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Agroindustria
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El suelo se muere

El sur del Sahara actual es por naturaleza un desierto porque el aire húmedo que asciende en los trópicos baja  a los 27º de latitud, se calienta y se seca. En esa franja están casi todos los desiertos del mundo. Sin embargo,  otros desiertos se deben a la actividad humana, que no aprende las lecciones de la historia. 

El trato inadecuado del suelo produce desiertos y nada trata peor al suelo que la agricultura industrial.
El trato inadecuado del suelo produce desiertos y nada trata peor al suelo que la agricultura industrial.

Por eso los que estudian estos asuntos afirman que muchas civilizaciones desaparecieron cuando sus suelos dejaron de ser fértiles.

Actualmente, el suelo del estado de California, entre muchos otros,  se está desertificando porque el riego con aguas del río Colorado  ha hecho subir la sal del subsuelo.

El mismo proceso padecieron los terrenos de la antigua Ur de Caldea hace miles de años, sometidas a riego por canales, y fueron abandonados  por otros todavía cultivables aguas arriba del Tigris y del Eufrates, hasta Nínive y Babilonia.

Tecnificación y desertificación

El trato inadecuado del suelo produce desiertos y nada trata peor al suelo que la agricultura industrial, que ha hecho del cultivo de la tierra una rama de la inversión capitalista en busca de ganancias.

Las técnicas modernas fueron precedidas por otras que en cierto modo anunciaban el presente. El cultivo en terrazas, característico de los Andes en tiempos del Incario, fue abandonado cuando se introdujeron los tractores, que no pueden arar las terrazas sino solo cuesta arriba o cuesta abajo. Las lluvias arrastraron la capa fértil y poco a poco el suelo se fue con ellas y quedaron el desierto y la miseria.

En la revolución neolítica, mientras los hombres salían de caza, las mujeres  domesticaron algunas plantas y labraron la tierra para asegurar alimentos. Cuando con los siglos el suelo se empobrecía, bastaba con buscar otro sitio cercano. Hoy persiste la idea de que mas allá hay algo que explotar; pero ya no es así.

El suelo es la capa fértil superficial, compuesta de minerales, materia orgánica, organismos, aire y agua. Se forma a partir de la roca madre disgregada por un proceso que puede durar centenares de miles de años; pero también se puede destruir en muy poco tiempo, como está ocurriendo actualmente, si no se lo cuida y se lo trata como un medio de generar dinero.

Los vientos del sur, por ejemplo, trajeron con el tiempo el material que terminó formando la capa fértil de la pampa húmeda. En un siglo la fertilidad de ese suelo se ha reducido sustancialmente.

Los organismos del suelo despedazan la materia orgánica, como insectos  y lombrices, o la descomponen, como hongos y bacteria.

Las lombrices, por ejemplo, forman canales en la tierra que la airean y permiten retener el agua y crecer a las raíces. Es notable que en los suelos muy tratados con fertilizantes y agrotóxicos no haya lombrices y el suelo se vea compacto, duro,  sin vida.

Según el tamaño de los poros y canales los suelos pueden ser francos, los más aptos para la agricultura; pesados o arcillosos, de partículas muy pequeñas que no dejan pasar el agua;  o arenosos  que no retienen el agua  y se secan rápidamente.

Adónde vamos

Cada año la Tierra pierde 13 millones de hectáreas de suelo cultivable, debido a la tala, a la lluvia y al viento,  a la contaminación de los ríos por desechos industriales y a los pesticidas y fertilizantes.

Para mantenerse, el suelo debe estar cubierto de vegetación, porque la labranza afloja la capa fértil  y permite que la lluvia y el viento la arrastren.

Los fertilizantes no deberían interferir en los procesos biológicos del suelo, pero lo han hecho a tal punto que en algunas zonas de Europa se ha convertido en un mero sostén de las plantas, que crecen gracias a fertilizantes químicos. Los frutos son grandes y de buen aspecto, pero sin muchos de los nutrientes  porque el suelo ya no los tiene.

La degradación de los suelos es un proceso natural, tanto como su generación; pero actualmente está relacionado con la actividad humana. Rutas y caminos; eliminación de  zanjas  y árboles; retroceso de las praderas naturales; aumento de cultivos que dejan el suelo desnudo en invierno; uso de herbicidas que dejan el suelo desnudo entre cultivos. La fertilización con abonos minerales o sintéticos merma la materia orgánica del suelo y su actividad biológica y el mismo efecto causa la deforestación.

Los problemas tecnológicos

La agricultura industrial, que suele presentarse como el único medio de alimentar a una humanidad que duplicará su número un futuro cercano,  en realidad crea más problemas que los que resuelve.

Erosiona siete millones de hectáreas al año por falta de técnicas de conservación; merma la productividad de las tierras regadas por falta de drenaje adecuado;  contamina el agua subterránea y  de ríos y  arroyos por el uso excesivo de pesticidas y fertilizantes; hoy los acuíferos están contaminados con nitratos hasta un nivel peligroso.

El uso de las aguas subterráneas es otro tema importante: tardan miles de años en formarse, pero se vacían rápidamente cuando se les extrae demasiada agua.

El cultivo masivo en todo el mundo de una variedad ventajosa determina que muchas otras dejen de cultivarse, de modo que se produce una pérdida de diversidad. Se destruyen bosques para dedicarlos a la agricultura de modo que se pierden ecosistemas.

La erosión se lleva la mejor parte del suelo. El material que se va tiene 21 veces más materia orgánica que el que queda; casi tres veces más nitrógeno, tres veces más fósforo asimilable, que es muy escaso; y 20 veces más potasio

Monocultivo

El monocultivo debilita al juego y favorece  las plagas. El efecto es notable en las variedades de alto rendimiento, que son variedades transgénicas que responden a  los fertilizantes y a la mecanización y los fitosanitarios

Los transgénicos llevan a los países sin investigación para producirlos a la dependencia económica de los países desarrollados que los producen y los venden.

En los lugares donde el monocultivo reemplaza a los cultivos tradicionales se pierden constantemente  especies hortícolas y con ellas fuentes de resistencia a plagas.

Las variedades "mejores" o "desarrolladas", productos del "progreso tecnológico" son en realidad las más aptas para la maquinización y robotización;  pero carecen de  las cualidades nutritivas  de las variedades tradicionales. Su desarrollo sólo  las hace resistentes al tratamiento mecánico.

La mecanización del agro favorece  la degradación del suelo por acumulación de nitritos y fosfatos y el aumento nocivo de la concentracion de productos orgánicos e inorgánicos en el agua.

Otra consecuencia es la salinización de los acuíferos por sobreexplotación de las aguas subterráneas. El uso de aguas contaminadas para riego lleva a contaminar el mismo suelo.

Finalmente los alimentos producidos por esta vía pierdan calidad, carecen de las  proteínas, vitaminas y oligoelementos de los producidos por medios naturales en suelos sanos. Pero además contienen  pesticidas y drogas

Los abonos químicos cambian la composición de los alimentos y son los responsables de la sensación de insatisfacción que suele acompañar la ingesta.

Suelen disminuir el contenido de ácidos esenciales en las proteínas. El exceso de nitratos en el suelo deriva en la formación de nitritos tóxicos en las plantas, que se transforman en agentes cancerígenos.

Los abonos potásicos,  usados abundantemente, reducen el contenido de magnesio y perturban los delicados equilibrios bioquímicos.

El consumo de alimentos producidos por esta vía está provocando carencias de oligoelementos, es decir elementos químicos necesarios en muy pequeñas cantidades.

Ya en 1971 hubo un informe de deficiencia  de magnesio y se sospechó la relación entre esta carencia con las  las enfermedades cardiovasculares, depresiones nerviosas, fatigas y cáncer.

La interacción entre dos productos derivados de los fertilizantes sintéticos puede llevar a sustancias muy tóxicas, como el  carbaryl, que combinado con nitratos da nitrosocarbaryl, que es un cancerígeno potente que se acumula en el hígado y en la grasa del cuerpo.

Por otra parte, la motivación crematística lleva a la necesidad de aumentar las  inversiones en maquinaria, combustible y productos químicos con  deterioro del beneficio real del agricultor, que ve que sus beneficios se esfuman mientras crece el de las empresas monopólicas.

El resultado es el abandono del campo por los agricultores, la disminución del empleo agrícola  y la conversión en desierto de lugares donde hace un siglo había una población rural numerosa. El campo entrerriano es una muestra fiel de este proceso de involución y destrucción.

De la Redacción de AIM.

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