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La escuela del tercer milenio

Antes de aprender a  hablar, los bebés  tienen una visión del mundo adulta, para nada infantil, que es confiscada luego por el lenguaje, instrumento que usa la sociedad para convertirlos en niños tontos.

Integrantes de la Fundación Arbolar posan ante el octógono donde funciona la escuela viva.
Integrantes de la Fundación Arbolar posan ante el octógono donde funciona la escuela viva.

Por extraña o descabellada que parezca, esta visión ha sido fundamentada y sostenida por  la escuela fundada en Rusia con ideas traídas de Oriente por el armenio Jorge Gurdijeff y expuesta al detalle por él y por  su discípulo ruso, el académico Pedro Ouspensky. Ambos fundaron y mantuvieron por décadas una escuela en Fontainebleu, Francia. Allí expusieron ideas heterodoxas con medios   que en ocasiones parecían extravagantes.

La intuición sobre los primeros momentos de la vida humana, en este caso con sabor oriental,  tiene antecedentes dentro de los puntos de vista occidentales silenciados por la ciencia oficial.

Por ejemplo, el teólogo y poeta inglés Thomas Traherne consideraba que el niño tiende a desarrollarse a partir del advertimiento directo de la base unitiva de las cosas; pero luego el hábito impuesto del pensamiento analítico lo desvía, tanto en el plano psíquico como espiritual.

Apelando a la memoria de un momento de autoconsciencia, que son los recordados para siempre, Traherne trae un momento prodigioso del pasado, que todos hemos experimentado pero casi todos olvidado:

El paraíso perdido

"El grano era trigo resplandeciente e inmortal, nunca debía segarse ni nunca fue sembrado; había estado allí desde siempre  eran preciosos como el oro. Las puertas, al principio eran el fin del mundo. Los verdes árboles, cuando los vi por primera vez, me transportaron y embelesaron: su insólita belleza y dulzura hicieron palpitar mi corazón, casi loco de éxtasis. ¡Tan extraños y maravillosos eran!... Todas las cosas moraban eternamente donde se hallaban, en sus lugares propios. Niños  y niñas, jugando en la calle, eran joyas movientes. No sabía que hubiesen nacido ni debieran morir; la eternidad se manifestaba a la luz del día, y algo infinito aparecía detrás de cada cosa.Míos eran los cielos, el sol, la luna y las estrellas. Y así fue que con mucho trajín fui corrompido y se me hizo aprender las sucias tretas del mundo. Lo que ahora desaprendo y me torno por sí decir como un niño pequeño, para poder entrar en el reino que está todo en todo, todo es uno y todo es nuestro"

En el siglo XVII, Traherne relata sus percepciones iniciales y el aprendizaje que debió hacer y luego el arduo trabajo de desaprenderlo para recuperar la visión original.

La creatividad sin obstáculos

En el siglo XXI, en Rusia, en altas montañas  con valles rodeados de magalitos junto al mar Negro, hay desde 1994 una escuela que recupera  y desarrolla estos puntos de vista, gracias a la inspiración del educador Miguel Schtenin.

Schtenin rechaza los puntos de vista que parecen obvios sobre educación, que considera fundados en intereses políticos y económicos de los Estados modernos, y en el propósito de obtener un producto adecuado a sus necesidades. Tampoco acepta los puntos de vista alternativos.

En la escuela de Schtenin, los niños han  diseñado, construido y decorado su propio campus. En un año hacen toda la escuela secundaria y obtienen títulos terciarios a los 17 años.

Cocinan, realizan tareas administrativas y escriben sus propios libros de texto. Pasan de contemplar el sentido profundo del  universo a nadar en las aguas heladas de los deshielos.

Mediante la artesanía popular antigua han despertando la memoria ancestral que no está escrita en los libros.

No se preparan para la vida, como en la educación oficial que es un largo preámbulo en que la vida comienza al terminar la universidad, sino que la viven acá y ahora, como les es dada según la  naturaleza de cada uno. La finalidad es vivir ellos en conciencia y paz y traer ese modo de vivir de nuevo a la Tierra, de donde desertó hace siglos.

La escuela  de Schtenin permite ser testigo del poder creativo que tiene cada ser humano

No hay un proceso de admisión formal, todo depende del deseo propio del niño y de la capacidad de establecer una conexión con   Schtenin y los estudiantes.

La escuela toma  ideas de una aldeana siberiana llamada Anastasia, que pertenece a un grupo que se dice sobreviviente de la sabiduría de los Vedas.

Anastasia afirma que los los niños expuestos a los procesos naturales   desde su nacimiento, aprenden el verdadero significado de la vida:   la verdad, la alegría y el amor. La verdad penetra en su conciencia por sí misma, sin ayuda de nuestra intervención. Según Anastasia, hay que saber  preguntar al niño, podemos ofrecerle nuestra ayuda, pero siempre después de pedirle permiso.

Nuestros niños nacen en un mundo tecnológico donde su mejor amigo es la computadora, donde todo es artificial y copia burda de la naturaleza.

En Colón, Arbolar Escuela Viva

En la Fundación Arbolar, organización no gubernamental (ONG) que tiene su sede en Colón, Entre Ríos,  funciona un espacio pedagógico de Educación Libre para niños, en el que proponen acompañar su crecimiento respetando sus procesos de desarrollo de manera cuidada y amorosa, reconociendo su potencial individual, y donde, además, pueden expresar su ser en libertad.

En Arbolar sienten la vida misma como educación, en conexión e intercambio real y constante con otros seres, con la naturaleza externa e interna  y con la sabiduría e intereses propios.

Fue el 19 de abril de 2014 cuando abrió sus puertas este lugar  para los niños y sus familias,  pensado con  ambientes diversos, ricos y amables, donde “lo conquistado es útil para uno y para el otro, en donde los seres se reconocen a sí mismos, cuidan naturalmente de otros seres y disfrutan cada día en pleno estado de felicidad, aprendizaje y encuentro”.

Desde marzo de 2017, el espacio funciona en la sede Campo de Arbolar, donde pueden amplificar su vivencia en relación directa con la naturaleza.

​Un espacio de encuentro: Creciendo libres y felices

Arbolar es un espacio de encuentro de los niños con ellos mismos, con los otros niños, con la naturaleza, el arte y la comunidad. A través de sus propias experiencias los niños aprenden lo que necesitan para ir desarrollando su ser con creciente autonomía, conectados con sus deseos y responsables por sus acciones.

Los adultos no direccionan las actividades sino que acompañan sus procesos con presencia, amor y respeto por los tiempos y capacidades de cada niño, escuchando y atendiendo sus necesidades, facilitando herramientas, materiales y conocimientos para que ellos puedan continuar con su aprendizaje y poniendo los límites basados en acuerdos y marcados con amor para cuidar su integridad física y emocional.

Un espacio de encuentro con uno mismo: “Yo soy mi propio maestro”​

Desde Arbolar explican que confían y ven a diario la capacidad de autoaprendizaje como una cualidad innata de cada niño, y están convencidos que ellos van descubriendo por sí mismos aquellas cosas que necesitan experimentar para desarrollarse como personas creativas, felices, libres y responsables, conectadas con la naturaleza esencial de todo.

Espacio de encuentro con otros niños: “Mis compañeros son mis maestros”

En Arbolar creen que el ámbito natural para que un niño crezca es en un espacio con otros niños. Ellos aprenden de los otros y con los otros. El más pequeño aprende mirando e inspirándose en el más grande y éste aprende cuidando y compartiendo con el más pequeño. De este modo los compañeros son espejo, inspiración, respeto, desafío, ayuda,  escucha y mirada.

Valoran la diversidad que existe en el grupo donde cada niño proviene de familias con diferentes costumbres, creencias y estilos de vida, contextos sociales y económicos, lo cual enriquece el aprendizaje mutuo.

Además, respetan esa heterogeneidad y la hacen visible, valiosa y enriquecedora.

Un espacio de encuentro con la naturaleza: “La naturaleza es mi maestra”

En Arbolar, los niños tienen la posibilidad de  relacionarse directa y cotidianamente con los elementos naturales y los seres que lo habitan y a partir de una profunda observación aprender de ellos los ciclos de la vida, las relaciones entre la naturaleza, los seres humanos y el universo, la esencia de la existencia.

Despertar para siempre

El niño debe tener la oportunidad de que las  células de su cerebro se despierten  para funcionar toda su vida. Los mensajes contenidos en su   subconsciente pasarán así a su conciencia en forma de muchos nuevos pensamientos y descubrimientos.

Este es el ambiente que propicia la escuela de Tekos, construida y diseñada por los alumnos, lo mismo que el  curriculum.

En Tekos casi no hay profesores, sino  grupos de alumnos donde un mentor se encarga de cuatro más jóvenes.

No se preocupan   por las notas sino por la manera de explicar a los demás lo que aprendieron. Por sobre todo, aprenden a conocerse a sí mismos y a los demás. Las matemáticas no son importantes por sí mismas sino como  proceso hacia la Verdad.

De la Redacción de AIM.

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