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Política
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Por una Nueva Economía: Es una tarea de todos frenar la “locomotora destructiva”

El proyecto de extensión Por una Nueva Economía de la Facultad de ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, realizó un duro diagnóstico sobre las políticas económicas de Argentina.  “La llegada de Macri implicó dejar zona liberada a la mega especulación financiera y a los grandes grupos empresariales amigos del poder político”, aseguraron a AIM.

 

En el marco de la convocatoria a un seminario intensivo de Economía Argentina, el titular del proyecto de extensión, Luís Lafferriere, aseguró que hay que “frenar la locomotora destructiva del proyecto neocolonial, para impedir la desintegración social y la total entrega de nuestra Nación, es una tarea que nos compete a todos los argentinos”.

Foto: Archivo.
Foto: Archivo.

En ese marco, se explica que la sociedad argentina se halla inserta dentro del sistema mundial capitalista, que es la forma de organización social que abarca la casi totalidad de nuestro planeta. No obstante, en el caso de nuestro país, se trata de una inserción dependiente y subordinada a los centros de poder mundial. Esto ha llevado a lo largo de su historia a tener diferentes modalidades de dependencia, con distintos modelos de funcionamiento económico y social, que se suceden luego de sucesivas crisis estructurales que le ponen fin a cada etapa.

En los primeros años de la década del setenta del siglo XX la sociedad argentina vivía una situación compleja, donde coexistía una creciente conflictividad social con importantes avances en términos económicos, sociales, laborales, educativos, etc. Eran los años de la culminación de un ciclo expansivo de la segunda fase del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que había puesto a la Argentina en un lugar privilegiado dentro de los países sudamericanos.

A pesar de que se trataba de un país capitalista dependiente y periférico, las condiciones generales eran relativamente buenas. La pobreza era casi excepcional y limitada a núcleos muy reducidos de algunas zonas del territorio, la desocupación estaba en niveles mínimos, el grueso de los trabajadores tenía empleo formal y estaba protegido por la legislación laboral y previsional, el sistema educativo estaba entre los de mejor calidad de todo el continente y cumplía un rol importante como igualador de oportunidades sociales. La economía mostraba avances significativos en la sustitución compleja de importaciones, con una industria más integrada y núcleo central del crecimiento, un agro más diversificado, y desarrollos del sistema científico-tecnológico que ponían una base esperanzadora sobre el potencial futuro del sector. Una movilidad social ascendente y generalizada y una clase media extendida en la estructura social mostraban a la Argentina como uno de los países de menor desigualdad distributiva.

A mediados de los años setenta se desató un vendaval que hizo retroceder al país por muchas décadas. Un proyecto de concentración, saqueo y genocidio provocó una de las crisis más profundas y prolongadas de nuestra historia. Importantes cambios estructurales iniciados por la última dictadura y profundizados por el justicialismo en la década del ’90, llevaron a una reprimarización distorsionada de la economía y una creciente desintegración social y cultural.

 

A lo largo de la crisis, pero en especial en la segunda mitad de la nefasta década del ’90, se esbozaron las grandes líneas de un nuevo modelo de capitalismo dependiente en la Argentina, en este caso neocolonial, extractivista depredador, de saqueo y corrupción, que pasará durante siete/ocho años por una primera fase expansiva de consumismo y subsidios clientelares, fase que luego se fue agotando y entrando en una meseta de estancamiento y recesión.

La notable expansión económica que se produce a partir del 2003 pondrá en evidencia ese nuevo modelo económico-social, que delineado en los últimos años del siglo XX se desplegará con fuerza desde entonces, y llevará a la Argentina por un crecimiento económico a tasas elevadas como nunca antes se habían conocido. En paralelo, el gobierno justicialista agitará nuevamente un discurso setentista e insistirá en señalar que se habría retornado a períodos de industrialización y justicia social similares a los tiempos de la ISI. Un relato que también intentaba diferenciarse de las políticas neoliberales de los años noventa.

No obstante ese relato fantástico, valen dos aclaraciones. Una, que no se trataba de realidades similares, ya que la ISI de los años ’60 y ’70 del siglo XX no tiene nada que ver con el neocolonialismo depredador, de saqueo y corrupción, vigente en lo que va de este siglo. La otra, que además, asistimos hace tiempo al fin de esa primera etapa virtuosa del modelo neocolonial, de consumismo y subsidios clientelares, asomando luego una nueva fase mucho más preocupante, de mayor ajuste y represión. Un proceso que se perfilaba tibiamente durante los últimos años del gobierno anterior, y que el actual lo profundizó sin anestesia, con una convicción de entrega, perversidad e hipocresía como pocas veces sucedió durante un gobierno democrático.

 

Un nuevo modelo… Nada que ver con la ISI…

Si observamos en términos comparativos los principales indicadores económicos y sociales de la Argentina de los años setenta del Siglo XX con los de esa primera década desperdiciada del siglo XXI, veremos que no se trata de la misma economía ni de la misma sociedad.

A pesar del crecimiento económico inédito que tuvimos, la pobreza azotaba a más de un cuarto de la población, los problemas de desempleo, subempleo y precarización laboral impactaban sobre más de la mitad de la PEA, se fue desintegrado el cuerpo social con un deterioro fenomenal de los sistemas de salud y educación, todo ello en el marco de una fuerte desigualdad distributiva, niveles de corrupción oficial escandalosos y una inseguridad creciendo hasta el infinito.

La economía siguió concentrada y extranjerizada en un puñado de grandes corporaciones transnacionales, y en el agro avanzando un proceso de monoproducción de soja transgénica en detrimento de la diversidad productiva, de la soberanía alimentaria y de la sustentabilidad social y ambiental.

 

De consumismo y subsidios clientelares, a ajuste y represión

Para el 2011/2012 ya se observaban los primeros síntomas del fin de un ciclo expansivo (iniciado en el año 2003), a medida que se fueron agotando los motores que favorecieron el crecimiento en este período. Y en el último año del gobierno anterior, el 2015, sólo quedaban unos pocos factores de orden externo que favorecían de manera excepcional a la Argentina, en especial el precio de la soja en el mercado mundial (que fue declinando), y la aún importante demanda del mercado chino, cuyos valores permitieron elevados ingresos a las arcas públicas y con ello ocultar parcialmente los graves desequilibrios económicos y sociales que fue generando este nuevo modelo económico que yo denomino neocolonial extractivista depredador, de saqueo y corrupción.

En este contexto, el gobierno que pregonaba la plena vigencia de los derechos humanos (aunque sólos limitados a lo sucedido en la Argentina de hace treinta años, y muy parcialmente), comenzaba a mostrar cada vez más su cara represiva y concentradora, lo que evidenciaba un claro cambio de rumbo. Y a pesar de las muestras notorias de sumisión a la usura internacional y a las corporaciones del imperio, esgrimía un discurso de una supuesta lucha contra los buitres.

El cambio de gobierno a partir de diciembre de 2015 aseguró una continuidad esencial del modelo vigente, aunque con un agravamiento inédito de las condiciones económicas, sociales y ambientales existentes hasta entonces, lo que luego de más de tres años y medio nos lleva a un escenario catastrófico y con final abierto, que dependerá de cómo los sectores mayoritarios resistan los eventuales ajustes futuros.

 

Menos subsidios, mucho menos consumismo, pero más ajuste y represión

La llegada de Macri implicó dejar zona liberada a la mega especulación financiera y a los grandes grupos empresariales amigos del poder político. Se despliega en el país lo que denominé en un comienzo “el vandalismo de las corporaciones”, que como lobos sueltos a cargo del gallinero, inician un proceso de acumulación y saqueo de riquezas de manera desenfrenada, a costa de los bienes comunes, del patrimonio público y del sacrificio de los ingresos de los sectores mayoritarios de la población.

Las falsas promesas de campaña pusieron en evidencia la hipocresía gobernante a medida que transcurría la nueva gestión. La negación de que se devaluaría el peso, la búsqueda de la pobreza cero, la eliminación del impuesto a las ganancias para los trabajadores, la rápida disminución de la inflación, la negación a cualquier ajuste previsional que perjudicara a los jubilados, ocultaban la cara perversa de la banda corrupta que en el gobierno hizo todo lo contrario. Los argentinos asistimos a una dura crisis autogenerada por las propias políticas públicas, con una inflación creciente y desenfrenada alentada por el propio gobierno, con un endeudamiento externo sin precedentes para conseguir dólares que serán usados por la usura y el parasitismo especulador para fugar las riquezas ilícitas que obtienen a partir de la sobreexplotación del trabajo, la apropiación feroz del ingreso de los consumidores y la destrucción de la riqueza nacional.

 

La búsqueda obstinada de la reelección por parte del actual presidente según algunos tiene como motivo principal el tratar de eludir los más de noventa procesos judiciales abiertos en su contra, y frenados temporariamente sólo por la actitud complaciente de la in-justicia argentina con quienes detentan el poder político de turno. Son muchos los funcionarios macristas que lo acompañan enfrentando diferentes demandas por variados actos de corrupción, producto de esa gran ‘confusión’ entre la responsabilidad de ejercer un cargo público para defensa de los intereses de todos, pero en realidad beneficiar con sus actos a empresas privadas vinculadas, a costa por supuesto del erario estatal.

Quienes tienen el poder real en la Argentina, que impusieron un nuevo modelo económico social y fueron los principales beneficiarios a lo largo de este siglo XXI, tienen un proyecto estratégico que si bien pudo obtener victorias importantes, todavía mantienen muchas metas que aspiran alcanzar (agravando al infinito las condiciones de vida de los argentinos). Esas metas tienen que ver con llegar a desmantelar definitivamente lo que queda del dañado tejido industrial en la Argentina, con arrasar con la gran mayoría de las micros, pequeñas y medianas empresas nacionales todavía en pie, y con destruir la muy deteriorada clase media.

En ese camino, cuentan con la ayuda del Fondo Monetario Internacional, que financia generosamente con decenas de miles de millones de dólares la campaña oficialista, y con líderes de las grandes potencias capitalistas que comparten estrategias como la implícita en el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea, en ambos casos con políticas que llevan a un futuro de una sociedad con pocos sectores económicos ‘viables y competitivos’ y con una masa gigantesca de gente sobreviviendo en la pobreza y la miseria.

Frenar la locomotora destructiva del proyecto neocolonial, para impedir la desintegración social y la total entrega de nuestra Nación, es una tarea que nos compete a todos los argentinos. Creer que con el voto cada cuatro años alcanza para cambiar la realidad es una utopía. La dirigencia partidocrática no hará nada que modifique el modelo concentrador y saqueador.  En especial, la posibilidad de continuidad de la actual gestión sería un suicidio colectivo que debemos evitar.

Comprender esta realidad, ver cómo llegamos a esta situación, analizar la falta total de sustentabilidad hacia el futuro de este modelo y las posibles perspectivas para los próximos años, son algunos de los objetivos del seminario intensivo que se desarrollará durante cinco días, a partir del lunes 22 de julio y hasta el viernes 26 del mismo mes (de 16,30 a19,30 horas), coorganizado por el Programa de Extensión “Por una nueva economía, humana y sustentable” de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, junta a AGMER Paraná y la Junta Abya Yala por los Pueblos Libres, y con la adhesión del Colectivo de Trabajadores Por la Ventana. La actividad es abierta, libre y gratuita.

 

Inscripción al curso

Para inscripción o mayor información, escribir a alguno de los siguientes correos electrónicos: [email protected] y [email protected]

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