La Edad de Oro es la variante griega de un mito cíclico muy antiguo, ampliamente extendido por todos los tiempos y lugares. Sus creyentes de antaño y los que la reviven en alguna medida, creen que el estado de perfección, estuvo en un pasado que aspiran a recuperar. Vienen definidos por eso como reaccionarios por los creyentes en otro mito.
Los revolucionarios que extraen su fe del futuro ponen en él su Edad de Oro. Algunos se han prohibido la profecía, pero terminan por no prescindir de ella.
Ambos, los reaccionarios y los revolucionarios, se igualan en un punto: son idólatras del tiempo. Unos idolatran el pasado, donde está su Edad de Oro, y otros idolatan el futuro, donde está la suya.
Mito por mito, quizá tengan razón los filósofos Max Horkheimer y Teodoro Adorno cuando dicen que la Ilustración partió del mito y quiso destruirlo con la razón, pero solo para volver a caer en él.
La razón ilustrada devino razón instrumental y la razón instrumental terminó en el humo de Auschwitz.
Los crematorios y los vuelos de la muerte no fueron la negación de la razón sino el resultado imprevisto pero necesario de la razón ilustrada. Sin embargo, hay una esperanza: la negación de de la negación repondrá la razón en un nivel superior. Está por verse ¿no?
Horkeimer y Adorno dicen también que la razón ilustrada nació bajo el signo del dominio, del propósito hacer del hombre el amo de la naturaleza (una idea veterotestamentaria). Si fuera así, se entiende que haya resbalado hacia Monsanto y la bomba de neutrones.
Las ilusiones son muy tenaces. Pero no hay liberación posible hasta que todas hayan sido destruidas.