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Indignados ante una noticia de Clarín con actitud racista

Por Daniel Tirso Fiorotto.- La posición burlona que adoptamos para encarar ciertos temas se nota en los modos de descalificar, las trampas para el descrédito, y los olvidos.[{adj:40625 alignright}]

Veamos el título de esa trampa llamada “noticia”, publicada por Clarín: “Quién es el exótico rey Mswati III de Suazilandia que se reúne con Macri”.

El periodista le lama Suazilandia desde el título, pero de acuerdo a sus instituciones el país se llama eSwatini.

Luego aclara: “Se trata Mswati III del Estado de Suazilandia, que en 2018 pasó a llamarse, por orden del monarca absolutista: ‘Reino de eSwatini, tierra de los suazis”. Pero de entrada el periodista se ha creído con derecho para decidir él sobre el nombre de un país que se quitó de encima una voz colonial (landia) y ha recuperado una auténtica, de su nación.

Y algo más: ¿calificarán en eSwatini de “exótico” a un presidente argentino porque usa, como todo occidental, una corbata, o porque no viste como ellos, y dice tener una sola esposa? ¿Qué tiene de exótico seguir las tradiciones de una cultura propia?

Excentricidades

Veamos este párrafo: “Pero cambiarle el nombre a la última monarquía africana, que estuvo bajo el protectorado británico desde 1871 hasta su independencia en 1968, o utilizar vestimentas tradicionales, no son las únicas excentricidades de un rey cuya fortuna está valuada en 200 millones de dólares”.

Bien: ¿vestir al modo de su gente es una excentricidad? ¿Usar un traje típico da para la burla? ¿Recuperar un nombre antiguo y decolonial es una excentricidad? El periodista lo da por sentado.

No ignoramos que el rey en cuestión deja dudas sobre sus prioridades, cuando invierte fortunas en una vida dispendiosa, si nos atenemos a lo que se difunde, y maneja los asuntos de Estado con despotismo, si confiamos en informaciones occidentales.

También es posible que ese país tenga problemas de clases sociales, de patriarcado, de absolutismo, y que se registre allí un abismo entre los pobres y su monarca.

Ahora, ¿cada vez que llega un primer ministro, un presidente o un monarca de cualquier país ese medio enumera sus vicios, sus delitos, y las denuncias que afronta? Si así fuera, ¿cuántos diarios llevaría enumerar los vicios de los presidentes y primeros ministros y reyes de los Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, España, Gran Bretaña, Israel, Francia en sus paseos de muerte por el mundo?

No vamos a recargar a nuestras y nuestros lectores con ejemplos, pero es obvio que los visitantes de países poderosos son recibidos de otra manera, así pesen sobre ellos denuncias mil veces peores que las que se imputan contra Mswati.

Han aprovechado la visita de un monarca para enumerarle todas las desgracias, como si las buscáramos en la góndola de las denuncias, y no hay un solo párrafo que se refiera a su

nación, a su cultura, su economía, sus saberes. Pero lo que irrita, en verdad, es el desprecio, cuando el medio no mide a los demás jefes de estado con la misma vara. Ahí está el punto.

Cuando llega a la Argentina la reina Máxima, por caso, con su marido, ¿ese medio hace hincapié en la fortuna de esa familia? ¿Explica a costa de qué naciones como las sudafricanas y las del Abya yala, rendidas a servidumbre y saqueadas por siglos, tiene riquezas Holanda?

Cuando divulgan las bodas de los príncipes de Inglaterra, ¿hurga ese medio en el origen de su riqueza y su nobleza, aplastando naciones enteras, interviniendo en el 90  por ciento de los países del planeta, y manteniendo en nuestro propio país una provincia tomada y militarizada?

Si el trato para con todos los reyes y jefes de estado fuera parecido, lo de este periodista con Mswati no desentonaría. Pero una vez más el periodismo porteño y aporteñado muestra la hilacha racista y hay que señalarlo, porque eso está en las antípodas de nuestra profesión.

Altanería

Continúa la noticia: “‘Su majestad’, como lo llaman los medios de su país…”.

Nos queremos detener en esa frase. ¿No es el colmo de la soberbia racista? ¿Cómo llaman los medios de España al rey? ¿Y en Inglaterra? ¿Y en cualquier país con monarquía? ¿Cómo caracho quiere el periodista que los medios de eSwatini llamen al rey? ¿Quiere el periodista que sus colegas de allá le pregunten a él, a un argentino, qué palabras deben usar para decir rey?

Y se lee después: “mantiene una controvertida tradición llamada ‘Reed Dance’ o ‘Umhlanga’, una ceremonia en la que todas las vírgenes del país, a menudo más de 60.000, acuden a pie desde sus aldeas para bailar frente al rey”.

¿Controvertida porque las quinceañeras, como llamamos aquí a las jóvenes, se reúnen y danzan en toples, según antiguos modos?

“Durante los ocho días de celebración, las adolescentes reciben clases de historia, educación y de aspectos tradicionales de la cultura suazi”. ¿Qué tiene de reprochable?

“El rey también aprovecha la Reed Dance para dirigirse a sus súbditas, aleccionarlas sobre los peligros del VIH y bailar vestido con el traje tradicional suazi”.

Y bien: todo es motivo de burla para el racista.

Claro, luego dirá que en esa ceremonia el rey busca novias, y nosotros no defendemos aquí ningún patriarcado, pero ¿a cada presidente o rey le señalan en ese medio todos sus pretendidos defectos, o sólo se las toman con los africanos?

Conocemos que el tema tiene resistencia entre algunas mujeres del mismo país, no estamos ignorando sus luchas contra el patriarcado y los abusos. Insistimos: lo que se nota aquí es la mirada burlona del que se cree superior, y que sin embargo, ante otros presidentes, se mostrará como un perrito faldero, como es costumbre.

Por otra parte, si tanto poder tiene el rey, ¿necesita elegir así, en el montón? ¿O habrá otras tradiciones que al periodista se le escapan?

¿Por qué el periodista no habló de la extraordinaria historia de los swazis? ¿Por qué no nos explicó el significado de su notable bandera, con referencias simbólicas a la paz y a la luchas de resistencia frente a los invasores blancos; o de su escudo con un león y un elefante?

Otro medio argentino tituló: “No es joda: Macri se reunió con el ‘rey León’ aquí, en Buenos Aires”.

Otros llamaron a eSwatini “el reino del Sida”, porque es cierto que esa nación empobrecida ha sido devastada por este síndrome. Pero las máximas autoridades de las Naciones Unidas

han felicitado al rey por su compromiso personal en el combate contra el Sida, y con resultados muy concretos en este lustro. ¿Por qué entonces ese empecinamiento? ¿Por qué tergiversar las noticias? ¿Tratan así a los jefes de países poderosos?

Quinientos años de esclavización, servidumbre, menosprecio, no alcanzan para que el racismo argentino tome nota de su decadencia.

Sus rinocerontes

¿Por qué mezquinó el periodista de Clarín datos de esa bellísima cultura, que los lectores hubiéramos agradecido, y en cambio se detuvo en detalles de la farándula? ¿Por qué nos privó de sus paisajes de ensueño, sus bosques, su economía, sus ríos con saltos tan pintorescos, su fauna, sus majestuosos rinocerontes, sus danzas características con vestimentas tan propias?

Podía hacer ambas cosas, cuestionar al rey si tenía fundamentos, y a la vez hablar de ese país, de su pueblo. Algo más completo, digamos.

¿Es cierto que ese rey calificado de “exótico” y “excéntrico” por vestir a la usanza de sus ancestros gobierna el único país de África que no acepta el endeudamiento con China a cambio de renunciar a su reconocimiento de Taiwan como un país independiente? ¿Es cierto que este rey malévolo tiene menos endeudado a su pueblo con el extranjero que los sucesivos gobiernos argentinos? ¿Es cierto que en Taiwan piensan que eSwatini tiene más soberanía que la Argentina, porque allí no se dejan atropellar por la billetera?

¿No hay acaso planes agroalimentarios interesantes para conocer allí, en África, con acceso a alimentos sanos quizá mejor que en muchos lugares de la Argentina? ¿O es que algunos organismos internacionales están sugiriendo reformas en la tenencia y el uso de la tierra en eSwatini y eso puede dar un “mal ejemplo” para la Argentina?

Y algo más, ¿nada hay para aprender de un país, porque sufra la pobreza económica?

El menosprecio total

¿Qué idioma? ¿Cuántos miles de años en su historia? ¿Cómo hacen esas casas típicas y con qué insumos? Nada: lo que reina en la noticia es el desprecio.

¿Ha escuchado el periodista los coros de los swazis? ¿Por qué privó a los lectores de esas voces llenas de vida, esos ritmos?

¿No sería de allí nuestra María Remedios del Valle, la madre de la patria argentina? ¿O acaso ese periodista también se tragó el cuentito porteño de que la Argentina fue hecha por machos blancos?

¿Siempre que hablemos de nuestros padres y hermanos de África tendremos que buscar en las cloacas?

¿Por qué aceptó decir que el país estuvo bajo el “protectorado” de Gran Bretaña? ¿Por qué se allanó a las expresiones del colonizador? ¿Protectorado?

¿Por qué no dijo cuánto le debemos a los pueblos de eSwatini, si muchos de sus pobladores fueron capturados y esclavizados aquí y nos dieron la independencia, cuando iban de carne de cañón en nuestros ejércitos?

No abordaríamos este asunto si no viéramos, como una constante, la arrogancia de cierto periodismo cuando aborda temas de países que considera “inferiores”, y lo mismo cuando el personaje no pertenece a su clase o su sector.

Funcionarios del Estado argentino y de municipios de Buenos Aires viajaron, hace pocos años, a Angola y repartieron medias entre niños muy humildes con la leyenda “Clarín

miente”. Se aprovecharon de los inocentes para tomarse unas fotos. El racismo del macho blanco argentino colonizado parece que no tiene remedio. Pero no nos extraña: el Estado argentino fue construido a fines del siglo 19 con un virus racista eurocentrado que todavía no hemos sabido curar.

*Publicado en Diario UNO de Entre Ríos.

Clarin rey tirso fioroto

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