Se cumple hoy, 26 de marzo,  otro aniversario de la  muerte del genial compositor alemán Ludwig María van Beethoven, autor de una obra de enorme significación en los inicios del romanticismo musical.

El joven renano, nacido en Bonn en 1770, recibió su primera instrucción musical seria de Christian Gottlob Neefe, que lo inició en el clasicismo de Phillip Emmanuel Bach, hijo de Johann Sebastian, pero también le inculcó ese amor a toda manifestación cultural que caracterizó a Beethoven toda su vida.

Tras asimilar a fondo la polifonía de Bach y el clasicismo de Joseph Haydn y de Wolfgang Amadeus Mozart, comenzó a producir sus primeras obras.

En 1792, instado por Haydn, dejó Bonn y se radicó en Viena, capital del imperio austrohúngaro y gran centro artístico por entonces.

Gracias a sus mecenas, Beethoven nunca tuvo apuros económicos, aunque no vivió en el lujo. En Viena conoció a Antonio Salieri, que fue su maestro, y a Albrechtsberger, quien lo sometió a un aprendizaje intenso de la polifonía, base de toda su obra.

En 1795, a la desilusión de amor que le provocó la joven y frívola italiana Giulietta, se sumó el inicio de una afección del nervio acústico que terminó llevándolo a la sordera total, que desde 1819 lo obligó a comunicarse por escrito mediante los “Kommunikationshefte” (cuadernos de comunicaciones).

Se ha dicho que la enorme creatividad de Beethoven en parte sufrió pero también se vio beneficiada por sus frecuentes crisis depresivas, que lo acompañaron mientras vivió.

En 1810 sufrió otra decepción amorosa, esta vez de Teresa Malfatti, hija de un célebre médico italoaustríaco.

En 1812 escribió una carta a una “amada inmortal” nunca identificada y se entrevistó con Johann von Goethe, quien posiblemente vio en él un hombre rudo y algo torpe, pero no el genio musical que era.

Sus primeras obras fueron acogidas excepcionalmente, pero a medida que avanzaba su enfermedad auditiva, se modificaba su carácter y maduraba su genio, sus obra se fueron haciendo cada vez menos comprensibles para sus contemporáneos. Sus amigos lo abandonaron y murió en total soledad.

Los inicios de su obra muestran la influencia de Mozart y Haydn, luego se desarrolla su estilo personal y las composiciones son muy expresivas y emotivas y finalmente, ya sordo, se advierte una etapa más tranquila de su vida, en la que produjo obras capitales como la “missa solemnis” y la novena sinfonía.

Beethoven amplió las posibilidades expresivas de la música como no se sospechaba antes, aumentó la orquesta, enriqueció la técnica pianística al punto de imponer exigencias casi insuperables a los ejecutantes.

Una anécdota lo muestra en una reunión social ante una jovencita que no lo conocía y le dijo que estudiaba música. ¿Estudia usted a Beethoven?, le preguntó. “No, Beethoven es muy difícil”. ¿“Cómo se llama usted?”. “Elisa”. Beethoven se retiró un momento y cuando regresó traía una partitura. “Para usted, para que vea que Beethoven no es tan difícil”. Este habría sido el origen de la célebre “Für Elise” (Para Elisa).Alan Watts, el fundador del movimiento beatnik y luego adherente del movimiento hippy, en una entrevista periodística consideró que la música es el instante presente, y no se trata de que signifique algo. “Es así como funciona el universo. Si mira usted a las estrellas, tendrá la misma sensación que el escuchar la séptima sinfonía de Beethoven. Ahí tiene el sentido del  universo”.