Ciento veinte años había demorado la construcción del templo de la diosa Artemisa, en Éfeso, que supo ser una de las maravillas del mundo.
El templo fue reducido a cenizas en una sola noche del año 356 de Cristo.
Nadie sabe quiénes lo habían creado. El nombre del asesino, en cambio, resuena todavía. Eróstrato, el incendiario, quiso pasar a la historia. Y pasó.
Capítulo para el 18 de julio del libro Los hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012, de Eduardo Galeano.-