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Reabre hoy el museo "Ivy Marä Ey" en Chajarí

Tras varios meses de receso, reabrirá  al público esta noche a las 20:30  en Chajarí el museo "Ivy Marä Ey", nombre guaraní que significa "la tierra sin mal", en el nuevo edificio municipal situado en Salvarredi casi avenida 9 de Julio. El museo, fruto del trabajo de décadas del profesor Juan José Rossi,  reabrirá sus puertas al público,  a las instituciones educativas, al turismo y a la comunidad toda de Chajarí, provincia y país, se informó a AIM.

El museo es fruto del trabajo de décadas del profesor Juan José Rossi.
El museo es fruto del trabajo de décadas del profesor Juan José Rossi.

El profesor Rossi, historiador bonaerense radicado hace mucho en Entre Ríos, invitó a las instituciones educativas, a sus directores y docentes a solicitar turnos para visitas guiadas, que eran habituales en el museo para alumnos de todos los niveles.

El museo estuvo desde 2008   en la ex Estación del Ferrocarril. Es  un testimonio vivo que nos brindan naciones y grupos nativos de la Argentina. Para la gran nación Guaraní,   la “Tierra sin Mal” (Ivymaräey) encierra un profundo significado que los moviliza hacia un mundo mejor mientras transitan la existencia.   Ivymaräey  estimula a los hombres a seguir viviendo con sentido y esperanza. En el museo se encontrarán las vertientes culturales plenas de creatividad e ingenio humano que son demostradas en las obras, textos y fotografías testimoniales exhibidas.

Un objetivo del museo es  brindar a los alumnos de los diferentes niveles una visión amplia, dinámica y positiva de lo esencial de estas culturas y del proceso histórico localen su totalidad, es decir, desde el ingreso del hombre al presente.

El encuentro con los alumnos se realiza mediante exposiciones, diálogo, prácticas, reconocimiento de los objetos exhibidos y proyección de audiovisuales. Los alumnos tienen   la posibilidad de protagonizar una particular experiencia junto a una amplia y actualizada información sobre la temática.

La tierra sin mal

Entre los guaraníes la tierra es el origen de la naturaleza, aunque no único,  es su sustrato necesario. De ella brotan el suelo, el bosque con los  árboles, la flora y la fauna,  es todo eso y más. Es la madre, tekohá,  pero solo toma su forma visible cuando es llevada a la existencia por la “palabra” del padre, homologable con el   principio esencial, el logos.

El cuerpo  humano es apto para simbolizar la tierra, que es  ella también un cuerpo con piel y pelos, huesos, sangre y conciencia. La vieja correspondencia hermética del microcosmos y el macrocosmos reaparece, a veces velada, incluso en la ciencia moderna.

Pero la declinación del ciclo actual, con un punto clave en la llegada del europeo, ha llevado al hombre a romper la armonía con tekohá, su madre. ¿El hombre blanco no ve cómo la floresta llora? le preguntaron a Gonzalo Abella los guaraníes en el Paraguay. No ve ni oye, calcula beneficios. La naturaleza en vías de destrucción implica necesariamente un hombre en la misma condición. El llanto de la floresta es el llanto del guaraní y con más generalidad la desazón y la desconfianza creciente de toda la humanidad "civilizada".

La consecuencia de la declinación es que ha entrado el mal en la  tierra, y el guaraní sabe que el nuevo ciclo implica una restauración, la vuelta de la tierra sin mal que está en su memoria ancestral  y que debe volver.

Dentro de la concepción occidental moderna, esta es una perspectiva utópica, pero dentro del concepto que parte de un polo de la realidad para pasar paulatinamente a otro hasta que las posibilidades originales se agoten, es solamente una aplicación de la ciencia de los ciclos.

La tierra sin mal es la transposición al espacio de aquello que por naturaleza está fuera de él; pero que el espacio permite simbolizar dentro de los límites a que debe ceñirse nuestra percepción.

El guaraní busca la tierra sin mal desde siempre, incluso antes de la llegada de los españoles y portugueses que lo despojaron de sus territorios ancestrales.

También los occidentales, cuando de pronto se sintieron perdidos en un mundo extraño y ajeno, que se ofrecía de pronto inerte  para la conquista y la mutilación, buscaron obstinadamente quimeras como el Grial o el reino del Preste Juan. No estaban ya en condiciones de apreciar su valor simbólico y literalmente querían conquistar el reino fabuloso  y beber la copa sagrada, hacerlas como todas las cosas objeto de dominio y expoliación.

Numerosas leyendas  señalan el verdadero destino del hombre, su patria original, negada por una concepción que cierra el mundo de una parte  y lo ofrece como botín de otra. Hoy, cuando vamos viendo que no tenemos nada entre las manos, que el botín desaparece  y el tesoro  antiguo se ha vuelto por completo incomprensible, podemos reflexionar sobre el sentido de la tierra sin mal, que no es un mito sino un anhelo invencible del hombre que se siente separado de lo que verdaderamente es.

Los árabes, de pasado nómade, solían decir que los  dones mayores que hizo Alah al hombre fueron el cerebro de los francos (la inteligencia de los europeos) y la lengua de los árabes y las manos de los chinos (su excelencia artesanal). Como nómades, no tenían ni valoraban nada que no pudiera llevarse en viaje. De la misma manera, los hebreos añoraron con frecuencia la vida sencilla del nomadismo en el desierto, e incluso sus profetas la opusieron a los vicios que atribuían al sedentarismo. La frase de la biblia “Babilonia la grande, madre de todas las abominaciones de la tierra” da un  ejemplo claro.

Los guararíes, antes de conocer las grandes ciudades, tenían  una valoración suprema de la palabra, que en las tradiciones de todos los pueblos es el poder vivificante, el hálito de vida, la capacidad de nombrar y con ella de informar los seres nombrados.

La perfección de los orígenes  está figurada en la tierra sin mal. La palabra de los karaí la exponía en discursos floridos, que servían para convocar al pueblo una y otra vez a migraciones en su busca.

Esas “bellas palabras” estaban inspiradas por “los que viven por encima de nosotros”, tal como los inspirados de que formularon los Upanischads son apenas portavoces de puntos de vista que los superan porque provienen de un pensamiento esencial  que se expresa en palabras. No son originales ni lo quieren ser, dejan fluir a través de ellos una doctrina que es de todos y de toda época y lugar.

También para la cosmovisión guaraní hay  una relación entre la palabra, incluso las partes que la componen, y todas las partes del universo, en particular nuestra tierra, sus miembros, sus frutos y sus hijos.

De la Redacción de AIM.

Ivy Marä Ey Juan José Rossi museo

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