenticio que incluya los nutrientes adecuados y un programa de ejercicios, que promueva un cambio saludable y duradero, el pronóstico será más que alentador”, afirmó a AIM la Licenciada en Psicología Mailén Barreto Buthay.

Mantener una actitud optimista ante la vida puede ayudar a mejorar nuestra salud no sólo emocional sino también física.o
Mantener una actitud optimista ante la vida puede ayudar a mejorar nuestra salud no sólo emocional sino también física.o

Las personas optimistas suelen afrontar de manera más efectiva los problemas con los que se encuentran. Piensan que, a pesar de los obstáculos que existen, pueden alcanzar lo que se proponen, tardan más en rendirse ante las dificultades y su estilo de afrontamiento suele ser más proactivo, además de centrarse en mayor medida en lo que pueden ganar que en lo que pueden perder.

En diálogo con esta Agencia, la psicóloga explicó: “Ser feliz o tener una actitud optimista no quiere decir dejar de lado los problemas o no interesarnos por aquello que nos sucede sino que se trata de una filosofía de vida que puede traer más beneficios de los que pensamos. Las emociones negativas debilitan nuestro sistema inmunitario y las positivas nos dan la medicina natural que precisamos para no permitir que las enfermedades nos traspasen”.

Qué significa ser optimista

La profesional señaló que “el optimismo es una actitud basada en la manera de percibir y evaluar una situación y sus probables resultados. El pesimismo también. Generalmente, aprendemos cualquiera de las dos actitudes desde niños. Lo hacemos, viendo la forma de ser de nuestros padres y de otras personas importantes para nosotros, y escuchando sus comentarios ante cualquier problema”.

Más adelante, nuestras propias experiencias refuerzan o debilitan esa actitud aprendida.

El pesimismo nos limita, nos impide ver con claridad y objetividad el problema y su solución, aumenta el estrés y la preocupación y fácilmente se lo transmitimos a la gente que nos rodea. “El optimismo nos ayuda a salir adelante en la vida, a resolver mejor nuestros problemas y a disminuir el sufrimiento”.

El optimismo y las emociones

¿Se podría decir entonces que si soy optimista siempre voy a experimentar emociones positivas? ¡NO!

Barreto Buthay explicó que, “tener una visión positiva de la vida no significa que nunca se sientan emociones negativas como tristeza o enojo. Todas las emociones, ya sean positivas o negativas, son adaptativas en las circunstancias correctas. La clave está en encontrar un equilibrio entre ambas. Un optimista es aquella persona que observa las cosas como son, es consciente de las dificultades y de los problemas. Sin embargo, no se enfoca únicamente en los obstáculos, es decir, no permite que el lado menos dulce de la realidad le amargue el momento. Por ejemplo, un optimista, al igual que un pesimista, también sufre cuando la balanza no da el resultado que esperaba. Sin embargo no se queda estancado en las emociones negativas que esto genera, sino que rápidamente se enfoca en cómo salir adelante, valiéndose en sus propios recursos, y lograr un mejor resultado la próxima vez. Por el contrario, si tenemos una actitud pesimista, nos dejaremos dominar por las emociones negativas, las cuales nos van a inmovilizar en la búsqueda de nuestros objetivos”.

La buena noticia es que no importa cuál de las dos actitudes aprendimos siendo niños. Una vez que somos adultos, ambas son una elección personal. Nadie puede obligarnos a ser optimistas, ni nadie puede impedirlo, más que nosotros mismos. “Si aprendimos a ser pesimistas, ahora podemos aprender a ser optimistas”.

¿Qué puedes hacer para ser optimista?


  • Ante una situación negativa, busca los aspectos positivos. Siempre los hay. Preguntate, cómo puedes aumentarlos.

  • Analizá los aspectos negativos y separa los importantes de los que no lo son. No es igual no tener para comer, que no tener para comer en un restaurante o el pastel que me gusta.

  • No te quedés atrapado en lo malo que está sucediendo o que crees que va a suceder. Enfócate en lo que si puedes hacer, para resolver o mejorar la situación.

  • Acepta que las cosas no siempre van a ser como tú quieres, pero no por eso tienen que ser malas.

  • No reacciones inmediatamente ante una situación. Haz un alto, analiza la situación y busca por lo menos, tres alternativas. Siempre las hay, no las descartes de antemano, guiado por tu pesimismo.

  • Todos los días al despertarte y antes de dormir, pensá en algo bueno que tenés, que te sucedió o que hiciste. No tienen que ser grandes cosas. La vida diaria está formada por momentos y por la suma de una gran cantidad, de pequeñas situaciones.

  • La respuesta ante la pregunta de ¿Por qué a mí?, es ¿Por qué a vos no, si todo mundo tiene problemas y momentos de dolor?

  • No permitas que pensamientos como: "yo soy así", "a mi edad ya no se puede cambiar", etc., te limiten. Siempre se puede cambiar, pero necesitamos esforzarnos para lograrlo. Si decidís no hacerlo, estás decidiendo tener una vida menos satisfactoria.

  • Reconocé tus errores y acepta que todos los cometemos. No te reprendas por ellos, ni los utilices para comprobar, que a ti siempre te sale todo mal.

  • Utilizá los errores para aprender de ellos. Piensa que las dificultades nos enseñan y fortalecen, preparándonos para enfrentar mejor, evitar o resolver futuros problemas.

  • Lee y escucha a la gente que habla sobre motivación y optimismo. Pero recuerda que la información, es sólo el primer paso. Necesitamos cambiar nuestros pensamientos y conductas en el día a día.

  • Jugá, reite y desarrolla tu sentido del humor. Aprendé a reírte de ti mismo.


¿Cuáles son las ventajas de ser optimista?

  • Al separar las partes positivas de las negativas, nos damos cuenta de que no todo está mal. Esto influye en nuestro estado de ánimo y nos ayuda a darle al problema una dimensión más adecuada.

  • Cuando confiamos en que los resultados van a ser positivos, el esfuerzo que necesitamos hacer, vale la pena.

  • Al reconocer nuestra responsabilidad, nos sentimos en control. Esto fortalece nuestra autoestima y nos ayuda a mantenernos motivados.

  • Tener mayores probabilidades de tener éxito en aquello que hacemos, porque tenemos una actitud abierta, mayor perseverancia y mejor autoestima.

  • Nos permite buscar nuevas opciones, cuando no obtenemos buenos resultados con lo que estamos haciendo.

  • Favorece nuestras relaciones familiares, sociales y de trabajo.

  • Disminuye el estrés y mejora nuestra salud.

  • Nos permite disfrutar de la vida.


Visto esto, se trata de ser realistas de que ni una predisposición a querer curarnos ni un enfoque optimista hacen milagros, pero sí que ayudan enormemente al organismo a ser mucho más receptivo a su recuperación y al mantenimiento de los objetivos logrados.

De la Redacción de AIM.

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