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Provinciales
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El buen vivir

En "Las reglas del método sociológico", uno de los padres de la sociología, Emilio Durkheim, sostiene que somos juguetes de una ilusión que creemos nuestra, pero nos es impuesta desde afuera.

El buen vivir surge del ser auténtico al margen de las enajenaciones.
El buen vivir surge del ser auténtico al margen de las enajenaciones.

La educación es una imposición temprana sobre el ser auténtico de modos de ver, sentir y actuar colectivos, que son una criatura  estadística, un ser ilusorio pero capaz de opresión  real.

El buen vivir surge del ser auténtico al margen de las enajenaciones. Sigue vigente entre los pueblos originarios de nuestro continente, como también en las tradiciones orientales e incluso vuelve de tanto en tanto entre algunos filósofos occidentales, que no terminan de olvidar su origen a pesar del empaque universitario.

El  hombre urbano moderno tiene dificultades para ser en compañía de sí mismo,  para reconocer su voz propia entre la enorme multiplicidad de voces que ofrece la sociedad mercantilizada con el fin  de mantenerlo confundido.

Cuando fracasa en ser con los demás, porque cada uno ha aprendido a buscar su propio medro según los preceptos liberales, no sabe  volver a la soledad, presiente que ahí encontrará un vacío tenebroso, insoportable.

Sin embargo, la felicidad es el estado natural del hombre,  una riqueza interior que el taoísmo identifica con el gran camino; no es forzada ni se  consigue con ningún método.

Como se atribuye a Lao Tse en el Hua Hu King: ¿Piensas que el universo está agitado? Ve al desierto por la noche y contempla las estrellas. La persona superior dispone su mente como el universo dispone las estrellas en el cielo. Conectando su mente con el origen sutil, la calma. Una vez calmada, la mente se expande de manera natural y  al final   se vuelve tan vasta   como el cielo nocturno.

Vivir y dejar vivir es otra forma del buen vivir propio de los pueblos tradicionales y de los habitantes originarios de Nuestra América,

El buen vivir es una aplicación a la vida social de principios universales;   busca la conciencia más alta, como la antigua sabiduría mapuche, que no instruye ni represa la vida sino que la eleva al mayor nivel posible.

Así el taoísmo, con el que tiene notables relaciones, sabe que el hombre tiene un centro, el Sí Mismo de Carl Gustav Jung, desde el que puede   ascender al hombre universal.

No se trata, ni en el taoísmo ni en los mapuches, de un "progreso  personal" sino de una concienciación que lleva a reconocernos como lo que fuimos siempre, a vivir  nuestro estado natural, que en comunidad es el buen vivir.

Para el taoísmo el Universo es la medida del hombre  a diferencia de la sentencia atribuida al sofista Protágoras, que hizo tanta carrera, "el hombre es la medida de todas las cosas". El  hombre común lleva en sí, in noce, al hombre transcendente  y éste, al universal.

El "no hacer", el wu wei, no es quietismo,  pasividad indolente, sino  una actividad libre de interés, que no busca resultados, que no calcula, no  rechaza ni desea.

Y es así porque aquel en el que mora el Tao no es el que actúa; toda actuación individual confunde al ser ilusorio con  el ser universal que está en todos.

Más allá del interés por el provecho personal,   el ser que somos en esencia, al que pertenece el buen vivir, sigue el  ejemplo del agua que fluye indiferente.

El conocimiento real es fruto de la experiencia sin mediaciones. Los  mediadores: los libros, los maestros, internet, son perjudiciales. El sabio no los toma en cuenta, empieza por desligarse de ellos como de todo el mundo exterior para asir lo que es en sí.

La buena convivencia

El buen vivir  es vivir en armonía con la naturaleza y con todos los seres. Implica equilibrio, respeto, complementariedad, reciprocidad,  convivencia.

El vivir mejor, involucrado en la idea occidental de "progreso" presentado como natural y deseable, lleva en cambio a la  competencia, al quiebre de la solidaridad, al irrespeto a la naturaleza y a la vida incluyendo la propia, a la falsa superioridad,  la angustia, la violencia y el vacío.

La armonía individual y social es el reflejo en cada uno  de la unidad  que da sentido y existencia a   todas las cosas. El  buen vivir es el modo  de ser de todos los habitantes originales de nuestra América, a la que decidieron llamar "Abya yala" en  un congreso celebrado en Quito, Ecuador a principios del siglo XXI.

Diferentes, pero iguales

Los  originarios de Abya yala, a pesar de notorias diferencias, tienen algo en común: la veneración de la naturaleza, considerada una madre generosa  que a todos ampara y debe ser a su vez protegida y amada, nunca explotada, jamás vendida, sujeto de derechos antes que objeto de codicia y propiedad. "La tierra todo lo sostiene y el cielo todo lo cubre" dice el taoísmo para recordarnos dónde estamos, de dónde venimos y qué somos.

La decisión de  los indígenas andinos, tras cinco siglos de sometimiento, genocidio  y destrucción de su modo de vivir, tiende a  recuperar su cosmovisión, los saberes  ancestrales, para adecuarla a los tiempos y crear otra sociedad con   equilibrio  y solidaridad.

El vivir bien da prioridad a la vida, subordinada por la civilización occidental a la acumulación de riqueza que termina cosificando a los seres vivos: peces, animales, bosques, plantas, seres humanos y a  la tierra que los sostiene y alimenta.

La unidad de los contrarios

Un rasgo del vivir bien es la complementariedad, definida como lo que permite alcanzar la integridad. Por ejemplo, para los andinos el soltero no es persona porque carece de su complemento natural, la pareja. La palabra que significa "matrimonio" en aymara es  la misma que designa a la persona.

La complementariedad apunta a la relación dialéctica de los opuestos, dos que se necesitan  íntimamente el uno al otro para crear un tercero, el factor vinculante que equilibra y devuelve la unidad en otro plano. El bien  y el mal, lo alto  y lo bajo, la izquierda y la derecha, el día y la noche se necesitan  para transformarse mutuamente.  En el caso de la complementación del cielo  y la tierra el tercero en la armonía son los seres naturales, en particular el   hombre íntegro.  De acá resulta que todo está vinculado, nadie puede ser totalmente feliz si hay infelicidad a su alrededor. La vida, según los indígenas norteamericanos, es un tejido que se sostiene por la trabazón mutua de la trama  y la  urdimbre,  que solas no tienen sentido.

La reciprocidad es otro punto del vivir  bien. La comunidad campesina andina, el ayllu, colabora por ejemplo construyendo la casa de la pareja que se va a casar, que recibe de todos los primeros granos para sembrar.  Y los casados, a su tiempo, harán lo  mismo por otros, devolverán para restituir el equilibrio.

Este principio de reciprocidad fue inoculado por los europeos con el virus del individualismo, que niega la comunidad, ve sólo átomos individuales que se conectan buscando el beneficio, e instala la codicia, el deseo de tener por sobre el ser. Con-vivir es vivir en conciencia de la totalidad y sentirse parte inescindible de ella,  ni mejor ni peor, ni superior ni inferior.

En  la comunidad, las decisiones del buen vivir se toman en asambleas, por consenso, no por votación. No hay mayoría ni minoría, no hay imposición sino convicción de haber llegado a la solución mejor.

El respeto de la cualidad es otra característica del buen vivir, claramente diferenciada de la tendencia a la cuantificación totalitaria, a la igualación arbitraria y a la homogeneización propia del pensamiento occidental.

Para la cuantificación toda diferencia cualitativa  debe ser sacrificada a la igualdad, como si en lugar de ser diferentes fuéramos todos  como tarros de arveja en las góndolas del supermercado.

El individualismo propone el vivir mejor, que lleva en sí el  germen de la competencia y del desequilibrio, del apartamiento de  la armonía, que es confundida con el quietismo,  la pasividad  o la aceptación acrítica de lo dado.

Mejor es peor

El vivir bien no es desarrollo ni acumulación, no es dominación de la naturaleza ni del  hombre, no mide resultados ni valora cantidades. En vez de acumulación hay crecimiento obtenido mediante la contemplación, "consultando con el corazón", que no es el lugar del  sentimiento sino el centro del ser.  Ser rico  no es tener mucho sino ser feliz, y para eso ante todo hay que ser "pacha amana", sabio que conoce la naturaleza y favorece el fluir sin limitaciones de la energía del mundo: de los animales, de las plantas, de los minerales y de los hombres.

El Suma Qamaña (vivir y convivir bien) es el ideal buscado por los andinos, traducido como la plenitud de la vida, el bienestar social, económico y político.

El   qamir qamaña qapha o “dulzura de ser siendo”, es un concepto notable relacionable con la “eseidad”, la conciencia de ser más allá de todo acontecer, una ampliación de conciencia, un peldaño de la escalera que termina donde ya no hay nada que concienciar. Esa  dulzura es la riqueza espiritual y material de la vida, la felicidad que inunda al que se reconoce siendo e irradia de él.

Vivir  bien es volver al saber tradicional andino, a la cultura de la vida en armonía  con la madre naturaleza, con la Pachamama, “donde todo es vida, donde todos somos uywas, criados de la naturaleza y del cosmos, todos parte de la naturaleza sin nada separado, y son nuestros hermanos las plantas y los cerros.”

La vida en armonía, el buen vivir,  el  sumak kawsay  es la interrelación interior de la sociedad andina y de ésta con la naturaleza. Es  vivir en armonía con la naturaleza, con  las vidas existentes en la tierra, los bosques, los ríos y lagunas.  Todos hermanos en un sentido muy concreto, porque todos, hombres, animales  y vegetales, son alimentados  por la Pachamama, definida como "madre tierra en equilibrio".

La mentalidad occidental ha sufrido un desviación severa que la tiene al  borde del desastre. Se sostiene en el criterio del derecho imperial romano, que no considera a la  tierra como sujeto, sino solo como objeto.

Pero gracias a los pueblos indígenas, las Naciones  Unidas aceptaron que la tierra es sujeto de derecho, una brecha en el proceso de colonización europea.

Entre los guaraníes el buen vivir se llama ñande reko, y está relacionado con la tierra sin mal. Es coextensivo con la  libertad, la felicidad, el festejo en  comunidad, el trabajo considerado como fiesta y no como maldición,  la reciprocidad y el convite.

En la cultura ashuar de Ecuador se llama shiir waras,  paz doméstica a nivel personal, vida armoniosa a nivel  y social y armonía con la  Naturaleza a nivel cósmico.

El balu wala

Entre los Kuna o Guna, que viven en la costa norte de Panamá,  el buen vivir es   balu wala, una  relación  única entre el hombre, la naturaleza  y el  universo de la que resulta  el  respeto y la armonía basados en el  equilibrio

Balu wala  significa árbol de sal, y significa la relación renovada entre la tierra y el   ser humano. Balu  Wala es también el propio conocimiento y la visión del futuro a partir de comprender el pasado y estar sin resto en el presente.

De la Redacción de AIM.

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