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Sangre y memoria en las playas de Normandía

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Omaha Beach transmite una serenidad extraña al visitante. Es maravilloso caminar descalzo por esta playa, de arena muy fina y que parece virgen, una fresca mañana de primavera. Pero el pensamiento se traslada, inevitablemente, al 6 de junio de 1944. Este fue uno de los lugares más sangrientos del desembarco aliado en Normandía. Dos divisiones de infantería estadounidenses encontraron una fuerte resistencia alemana. La jornada terminó con miles de muertos en ambos bandos.

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Sangre y memoria en las playas de Normandía

El cementerio americano que se halla justo encima de la playa será, para siempre, un testimonio del sacrificio que supuso liberar Europa del nazismo. Son 70 hectáreas para casi 10.000 tumbas. Las cruces y las estrellas de David, de inmaculado mármol blanco, contrastan con el verdor de un césped cuidado con mimo. Hay estatuas de granito, una capilla, un memorial y un estanque. Los camposantos militares de Estados Unidos en el mundo siguen el modelo de Arlington, en la colina junto a Washington DC. Son santuarios de la patria, impecables, en los que no se escatima la inversión. Los administra una agencia federal, la American Battle Monuments Commission, creada por el Congreso en 1923.

Con motivo del 75 aniversario del desembarco y de la visita de los presidentes Emmanuel Macron y Donald Trump, el ‘visitor center’ del cementerio ha sido modernizado, incorporando nuevo material didáctico. Es un museo muy interesante –y gratuito- para rememorar lo que fue un episodio clave de la Segunda Guerra Mundial. Nada puede sustituir, sin embargo, a un paseo entre las tumbas, leyendo los nombres de caídos desconocidos y observando las flores frescas colocadas por algún familiar de aquellos jóvenes soldados.

En junio el año pasado de produjo un hecho extraordinario en Colleville-sur-Mer. Los restos de Julius Pieper, que quedaron sin identificar, durante decenios, en un cementerio americano en Bélgica, tras hundirse su barco en el canal de la Mancha, el 19 de junio de 1944, fueron finalmente enterrados junto a los de su hermano gemelo, Ludwig, muerto en el mismo naufragio. Una investigación escolar y una prueba de ADN permitieron localizar a Julius e identificarlo. A la emocionante ceremonia asistieron algunos parientes, venidos expresamente de Estados Unidos. Fue un reencuentro que parecía imposible y se hizo realidad, 74 años después.

Omaha Beach –así fue bautizada la playa en los planes aliados y así ha quedado- es sólo un ejemplo de las posibilidades únicas que ofrece Normandía para el turismo histórico. A los escenarios reales se suman múltiples museos. Al lado de Omaha Beach, por ejemplo, se halla el museo Overlord (el nombre de la operación de desembarco), con numerosos tanques y cañones originales.

Ante la alta densidad de memoria histórica, se impone de vez en cuando un reposo gastronómico. En Normandía se bebe una excelente sidra artesanal, que puede acompañarse con ostras o con vieiras – a estas les llaman en Francia coquilles Saint-Jacques-. Durante la temporada de pesca de las vieiras, entre noviembre y abril, resulta un espectáculo acercarse a la localidad de Port-en-Bessin-Huppain, la capital de las vieiras, a diez minutos de Omaha Beach, para ver descargar, en los muelles, las cajas de este molusco. Port-en-Bessin-Huppain también fue, por cierto, el punto de llegada de un oleoducto construido expresamente para aportar combustible a los miles de vehículos desembarcados.

La ruta por las playas desde las que se liberó Europa puede llevar días. Un lugar imprescindible es Arromanches-les-Bains. Allí se realizó la proeza de construir, en pocos días, con gigantescos bloques cemento transportados en barco desde Inglaterra, un puerto artificial que debía servir para descargar suministros para las tropas. Lord Mountbatten lo había anunciado así: “Ya que no disponemos de puertos (porque estaban en manos alemanas), nos llevaremos los nuestros”.

Otra visita que deja huella es la de Pointe du Hoc, en Criqueville-en-Bessin, ubicación estratégica de las fortificaciones costeras alemanas. Está en un acantilado, a 30 metros sobre el mar. Los ‘rangers’ –unidad de elite- estadounidenses tomaron la posición y la mantuvieron durante varios días, a un alto coste de vidas humanas. Un memorial y un museo lo recuerdan. Para ver el otro lado de la guerra, el de los perdedores, merece la pena acercarse al cementerio militar alemán de La Cambe. Allí descansan 21.300 soldados. En el “jardín de la paz” se plantaron 1.200 arces como símbolo de la reconciliación entre las naciones.

El recorrido por esta zona de Normandía quedaría incompleto sin las ciudades de Caen y Bayeux. La primera de ellas alberga el museo más importante desde el punto de vista de la historia contemporánea. El Memorial de Caen no sólo explica de modo muy creativo y solvente la II Guerra Mundial sino cómo se llegó a ella y cuáles fueron las consecuencias –la guerra fría- en el mundo posterior a 1945. Caen es la ciudad de Guillermo el Conquistador –o Guillermo el Bastardo-, que invadió Inglaterra en el siglo XI y la sometió. En Caen dejó una fortaleza imponente. Está enterrado en la iglesia de San Esteban. El templo sirvió de refugio a la población durante los incesantes bombardeos aliados, después del desembarco, para debilitar a los alemanes y allanar el camino hacia París.

En Bayeux hay un cementerio británico donde reposan más de 4.100 soldados de la Commonwealth. Muy cerca del camposanto se halla un memorial, erigido en el 2006 en colaboración con la oenegé Reporteros sin Fronteras, de homenaje a los corresponsales de guerra muertos en los conflictos bélicos y a todos los periodistas asesinados debido a su oficio. También en Bayeux hay una pieza histórica de alto valor, el célebre tapiz -una banda bordada de casi 70 metros de longitud y 50 centímetros de altura- en el que se narra la conquista normanda de Inglaterra y la batalla de Hastings (1066). Se cree que esta joya del arte textil data del año 1070.

La evocación de Guillermo el Conquistador refleja los vaivenes de la historia. Si el soberano normando se apoderó de Inglaterra en el siglo XI, nueve siglos después serían los británicos quienes ayudarían a los franceses a liberarse del yugo alemán. Y 75 años después del Día D, Francia y Gran Bretaña están de nuevo a punto de alejar sus destinos debido a la perspectiva del Brexit. Los pescadores ingleses y franceses están ya a la greña por la pesca de la vieira en el canal de la Mancha. Al inicio de la última temporada de captura, hubo un conflicto serio, un conato de ‘guerra de la vieira’. Los franceses temen que, si Londres abandona definitivamente la UE, las disputas pesqueras –y no sólo por la vieira- se agravarán. Frente al espíritu de 1944 se imponen los intereses del presente. El sacrificio de unos y la gratitud de otros se difumina en la niebla de una historia cada vez más remota, aunque aún queden protagonistas vivos y los camposantos de Normandía conserven el césped cuidado y flores frescas.

Normandía
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