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El peso de la usura

Si el carpintero José hubiera puesto a interés compuesto del cuatro por ciento un centavo en el momento del nacimiento de Jesús, hoy podría pasar a cobrar una masa de oro tan pesada como la mitad de la Tierra. Pero si el interés hubiera sido del cinco por ciento, en 2002 el centavo de José habría alcanzado los 470 mil millones de bolas de oro del peso de la Tierra.

La codicia no ve imposibles y por eso el interés se ha impuesto como forma natural de hacer “trabajar” al dinero y sobre todo de obtener ganancias sin trabajar.
La codicia no ve imposibles y por eso el interés se ha impuesto como forma natural de hacer “trabajar” al dinero y sobre todo de obtener ganancias sin trabajar.

El interés compuesto es la llave de oro de la usura; para el creador de la banca Rothschild era la octava maravilla del mundo.

Es una posibilidad matemática y una imposibilidad física; pero la codicia no ve imposibles y por eso el interés se ha impuesto como forma natural de hacer “trabajar” al dinero y sobre todo de obtener ganancias sin trabajar.

Los apologistas de este punto de vista recuerdan que con el precio de un café diario, el que lo bebe rutinariamente podría “hacer” un millón de dólares en 40 años. Esa es la maravilla que deslumbró a Rothschild, y que resultó tan maravillosa que hoy la familia tiene más dinero que el que podría comprar todos los bienes de la Tierra.

Esa llave ha permitido abrir puertas a muy pocos y cerrar muchas a casi todos. Ha provocado una transferencia enorme de riquezas de la gran mayoría a un pequeño número de usureros, que son el gobierno actual del mundo.

Los ricos son dueños de activos que devengan intereses y reciben una renta permanente de quien necesite un préstamo. Han ordenado el mundo de manera que todos vivimos a crédito y todos les debemos algo. Si es con tarjetas de crédito, por ejemplo, las deudas suelen crecer bajo el incesante estímulo a consumir hasta volverse rápidamente impagables. Fuera de las economías familiares, los estados se endeudan y cuando no pueden pagar, refinancian.

Es el caso actual de la Argentina, que no paga un centavo de su deuda. La refinancia toda y está llegando al límite en que no podrá pagar tampoco los intereses, que se suman al capital adeudado. Es lo que se llama anatocismo. Casi todo el tercer mundo está endeudado de esta manera, obligado a pagar intereses eternamente y a no saldar jamás la deuda. También el gobierno de los Estados Unidos desde que creó la Reserva Federal hace un siglo.

La transferencia de riqueza del 80% más pobre de la población al 20% más rico dentro de los países occidentales crea un apabullante desequilibrio distributivo. Este proceso no tiene relación con la inteligencia, la laboriosidad o el mérito de los participantes.

El resultado es una masa de pobres cada vez más pobres, de marginales sin retorno, y el aumento de la venta de ansiolíticos y antidepresivos, una consecuencia algo distante pero verificable del interés compuesto.

Todas las religiones contienen normas contra los préstamos a interés, posiblemente por temor a la arbitrariedad de los que detentan el poder contra los que no lo tienen. Esta arbitrariedad es hoy clara para casi todos, a nivel personal y estatal.

Mato por el 72

La llamada “regla del 72” hace brillar los ojos de cualquiera. A algunos de lujuria, a otros de espanto. Se trata de una regla sencilla que permite conocer en cuánto tiempo se duplica una cantidad prestada a interés compuesto. Dice una leyenda que al verificar esta regla, Einstein dijo que el interés compuesto era la mayor fuerza del mundo; pero es una leyenda.
Un cálculo simple con la regla del 72 nos dice por ejemplo que habiendo prestado 1000 pesos al 10% anual, tendré 2000 pesos al cabo de 7,2 años, es decir, 72/10. Hagamos algunas combinaciones con las tasas de interés que paga el gobierno argentino por sus letras a los bancos, que se acerca ahora al 70%, y los resultados serán asombrosos, muy empobrecedores para nosotros que al final soportaremos todo el peso, y muy brillantes para los prestamistas.

Proyectos de salida

Hay actualmente algunas ideas relacionadas con cambios que parecen necesarios en el mundo para evitar un hundimiento de la sociedad; algunas son de sentido común, pero implican quitarle el poder a sus dueños, ponerle el cascabel al gato.

La banca ética o alternativa, surgió cuando se hizo evidente que la relación entre el ahorro y el crédito estaba totalmente controlada por los bancos. Es una creación de Peter Blom, fundador del Triodos Bank en Holanda en 1980.

Dejaría de considerar a la banca como un negocio que busca el mayor beneficio y se convertiría en un agente social que invertiría mirando el impacto sobre la naturaleza y las personas.

Cuestiona que la base del negocio sean las utilidades y se propone que sean las necesidades de las personas. Funcionan entidades de este tipo en algunos países, en general no como bancos, sino como cooperativas.

Los bancos de tiempo proponen usar horas de trabajo como medios de pago. La idea es propiciar el intercambio entre personas sin que medie ninguna actividad financiera, y tomar como medida el tiempo dedicado a ofrecer y recibir los servicios. Dentro de un acuerdo entre las partes, se podría crear dinero que sirviera a nivel local, como complemento de la moneda nacional.

El dinero sin tasas ni inflación tendería a considerar el sistema monetario como un servicio público. Parte de la base de la función positiva del dinero, que se anularía cuando quien tiene más de lo que necesita, lo cede a interés, es decir, a un precio superior al que efectivamente tiene. El dinero sin tasas ni inflación convertiría en ilegal un sistema en que una minoría retira continuamente en pago por el servicio financiero más de lo que aporta. La idea es de la ecologista alemana Margrit Kennedy, que propuso reemplazar el interés por una tasa sobre el dinero inmovilizado como incentivo para la circulación.

La economía suele hablar de crecimiento de manera lineal, sin detenerse a analizar diferentes tipos. En particular uno lento, adaptado a las sociedades en que se produce, y otro rápido, exponencial. Este es el crecimiento de la especulación financiera, que colapsa cada vez que agota la base económica en que se funda.

Margrit ve un sistema en que desaparecerían los reembolsos de intereses, el crecimiento malsano del sistema económico y las ventajas usurarias que obtienen hoy los prestamistas.

La escuela austríaca de economía propuso restablecer el patrón oro, o también la energía como patrón de valor, de modo que la creación de dinero se sujete al límite de bienes físicos y a un coeficiente de reserva de depósitos del 100%. Así se eliminaría el “dinero bancario”.

Hasta 1971 la Reserva Federal debía entregar una onza de oro por cada 35 dólares. Cuando Richard Nixon creó el “petrodólar”, se perdió esta equivalencia y se desbordó la creación de dinero hasta llegar a un estado “ de burbuja en burbuja” en que la catástrofe financiera parece inevitable.

El interés no crece infinitamente

Un prestamista descubrió entusiasmado que si achicaba el plazo de capitalización de los intereses del préstamo, el monto a devolver crecía. Si calculaba al monto a un año, daba cierta suma que dependía del interés; pero si el plazo bajaba a un semestre, el monto era mayor, y más si la capitalización era bimestral, y más si era semanal. Deslumbrado por la maravilla, imaginó capitalizar cada instante y acudió a Leonardo Euler, gran matemático, para conocer mejor el fenómeno y tenerlo bien cuantificado.

Euler, un genio polifacético, hizo los cálculos necesarios sobre la fórmula que vincula el capital presente con el capital futuro, con la tasa de interés y el número de períodos. Demostró que el crecimiento tenía un límite aun cuando la avaricia sea tal que el número de periodos crezca al infinito y el intervalo entre ellos tienda a cero. Pero de paso puso en circulación un número que posiblemente sea con Pi el más célebre de las matemáticas: e, un número irracional de gran importancia, tomado como base de los “logaritmos naturales”, igual a 2,71828….

De la Redacción de AIM.

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