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El síndrome de Houdini: Huir de la implicación emocional

Existen personas que escapan de la implicación emocional en las relaciones. De hecho, cuanto más compromiso perciben, mayor necesidad de escapar experimentan.

El síndrome Houdini alude precisamente a las facultades del mítico-escapista húngaro del siglo XIX. Sin embargo, en este caso hablaremos de un escapismo psicológico derivado de la evitación. Así, se puede escapar de una situación familiar, de un trabajo o de las obligaciones diarias.

Las luchas de egos, las complacencias y hasta lo difícil que es expresarse de manera auténtica sin dañar al otro son circunstancias comunes en las relaciones interpersonales. Dicho esto, el hecho de que muchas personas escapen de estas relaciones expresa un síntoma mucho más profundo en la sociedad actual.

En muchos casos, la relación es directa, cuanto más compromiso, mayor «necesidad» de escapar. Es algo naturalizado en muchas personas, pero ¿cuáles son las verdaderas causas de este fenómeno? ¿Por qué es tan complicado implicarse emocionalmente?

Implicación emocional

La implicación emocional que requieren la mayoría de nuestras relaciones nunca fue tan cuestionada. Los lazos sociales han sido parte activa en la evolución de nuestra especie.

La implicación también puede definirse por su opuesto, el distanciamiento. Tanto los sentimientos como la capacidad de exteriorizarlos son fundamentales para empatizar con los demás.

Hasta Houdini se sorprendería

Las pautas como la familia y el «sentimiento de manada» que marcaron la vida de nuestros mayores se ha distorsionado.

Vivimos en una sociedad individualista donde los movimientos que encabeza la juventud son cada vez más dispersos. Esta característica no se ve únicamente en las relaciones de pareja, también es frecuente en las relaciones de amistad, las cuales tienden al utilitarismo.

La fuga emocional: sus fases

El síndrome de Houdini suele tener varias fases. Todas ellas marcan un proceso que va desde la entrega hasta el rechazo total. Veamos las principales características de sus fases.

Implicancia: etapa de auge sentimental. En la misma se ejecutan las estrategias de persuasión para obtener lo que se quiere de la otra persona. Parece que no hay límites para la amistad o el amor.

Dudas: las bases poco sólidas bajo las que se construyen los lazos provocan la aparición de dudas rápidamente. Aquí es cuando el castillo de naipes comienza a caerse. Lo hace de forma lenta con el objetivo de no dejar rastros.

Escape: etapa final que se produce cuando ya no hay contacto. La otra persona se ha fugado de nuestras vidas y la comunicación es nula.

Una sociedad que no ayuda

La sociedad individualista en la que vivimos no potencia específicamente las relaciones. La tecnología ha puesto la comunicación total al alcance de la mano.

Hoy en día no tenemos por qué estar cerca de una persona para poder relacionarnos activamente con ella. Esto provoca que sea mucho más fácil romper las relaciones, ya que no tenemos que justificar nuestra posición mirando al otro a los ojos. Nuestros vínculos trascienden a los que nos rodean físicamente.

Las redes sociales

En este contexto han aparecido dispositivos que «facilitan» las relaciones sociales. Ejemplos son Tinder o Facebook, donde podemos contactar con personas de todo el mundo o encontrar pareja en minutos. Las personas ya no son indispensables: existe un «banco» de reserva con muchas otras personas esperando.

Oferta y demanda de sentimientos

La velocidad a la que cambiamos de vínculos hace que el éxtasis del amor y la amistad dure muy poco. Una vez finalizado un vínculo, se sale nuevamente al mercado a buscar el éxtasis de la novedad. Es así que se crea una especie de oferta y demanda de sentimientos con el denominador común de la novedad. En este «mercado» impera la superficialidad: un perfil llamativo en las redes sociales es fundamental.

El amor adolescente

El síndrome de Houdini puede tener sus raíces en edades muy tempranas. Muchos expertos en relaciones afirman que una de las posibles causas es la poca educación emocional que reciben los adolescentes. Los mismos son bombardeados con estereotipos de relaciones, pero sin una idea clara de cómo gestionarlas.

La reacción de huida

Aunque identifiquemos este síndrome en personas puntuales, sus efectos y características son producto de un fenómeno social. El síndrome puede manifestarse de diversas maneras -dependiendo de diferentes factores, como la personalidad del individuo-, pero el final siempre es el mismo, la huida, comportamiento que suele aparecer cuando se siente miedo.

¿Cómo detectar un escapista?

Para analizar el síndrome de Houdini hay que comenzar por uno mismo. En muchas ocasiones, las personas se sorprenden a sí mismas quejándose de estas actitudes, cuando tienen otras personas como «plan b».

La implicación emocional conlleva renuncias egocéntricas. Es así que un indicio que delata a cualquier escapista es la imposibilidad de comprometerse más allá de los propios intereses.

Debilidad emocional

Surge la disyuntiva ¿Llegamos a implicarnos totalmente? Si nos implicamos de manera superficial no podemos pretender establecer lazos fuertes y duraderos, los mismos implican un riesgo. Es así que la utilización y la huida de forma repetitiva y reiterada es un claro síntoma de debilidad emocional. La debilidad puede expresarse de diversas maneras.

Conductas evitativas: las personas que no pueden implicarse tampoco pueden romper vínculos de forma directa. Es así como van evitando progresivamente el contacto con las personas a través de excusas.

Negación: estas personas pueden mostrar cierto bloqueo sentimental. Suelen tener problemas para exteriorizar sus sentimientos sin actuaciones.

Egocentrismo: estas personas tienen dificultades para planificar actividades que giren por fuera de sus intereses.

No está todo perdido

Analizamos el escapismo emocional como un fenómeno individual y social. No tenemos por qué ser escapistas para encajar en algunas aristas del perfil definido en el artículo. Debemos analizar nuestras acciones y si detectamos alguna característica del tipo escapista, podemos detenerla antes de que se vuelva sistemática. Algunas claves son:

Enfrentarnos al miedo: es verdad que cuando nos implicamos también nos arriesgamos. Confianza, empatía y sentimientos parecen estar en juego. Pero no debemos tener miedo si somos consecuentes con nuestras ideas.

Autoestima: no tenemos por qué vender algo, a alguien, que no somos. Las personas que se acercarán y perdurarán lo harán por nuestras características reales.

Cuidar al otro: implicarse es algo importante y jugar con las expectativas de la otra persona es un indicio escapista. La sinceridad es una manera de proteger al resto.

El conocido refrán «del amor al odio hay un paso» se ha transformado en «del amor al rechazo hay un visto». Aunque seguramente podamos identificar el síndrome de Houdini en varias personas que pasaron por nuestras vidas, es necesario ser objetivo. El individualismo y la velocidad a la que cambia el entorno que nos rodea también se ha trasladado a nuestras relaciones, de manera que ahora estas demandan más y mejores reflejos sociales.

Por el Lic. en Psicología Francisco Roballo para La Mente es Maravillosa. -

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