El escenario está preparado: el palacio presidencial de Finlandia reluce bajo el sol, y en su interior se darán la mano bajo cúpulas y lujosas lámparas este lunes los que son probablemente los dos hombres más poderosos del mundo, Donald Trump y Vladimir Putin.
El interés es enorme porque el presidente estadounidense Trump parece tener un extraño vínculo de simpatía con su homólogo ruso, pero también porque es el principal hito de una gira europea en la que antes se dedicó a despreciar la política de la canciller alemana, Angela Merkel, y de la primera ministra británica, Theresa May, así como a amenazar a todos los países de la Otan.
Pero asimismo porque coincidiendo con la primera cumbre entre Trump y Putin salieron a la luz más revelaciones sobre la presunta intervención rusa en la campaña electoral estadounidense en 2016.
El encuentro tiene una enorme repercusión internacional y hay acreditados 1.500 periodistas, pero es dudoso si al final habrá o no resultados concretos. Tampoco se sabe si podrá relanzarse una relación que pasa por sus peores momentos en décadas.
Por su parte, Putin tiene objetivos muy concretos. Quiere evitar que siga creciendo la presión estadounidense sobre Moscú. Rusia ha sobrellevado relativamente bien las sanciones hasta ahora, pero con la nueva ronda de abril Estados Unidos intervino de forma directa en la estructura de propiedad de importantes compañías rusas.