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Política
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Los abusos desnudan una institución corrupta y manipuladora apañada por el poder

El juicio a violadores seriales vinculados a la Iglesia Católica Apostólica Romana (Icar) exponen cruda y dolorosamente prácticas naturalizadas en el seno de una de las instituciones más poderosas de Argentina, custodiados por una trama de poder que recorre cada médula del Estado de clase y patriarcal, que aún hoy sostiene relaciones feudales.  Por: Renzo Righelato*

Foto: archivo.
Foto: archivo.

Las investigaciones de la justicia sobre abusos en el seno de la Icar avanzan a pasos agigantados con el impulso mediático. Las violaciones (esa red de pedofilia interna, silenciosa, privada e inmaculada de la grey opresa) expone un problema estructural en carne viva: la Santa Trinidad (poder, dinero y sexo) de una de las instituciones con mayor tráfico de influencias, recursos y manipulación de Latinoamérica.

Cada paso que da la justicia deja en evidencia una compleja estructura de encubrimientos que llegarían hasta la cúspide de la Icar y podría rozar al mismo Jorge Bergoglio, hoy monarca del Estado del Vaticano (Status Civitatis Vaticanæ).

No son “demonios” o “monstruos” aislados los que abusaron de niños y niñas. Son hombres (quienes se autoperciben como “padres”) -con la complicidad de mujeres (conocidas como “monjas”), en el norte del país- quienes forman parte de una red de poder, dinero y sexo que recorre el ADN de la Icar (Estado del Vaticano), sostenida económicamente por el Estado Argentino y los Gobiernos (provinciales y locales).

El mal se vuelve banal intencionalmente, para exculpar a una institución que combate al otro, somete, violenta, abusa, influye y destruye. El escándalo atraviesa sus muros hasta el absurdo de protocolos para que los párrocos no se queden solos con menores, pero eso es un detalle más.

La Iglesia es en sí una organización mafiosa, que forma cuadros políticos -en los barrios, escuelas y universidades- que se colocan como piezas en el engranaje del cada uno de los Poderes del Estado.

El clero “sin fines de lucro”, lucra con cada paso. Un Estado estamental dentro del Estado Argentino, es subsidiado perenemente desde lo más insignificante de su existencia hasta lo más grandilocuente (sueldos por encima de lo que cobra cualquier obrero sin contraprestación; exenciones impositivas; subsidios a centros de reunión (iglesias), encuentros y organizaciones satélites; financiación a escuelas públicas de gestión privada…). La financiación del Estado a la Iglesia es una paradoja, ya que atenta contra sus propios fines. Atenta contra el ciudadano y su emancipación, ya que la Icar -como otras organizaciones religiosas de manipulación de masas- clausura debates y pone obstáculos a lo que va contra su ideología medieval. Lo observamos con las escuelas públicas (en el norte) o las públicas de gestión privada en Entre Ríos en las que se enseña religión (en contra de los principios científicos modernos); o en el lobby que hace la corporación cristiana contra el aborto legal, seguro y gratuito en el Parlamento de la República.

Los Gobiernos, no hablan de “la puta de Babilonia”, su corrupción y sus funcionarios. Suspenden el juicio e invitan al clero (junto a sus recicladas sociedades del 10 de diciembre) a actos del Estado o mítines de partidos tradicionales.

De la mafia de la Icar -y sus pares -  nadie habla. Es algo siniestro; está ahí, todos saben, pero mejor no decirlo. Sin embargo, las relaciones feudales del Estado se socavarán más temprano que tarde...

*Renzo Righelato, director periodístico AIM.

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