Aquella noche salieron del local como pudieron. Primero, porque había humo tóxico que bajaba del cielorraso y segundo, porque las puertas de salida estaban cerradas con candados.

Algunos se sacaron la remera para usarla como filtro ante lo irrespirable. Zapatillas, anteojos, mochilas, billeteras, llaves, todo quedó tirado en el piso de Cromañón, como testigos sin prisa. Durante más de una década, los sobrevivientes y familiares de las víctimas de la tragedia pidieron que les devuelvan los objetos de sus seres queridos.

Hace casi un año, todas esas cosas, con un valor inconmensurable para los protagonistas, fueron desalojadas en volquetes y llevadas a quién sabe qué lugar. Fueron los vecinos los que alertaron sobre lo que estaba pasando.

A principios de año, el Tribunal Oral Criminal 24 decidió restituir los terrenos donde funcionaba Cromañón a Nueva Zarelux S.A. perteneciente a Rafael Levy, dueño del predio, quien fue condenado a cuatro años y seis meses y hoy está en libertad porque ya cumplió esa pena.

En el local, hoy no queda rastro de la masacre: sacaron lo que había quedado de la media sombra de los paneles del techo donde comenzó el incendio, pintaron las paredes y hasta limpiaron el escenario donde actuaba la banda Callejeros. Lo que no pudieron quitar fue el fuerte olor a humo.

Desde la Justicia se informó que jamás se hizo un inventario de los objetos que quedaron que además estaban en muy mal estado debido al incendio. Por otra parte, durante la inhibición judicial, hubo gente que entró al lugar a robar y la tardía custodia policial tampoco hizo mucho por conservar la seguridad.

Los familiares, agrupados en el Movimiento Cromañón, se presentaron ante el TOC 24 para saber el destino de las pertenencias de las víctimas y presentaron un proyecto de ley en el que solicitaban “la expropiación del predio con el fin de resguardar los elementos testimoniales que hace a su valor histórico-cultural y configuran la memoria colectiva de la Ciudad”.

A Nilda Gómez, madre de Mariano Benítez fallecido esa noche de 2004, le preocupa que con la modificación de todo el espacio y las paredes pintadas, "desaparecieron también las huellas de las manos de los jóvenes que intentaron escapar del lugar" y aseveró: “Eso no tendría que perderse de ninguna manera”.

En junio último presentaron un nuevo proyecto que busca "la protección estructural del edificio", que le va a impedir al dueño seguir modificando el interior del inmueble y, más aún, que en el futuro pueda poner un boliche.

El 22 de agosto, la Legislatura aprobó el emplazamiento de un monumento a las víctimas a 400 metros del edificio donde funcionaba Cromañón, en el Parque de la Estación pero la mayoría de los padres y familiares no quieren que se haga en cualquier lado sino "en el mismo lugar donde se produjo la mayor tragedia no natural de la Argentina".