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Política
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Un siglo después, el Cuba admite mujeres

Los clubes de caballeros, como se conocen   los lugares tradicionales que vetan el ingreso de mujeres o su participación en igualdad de condiciones a los hombres, acaban de perder una batalla cultural.

Por primera vez en sus cien años de historia, el histórico Club Universitario de Buenos Aires (Cuba) aceptó  abrir sus puertas a la admisión de las mujeres como socias activas. Las integrantes del Cuba ya no dependerán de un hombre para que las asocie, podrán votar e inscribir a los familiares que deseen. Sin embargo, seguirán sin poder realizar deporte en una de las ocho sedes de la institución.

En la votación de la asamblea, compuesta íntegramente por hombres, 1.648 socios se inclinaron a favor de la reforma que avalaba el ingreso de mujeres como socias activas, mientras que 601 la rechazaron. El resultado fue recibido con aplausos en la sala. "Se impuso el voto de las nuevas generaciones, que sabemos que una mujer no puede ser considerada miembro de segunda. Las mujeres son parte viva del club", dijo Pablo Oribe, de 35 años. El Cuba cuenta con unos 20.000 socios, de los que poco más de 11.000 son socios activos varones.

La discriminación por sexo se mantiene sin cambios en los elitistas Jockey Club y Círculo de Armas. Ambas instituciones centenarias permiten la entrada de mujeres pero sólo los hombres están autorizados a darlas de alta y de baja. Las mujeres, al no ser socias, tampoco tienen derecho a votar.

El cambio fue resistido por un sector de socios encabezado por el conductor radial Rolando Hanglin. "Los fundadores fueron varones y queremos mantener una tradición, que nos dejen el espacio para mantener una tradición", dijo Hanglin a Clarín antes de la votación.

El nuevo estatuto mantuvo la prohibición de que las mujeres puedan practicar deporte en la sede de la calle Viamonte, situada en el centro de Buenos Aires. A diferencia de las otras siete, donde hombres y mujeres gozarán a partir de ahora de los mismos derechos, en Viamonte las mujeres sólo tendrán acceso, como hasta ahora, a la biblioteca, al comedor y a las actividades sociales que se realicen en las instalaciones. "En Viamonte hay vocabulario de hombres, costumbres de hombres, olor de hombres", señaló Hanglin en su defensa del veto. Los promotores del cambio abogan por poder derribar ese último obstáculo en un futuro próximo.

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