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Política
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Tanatópolis, o la puja por el sentido común

Por Ignacio D’angelo Santo, especial para AIM. “Hace 80 días que no la pongo” decía tímidamente un manifestante tapando su rostro frente a cámara, quejándose del aislamiento obligatorio. Previamente, otro manifestante contaba furioso que se habían probado los tests en papayas en Tanzania y que habían dado positivo, dando a entender “la farsa” de las pruebas. En un costado un grupo de manifestantes coreaban consignas como que “habían votado a Fernández y no a Soros”, como culpable de la “falsa pandemia”. Los carteles de “No a la infectadura” surcaban la multitud rompiendo la barrera de la distancia social, en una gris Buenos Aires de sábado otoñal. Sin embargo, en el medio de este crisol protestante, un artesano se lamentaba que no tenía ingresos por no trabajar.

Tanatópolis, o la puja por el sentido común
Tanatópolis, o la puja por el sentido común

Del otro lado del Atlántico, en el barrio de Salamanca en Madrid manifestantes salieron a las calles sosteniendo carteles con consignas como “Queremos libertad, no comunismo”, “#RenunciaSanchez”, o “Fuera la dictadura socialista”. Estas protestas fueron la expresión de la fuerza movilizadora del emergente partido ultraderechista Vox, flamante llegado al Congreso de Diputados, en articulación con el (¿renovado?) Partido Popular.

Más allá de las particularidades de sus consignas, las movilizaciones en Madrid y Buenos Aires son un síntoma de la época en cuanto a la construcción de un nuevo sentido común. Las mismas se encuentran atravesadas por fuerzas micropolíticas a analizar. Es decir, conceptos como “comunismo”, “populismo”, “libertad”, “socialismo”, lejos de ser semánticos vacíos se convierten en poderosos móviles semánticos que capitalizan la incertidumbre y angustia social actual para provocar su eclosión. Ya no se repara en el aspecto ético, sino en la estética de la consigna que en conjunción con el aspecto viral de las redes sociales intentan instaurar una subjetividad determinada.

De los cacerolazos por “miserable” y el ajuste de sueldos de funcionarios a las “caravanas por la libertad” pasando por los #Cayeborroka madrileños ¿Qué hay detrás de estas manifestaciones? ¿Está en peligro la democracia con el confinamiento? ¿Será la “infectadura”?

Para la libertad, sangro, lucho…y pervivo

Con la instauración del aislamiento social preventivo y obligatorio (Aspo) Alberto Fernández pudo destrabar los clivajes intra-frentistas y así ganar la centralidad política; consolidando su liderazgo y a su vez ganando oxígeno en el medio de las negociaciones por la reestructuración de deuda. Con su hábil equilibrismo característico, Fernández planteó una retórica de consenso mostrando la articulación de sus políticas sanitarias junto a Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof.

Tal fue la efectividad, y la excepcionalidad frente a la polarización política reinante por años, que el presidente alcanzó un récord de popularidad hacia fines de marzo de 93 por ciento y una aprobación de gestión del 80 por ciento. Todo iba bien…pero pasaron cosas.

Con la consigna “bájense el sueldo”, Fernández experimentó su primer cacerolazo en contra hacia fines de marzo, coincidente con la acusación hecha al CEO de Techint Paolo Rocca de “miserable” por echar a 1.450 trabajadores en plena pandemia. Más tarde, casi un mes después, tuvo su réplica ante la “liberación masiva de presos” debido a la crisis de los presos en Devoto; continuando con “la Revolución de los Barbijos contra el comunismo” el 7 de mayo y finalizando con las marchas por “la libertad” el 25 y 30 de ese mismo mes.

Lo cierto es que estas manifestaciones fueron el intento de imponer su agenda, con un presidente que ya encontraba su liderazgo asentado. Con el debate político fuera de juego, dejándole lugar a la política de lo absurdo, Juntos por el Cambio continuó su estrategia post Paso de representar aquellos sectores antiperonistas, el empresariado argentino y el agro, en conjunción con las familias de clase media cuyos ahorros fueron confiscados en la crisis del 2001 y que en su momento se unieron a los piqueteros en las plazas de diciembre de ese año, donde la grieta había desaparecido ante el colapso social y político.

Si bien Macri abandonó Balcarce 50 en diciembre, el modo de vida representado por Juntos por el Cambio – incluso antes de llegar al poder, como fuerza subterránea al kirchnerismo – se ha consolidado en la vida cultural argentina. Pero ¿cómo?

A través de una estrategia de guerrilla digital, las protestas se orquestaron desde las redes sociales. La realización de consultas sociales de ciertos tópicos luego devenía en la conformación de un mensaje que era promovido por nodos militantes para después ser viralizado.

Por su parte, exponentes periodísticos afines ratificaban o rectificaban ese mensaje ampliando la visibilidad entre sus seguidores. Con la dinámica afirmación/negación y apoyo/descrédito, las conversaciones online sobre los tópicos aumentan, teniendo como agregado los datos que cada usuario aporta, otorgándole la falsedad de datos que robustecen la versión a instalar. Puede ser que al leerlo te parezca delirante, pero mejor multiplicá este sistema de mensajes por miles de usuarios que a su vez poseen cientos de seguidores. Cada micro universo usuarios con cientos de seguidores establece un tema de relevancia creando agenda, sumado a la cantidad de tiempo promedio que pasamos frente a las redes y a la televisión debido al confinamiento. Así se cocina un sentido común en la era digital.

La estrategia fue efectiva, y la oposición ha dominado la agenda más de una vez durante estos meses. Si bien las manifestaciones tuvieron como focos los barrios porteños de Recoleta, Belgrano, Palermo, Villa Crespo en las últimas dos (25 y 30 de mayo) se desplazaron al centro de la ciudad y alrededores – Obelisco, Plaza de Mayo y Tigre – teniendo una concurrencia más heterogénea.

Esto es producto de dos factores primordiales que se retroalimentan: la capitalización de la angustia y la incertidumbre de la población por parte de la oposición, y la ineficacia gubernamental para la asistencia a los sectores informales con el Ingreso Familiar de Emergencia, al menos previo a la llegada de Fernanda Raverta al frente de Anses; y las dificultades de acceso de las Pymes y monotributistas a créditos a tasas del 24 por ciento en bancos privados.

En este contexto, el discurso promovido por Juntos por el Cambio junto a Jóvenes Libertarios sobre la defensa de las libertades individuales, la anti-corrupción, el hartazgo de la presión impositiva y el descrédito de la clase política tuvo su caldo de cultivo, sumado a ya su radicalizado discurso contra el confinamiento preventivo. Es por ello por lo que el discurso de la defensa de la libertad de circulación, en realidad soslaya la intención de ciertos sectores de ejercer presión para la salida del aislamiento. ¿Pero quienes? Al fin y al cabo ¿Qué es para ellos la libertad?

Con mis privilegios, no: quién es quién y el diccionario libertario

Casi como un espejo que a medida que nos reflejamos en él se va agrietando cada vez más, la pandemia desnudó las deficiencias estructurales de todas las sociedades. A diferencia de algunos que creen que volveremos a un capitalismo de consumo y productivo, los vacíos creados por las crisis – como las del ’29 y 2008 – suponen oportunidades para la reproducción capitalista, en este caso en su faz neoliberal.

Existen varios actores promotores del discurso expuesto previamente, y que buscan presionar al gobierno para la conservación y proyección de sus intereses. En primer lugar, los economistas mediáticos neoliberales se posicionan como figuras emergentes que promueven un discurso anti estatal, teniendo al mercado como única regulación válida. De este modo, nada puede impedir al empresariado la continuidad de su negocio – según su discurso – sintetizado en su recurrente “defensores de la libertad”. Cualquier cosa puede detenerse, menos la reproducción del capital.

Con una estética fresca y juvenil, su ámbito de difusión se da en televisión y redes sociales teniendo su séquito en los jóvenes, los cuales poseen dificultades de inserción laboral. Para ellos, cualquier obstrucción a la libre reproducción del capital es una excepción, y por lo tanto “comunista”; por lo que el estado suele ser catalogado de comunista. Detrás de ellos se ubican los libertarios ideologicistas quienes aportan volumen con sus tesis de que el Estado es un monstruo legitimado que obstruye la libre realización individual, entendiendo a la política como proceso de libre elección que actúa de forma contraria y corrupta debido a los intereses particulares de funcionarios.

El ala dura de Juntos por el Cambio, encabezada por Patricia Bullrich en conjunto con Miguel ángel Pichetto, Waldo Wolff, Fernando Iglesias y Mario Negri, quizás sea el actor más competitivo políticamente. En vistas a las próximas elecciones, el espacio político del ex presidente Macri sufre de tensiones ante la sociedad política entre Rodriguez Larreta-Fernández. Es aquí un esquema de fuegos cruzados, donde las cacerolas no dejan de ser “una ferviente resistencia al populismo” sino un fuego amigo para presionar al actual Jefe de Gobierno Porteño. Con amplia cobertura mediática, JxC sufre los efectos de la renovación del espacio, cuya identidad se ve sintetizada en el binomio Bullrich-Pichetto.

Sin embargo, el sector más interesante para observar es el de los narcisistas, los cuales reproducen en redes el mensaje anti-confinamiento, ya sea bajo una estética positiva o conservadora. El neoliberalismo, como proyecto cultural a escala global ha instaurado un modo de vida creando una identidad narcisista, cuyo hedonismo e individualismo se convierte en la vía indefectible hacia la felicidad y realización personal. Al fin y al cabo, el neoliberalismo se convierte en un reproductor de narcisistas, y no de pequeños empresarios como pregona.

En un contexto de pandemia, las miserias se desnudan, como sostenía Camus en su obra “La Peste”, pero el escepticismo nihilista de los efectos de la pandemia lleva inevitablemente al peligro en cuanto a cuidado social, siendo aquí el punto en el que se contraponen los comportamientos entre Oriente y Occidente en cuanto a medidas de prevención difieren debido al concepto de libertad instaurado.

Tanatópolis, la necropolítica y el culto al miedo

“No sé si es Baires o Madrid” cantaba Fito en su Pétalo de Sal junto a Spinetta. En este entrelazado de fuerzas, el Buenos Aires de libertarios y defensores del cambio también se confunde con el Madrid de Vox y neoaznaristas. La cooptación de sensibilidades y afectividades por parte de sus estrategias discursivas han conducido al rompimiento de lazos de solidaridad y al escepticismo frente a la realidad. El egoísmo como pilar del modo de vida neoliberal se torna un desafío en la conducción de una sociedad en tiempos de pandemia, aún cuando atemorizan las imágenes de fosas comunes en Manaus y Nueva York, pasando por las cremaciones callejeras en Guayaquil y el desfile de féretros en Bérgamo. Cualquiera de ellas siendo ejemplos de cómo una ciudad se transforma en Tanatópolis, o ciudad de muerte. Y cómo liderazgos como los de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Lenin Moreno son el culto a la necropolítica en favor de una (falsa) libertad irrestricta, en donde prima la defensa de la propiedad privada por encima del de la vida.

En los términos libertarios esa libertad irrestricta no existe. Sólo existe un telón discursivo como justificación de una dominación autoritaria, y hasta neofascista, de un grupo privilegiado. En este contexto, cualquier reclamo no representado puede ser capitalizado para la exaltación de una frustración u odio. Cualquier reclamo devenido en frustración u odio, en la vertiginosidad de un mundo global y de incertidumbre como el de hoy, puede ser arrastrado hacia una marcha delirante. Cualquier marcha delirante puede ser un caldo de cultivo para un movimiento proto fascista. Cualquier movimiento proto fascista puede cooptar una ciudad. Cualquier ciudad, puede mañana ser una Tanatópolis.

*Ignacio D’angelo Santo, politólogo y RRII.

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