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Internacionales
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La congresista rebelde

La entrada de Ilhan Omar en la cámara de Diputados de los Estados Unidos representa un quiebre de tradiciones y costumbres.

La congresista Ilhan Omar en el Capitolio, Washington. Reuters
La congresista Ilhan Omar en el Capitolio, Washington. Reuters

Para empezar, es mujer y relativamente joven (37 años). Para seguir, es musulmana. Y para terminar, es una exrefugiada de la guerra que azotó a Somalia en la década de 1990, en la cual las fuerzas armadas de su nueva patria, Estados Unidos, participaron.

Además, resultó electa como integrante del Partido Demócrata por el estado de Minnesota, un lugar mucho más asociado a inmigrantes escandinavos que a somalíes escapando de una catástrofe. Ah, y usa hijab, esa tela que cubre la cabeza de muchas mujeres musulmanas y que para muchos islamófobos es sinónimo de opresión, fanatismo y sharia.

Inmigrante

El año pasado, cuando entró a la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, lo hizo como parte de un grupo que hasta ahora es en promedio de edades el más joven en la historia de ese cuerpo legislativo, y también el más femenino. A diferencia de su colega de partido, Alexandria Ocasio-Cortez, no es la más joven en ser electa diputada, pero sí es, junto a Rashida Tlaib, la primera musulmana en ingresar a ese recinto.

Llegó a Estados Unidos siendo una niña y cuando empezó el liceo supo de primera mano lo que significa bullying. La empujaban, le pegaban chicles en su hijab, se burlaban de ella. “Mi padre me sentó y me dijo: ‘Ilhan, quienes te hacen eso no lo hacen porque no le caes bien. Lo hacen porque, en algún punto, se sienten amenazados por tu existencia’.”, contó Omar en una nota para The New York Times.

En esa misma publicación, la periodista Sheryl Stolberg, auguraba lo que le esperaba a Omar: “Es posiblemente la principiante más glorificada, pero también la más vilipendiada. Consiguió revertir una prohibición de cubrir la cabeza en el Congreso de 181 años, y apoya el movimiento de boicot a Israel (BDS) para presionar a ese país a que trate mejor a los palestinos, lo cual tiene nerviosos a líderes judíos”.

El presagio de Stolberg se cumplió, y Omar tuvo su primer gran conflicto por un tuit. Para criticar a la organización que hace lobby a favor de los intereses de Israel entre los políticos estadounidenses -Aipac- escribió en Twitter que todo lo que hacía esa entidad era sobre los “Benjamines”. Eso, en la jerga, significa que todo es por dinero. La equiparación “organización judía” e “interés monetario” inmediatamente fue criticada por antisemita y Omar se disculpó casi enseguida: “Sin ser consciente, usé una imagen antisemita”. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reclamó que Omar renunciara tanto a su lugar en Comité de Asuntos Exteriores, como a su banca de diputada.

Con todo, Omar no se llamó a silencio. Cuando poco tiempo después el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu fue a Estados Unidos y dio un discurso en Aipac, dijo: “Tómale la palabra a este Benjamin: no todo es sobre los Benjamines”. Ella respondió, por Twitter: “Y esto de un hombre acusado de haber recibido coimas. ¡Que pase el que sigue!”.

Aún así, ese conflicto no sería gran cosa en comparación con lo que vendría. En un discurso que Omar dio el 23 de marzo ante la organización CAIR (que hace lobby para promover los derechos y los intereses de la colectividad musulmana en Estados Unidos), Omar dijo: “Ahora resulta que porque alguna gente hizo algo (NdR: así se refirió al atentado del 11 de setiembre de 2001), todos los musulmanes empezamos a perder acceso a nuestras libertades civiles”.

La frase “alguna gente hizo algo” fue tomada por gran parte de los adversarios políticos de Omar y la ola de críticas, insultos y amenazas —un hombre fue arrestado luego de dejar grabado en el contestador de su oficina que le iba a “meter una bala en la cabeza”— fue tal que gente como Bernie Sanders y Elizabeth Warren, veteranos políticos del ala izquierda del Partido Demócrata, salieron a defenderla. Incluso adversarios dentro de su propio partido como Nancy Pelosi, se pronunciaron a su favor.

Ella, en tanto, continúa con el mismo tono desafiante que hasta ahora la ha caracterizado: “Nadie, por corrupto, inepto o perverso que sea, puede amenazar el amor incondicional que siento por este país. Seguiré, sin miedo, peleando por la igualdad de oportunidades en nuestra búsqueda de la felicidad para todos los estadounidenses”.

Todo indica que la congresista rebelde seguirá atrayendo las vituperaciones de sus críticos, y alimentando a ese complejo mediático que vive de titulares que dan pie para nuevos enfrentamientos políticos.

Cuando presionó a Elliott Abrams

En febrero, Omar, como parte del Comité de Asuntos Exteriores del Congreso, interrogó a Elliott Abrams, ahora “enviado especial a Venezuela” de la administración Trump. Ahí, Omar recordó que Abrams fue procesado y condenado por financiar ilegalmente a la milicia nicaragüense “Contras” (fue indultado luego por George H.W. Bush) además de calificar la política de la administración de Ronald Reagan en El Salvador (que incluyó varias masacres por parte de los militares apoyados por Estados Unidos) como “un logro fabuloso”. Abrams dijo que seguía calificando de esa manera la política exterior de Estados Unidos referida a El Salvador (“Desde entonces, ese país ha sido una democracia”) y se negó a responder más preguntas de Omar.

capitolio congresista Ilhan Omar

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