En 1941, todo Brasil lloraba el primer radioteatro:
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“¡En busca de la felicidad!”
El drama había sido importado de Cuba y adaptado a la realidad nacional. Los personajes tenían dinero de sobra, pero eran desdichados. Cada vez que estaban a punto de alcanzar la felicidad, el Destino cruel echaba todo a perder. Así pasaron tres años, capítulo a capítulo, y ni las moscas volaban cuando llegaba la hora de la novela.
No había radios en algunas aldeas escondidas en el interior de Brasil. Pero siempre había alguien dispuesto a cabalgar unas cuantas leguas, escuchar el capítulo, memorizarlo bien y regresar al galope. Entonces el jinete contaba lo que había oído.
Y su relato, mucho más largo que el original, convocaba a una multitud de vecinos ávidos por saborear las últimas desgracias, con ese impagable placer de los pobres cuando pueden sentir lástima por los ricos.
Capítulo para el 11 de julio del libro Los Hijos de los Días de Eduardo Galeano.-