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Política
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Retenciones: una medida de emergencia ante un escenario que demanda consensos a largo plazo

La falta de divisas ha obligado al gobierno nacional a un ajuste de los impuestos a las exportaciones agropecuarias. Se trata de una “motivación fiscal” que obliga a una medida coyuntural, analizó para AIM el analista y docente universitario Claudio Coronel, sobre las últimas noticias económicas. Ahora bien el impacto no sólo es recaudatorio, apuntó, ya que también incide en el mercado interno de consumo. De todas maneras, el académico planteo un sistema de retenciones sea diferenciado y la necesidad de un crecimiento de base industrial.[{adj:66139 alignright}]

“El principal problema que tiene la Argentina tiene que ver con la famosa ‘restricción externa’, es decir, la incapacidad de generar todas las divisas necesarias para sostener un crecimiento sostenible en el tiempo. La generación de esas divisas viene en buena medida de lo que comúnmente definimos como el ‘campo’, o sea, la producción de alimentos. Las mal llamadas retenciones (son derechos de exportación) tienden a desalentar la producción y exportación de los bienes o servicios que con ellas se graven, ya que terminan por reducir el precio efectivo (y con ello la ganancia) que percibe el vendedor. Entonces ¿Por qué se aplican? Sin duda existe una motivación fiscal, pero no debería ser la única”, comenzó a explicar a este Agencia Coronel, docente de Macroeconomía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Uner). “La motivación fiscal –continuó– tiene que ver con que existe un déficit fiscal que debe atenderse tarde o temprano, aunque reducir dicho déficit no debe ser el eje de la política económica (ni un objetivo per se), sino una meta al alcanzar en el camino al desarrollo socioeconómico. En ese proceso que implica el desarrollo, ese tan anhelado equilibrio fiscal podrá oscilar en más o menos, según las necesidades y las posibilidades así lo permitan”.

Otros fines

Sobre la modificación de las retenciones o más correctamente denominados derechos de exportación, el docente plantea “tienen otro lado que constituye una segunda motivación: reducir el precio interno de los bienes que se exportan. Una devaluación genera automáticamente un incremento en el precio medido en pesos del exportador y con ello, probablemente, también en su ganancia en el corto plazo, aun cuando sus estructuras de costos existan insumos dolarizados, ya que existe un costo que no lo está: el salario (junto con algunos otros bienes y servicios, obviamente). La fuerte depreciación sufrida por el peso en estos últimos años generó que los salarios perdieran enormemente su poder de compra y que su participación como retribución a los factores productivos en la generación de ingreso disminuyera (aun cuando el ingreso total de la economía también disminuyó, lo que agrava el cuadro), provocando una distribución regresiva de los ingresos. Esto ocurre, en buena medida, porque Argentina produce y exporta —fundamentalmente— alimentos y derivados; bienes que explican la principal parte de la estructura de gastos de los hogares”, observó.

“Resumiendo esta primera idea, la devaluación genera un aumento en el precio que recibe medido en pesos el productor, el cual, sin lugar a dudas, trasladará al mercado local, ya que, en principio, no querrá vender su producción a un precio menor al que recibirá de un cliente del exterior, sumado al hecho de que algunos de sus insumos también aumentarán. Esto genera una ganancia inmediata que no es atribuible de ninguna manera al productor y que castiga fuertemente al bolsillo de los trabajadores que reciben su retribución en pesos.

Las retenciones pueden ayudar reduciendo ese precio, morigerando entonces el impacto negativo descripto anteriormente, a la vez que mejoran la situación fiscal, permitiendo tomar medidas para reactivar el consumo interno. A pesar de ello, habría que trabajar en que el esquema de retenciones sea diferenciado para que el impuesto sea, dentro de los que son gravados, lo más progresivo posible y no castigue a los pequeños productores: tarea poco sencilla”, admitió.

Crecimiento e industrialización postergadas

¿Cómo se llega a este esquema por de más complejo? Para el académico consultado, “la restricción externa no es solo por la poca generación de divisas, sino por el fuerte consumo de ellas, sobre todo, cuando hay reactivación económica (porque aumentan fuerte las importaciones). El gobierno saliente levantó como una de sus banderas la situación del Balance Comercial (básicamente, la diferencia entre exportaciones e importaciones), la cual, si bien es cierto que mejoró, se explica por una mayor primarización de las exportaciones y una muy fuerte caída de las importaciones, producto de la ya conocida recesión económica. Siendo que es necesario crecer y que, con ello, aumentarán las importaciones de insumos (esto muestra la insustentabilidad de ese superávit comercial), resulta necesario orientar el flujo de divisas hacia las actividades productivas, por lo que parece razonable encarecer las compras en el exterior con tarjeta de crédito y las vinculadas fundamentalmente al turismo, de lo contrario, las reservas no serán suficientes, abriendo la puerta a una crisis muchísimo mayor a esta”.

No obstante esta descripción del contexto que pueden llegar a explicar las razones de las medidas anunciadas por el gobierno de Alberto Fernández, Coronel plantea que “resulta necesario remarcar que son acciones coyunturales y casi de emergencia, ya que el problema de la Argentina es estructural y está vinculado, principalmente, a su estructura productiva. Si el criterio de actualizar derechos, en el caso de las exportaciones y de imponer impuestos, para las compras con tarjeta de crédito en el exterior, es meramente fiscal, se terminarán por derrumbar por su propia inconsistencia. Para que la Argentina pueda desarrollarse, son necesario consensos y planes de largo plazo, de modo que trasciendan a los gobiernos de turno; pero siempre, con una impronta industrial”, concluyó el consultor económico.

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