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Luchar contra la desertificación y la sequía

El 19 de diciembre de 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó que el 17 de junio se celebre el Día mundial de lucha contra la desertificación y la sequía. Ese mismo año, en ese día se había aprobado la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los países afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África. La campaña de este año, de cuya organización se encarga Turquía, gira en torno al lema "Construyamos el futuro juntos", registró AIM.

Región del Darfur Septentrional (Sudán) .Foto UNAMID/
Región del Darfur Septentrional (Sudán) .Foto UNAMID/

Durante esta jornada, se invita a los Estados a que dediquen el Día Mundial con el objetivo de sensibilizar la opinión pública respecto de la necesidad de cooperación internacional para luchar contra la desertificación y los efectos de la sequía y respecto de la aplicación de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. En la actualidad 194 Países Parte, entre ellos Argentina, ratificaron este acuerdo, que apunta a mejorar la productividad de la tierra, restaurar y conservar los suelos y establecer una mejor utilización de los recursos hídricos.

La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas.

Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes. La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.

Los efectos de la desertificación los sufren directamente unos 250 millones de personas, mientras que unos 1000 millones se encuentran en zonas de riesgo repartidas en más de cien países. Entre ellos se encuentran las personas más pobres, marginadas y sin representación política.

Cada 17 de junio celebramos el Día mundial para combatir la desertificación y la sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.

Construyamos juntos el futuro

Con motivo del 25º aniversario de la adopción de la Convención de Naciones Unidas contra la Desertificación (CLD), el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, pone este año de relieve los progresos globales en materia de gestión sostenible del suelo. La campaña de este año, de cuya organización se encarga Turquía, gira en torno al lema "Construyamos el futuro juntos".

Este 17 de junio también sirve para mirar al horizonte de los próximos 25 años, durante los cuales se espera detener la degradación de la tierra en todo el planeta.

¿Imaginas un mundo donde los avances contra la degradación del suelo nos ayuden a frenarla completamente y a reducir la pobreza global, mejorar la seguridad alimentaria y del agua, y a progresar en la mitigación y adaptación al cambio climático?

Suelo y sequía

"De cara a 2025, 1800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua. Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos".

Hablamos de una compleja amenazada medioambiental que irrumpe con fuerza en el ámbito socioeconómico, causando más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural.

Tierra y seguridad humana

“En 2045 alrededor de 135 millones de personas en todo el mundo pueden haber sido desplazadas como consecuencia de la desertificación".

Frenar la degradación de nuestros suelos- mediante la rehabilitación de tierras, la expansión de terrenos gestionados sosteniblemente y el incremento de iniciativas de reparación de terrenos— es una de las principales vías hacia una mayor capacidad de adaptación y un mejor equilibrio ecológico.

Los suelos y el clima

"La restauración de suelos en ecosistemas ya degradados puede conducir a la absorción y almacenaje de hasta 3000 millones de toneladas de carbono cada año".

Las actividades del uso de suelos representan casi el 25% de las emisiones globales de CO2. Por lo tanto, las mejoras en este sector, junto con un uso más sostenible de las tierras, son fundamentales para ayudar a combatir el cambio climático.

La desertificación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible afirma que «estamos decididos a proteger el planeta contra la degradación, incluso mediante el consumo y la producción sostenibles, la gestión sostenible de sus recursos naturales y medidas urgentes para hacer frente al cambio climático, de manera que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras». Específicamente, el Objetivo 15 recoge nuestra determinación a detener y revertir la degradación de la tierra.

Desertificación

Degradación medioambiental

El fenómeno de la desertificación es uno de los principales retos medioambientales de nuestro tiempo. Sin embargo, la mayoría de nosotros nunca hemos oído hablar de esta cuestión o desconocemos la dimensión del problema.

Si bien incluye también la invasión de las tierras por dunas, la desertificación no hace referencia al avance de los desiertos. Se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas —como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada— y a los cambios climáticos.

La desertificación se produce por:

La desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo, debido a la tala de árboles y arbustos por su valor maderero, uso como combustible o para obtener tierras para cultivos.

El sobrepastoreo, o excesiva carga ganadera, impide la regeneración de las plantas al ritmo que son consumidas por los animales, que con sus pisadas destruyen la capa superior del suelo.

La agricultura intensiva, que agota los nutrientes del suelo.

En estas circunstancias, el viento y el agua se encargan del resto. Agravan la situación arrastrando la capa superficial de suelo fértil y dejando atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.

Efectos de la desertificación

La desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la ecoseguridad, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.

Los ecosistemas de las zonas secas son ya frágiles de por sí. Su degradación puede tener efectos devastadores para la población, la cabaña ganadera y el medio ambiente. Millones de personas se verán desplazadas en los próximos años como consecuencia de la desertificación.

Este fenómeno no es nuevo. De hecho ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad, contribuyendo a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.

Desertificación y pobreza

De los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2000 millones de personas, noventa por ciento de las cuales vive en países en desarrollo.

La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. En estas tierras de baja productividad se inicia así una espiral descendente que acaba con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.

Cuando estas tierras no pueden sustentar más a la población, se inicia la migración de las zonas rurales a las urbanas.

Con el aumento de la frecuencia y el rigor de las sequías, a consecuencia del cambio climático, es probable que el fenómeno de la desertificación se intensifique.

Hacia un desarrollo sostenible

En la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río de Janeiro en 1992, la desertificación, junto con el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, se catalogó como uno de los mayores retos a los que se enfrenta el desarrollo sostenible.

Los países signatarios de la Convención para Combatir la Desertificación, aprobada en 1994, colaboran para mantener y restaurar la productividad de las tierras y los suelos, así como para mitigar los efectos de las sequías en las zonas secas, habitadas por las personas y los ecosistemas más vulnerables del planeta.

¿Qué podemos hacer?

Reforestar y regenerar las especies arbóreas.

Mejorar la gestión del agua, mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.

Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.

Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal.

Posibilitar el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas mediante la poda selectiva. Los residuos de la poda se pueden emplear para abonar los campos, y así aumentar la capacidad de retención de agua del suelo y reducir la evapotranspiración.

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