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Gandhi: La marcha de la sal

La codicia, el vicio de los mercaderes, más tarde o más temprano desborda el saco y termina produciendo pérdidas totales. A su costa hicieron la experiencia los  ingleses, que fundaron su imperio en la codicia y lo llamaron para ensalzarlo  "aventura comercial británica". Eran aventureros que destruían, arrasaban, ataban, mutilaban en nombre del interés de algunos plutócratas que habitualmente nunca habían abandonado sus propiedades en Londres.

Gandhi era para Sir Winston Churchill un fakir harapiento que sube semidesnudo las escaleras del palacio virreinal en la India.
Gandhi era para Sir Winston Churchill un fakir harapiento que sube semidesnudo las escaleras del palacio virreinal en la India.

La India fue conquistada con astucia y perfidia por el imperio, que la consideraba la joya más preciada de la corona británica. Para pagar el té que importaban a Inglaterra que les parecía caro,  sin tener que erogar nada de su bolsillo, aquellos mercaderes impusieron a la China la guerra del opio  y la obligación a los chinos de drogarse  para beneficio de los ingleses.

En la India monopolizaron todos los negocios, por ejemplo cuando advirtieron que las tejedoras indias eran más eficientes que las de Manchester, sencillamente les cortaron un dedo de la mano derecha para que dejaran de ser eficientes. Cuando se abolió la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos y dejó de ser rentable para ellos el algodón norteamericano que se producía explotando el trabajo esclavo, promovieron la guerra del Paraguay usando los gobiernos adictos de  Argentina, Brasil y Uruguay de modo de arrasar la población paraguaya, abrir el comercio con ese país y convertirlo en una reserva conveniente y a buen precio para sus productos, que no había sido nunca debido a la oposición de los gobernantes guaraníes.

En la India la lógica de la codicia mercantil imperial llevó a prohibir a los indios producir sal, y a obligarlos a pagar elevadísimos impuestos por un producto esencial. Si   un hindú trataba de conseguir sal sin comprarla a los ingleses y pagar impuestos  usuarios, incurría en delito.

Esta situación fue aprovechada por el Mahatma Mohandas Gandhi, que el 12 de marzo de 1930 inició la "marcha de la sal", que no solo fue por sal sino por la libertad, que es la sal de la vida, y terminó echando a los mercaderes de su  país.

Gandhi era para Sir Winston Churchill un fakir harapiento que sube semidesnudo las escaleras del palacio virreinal en la India. Pero ese mendigo condujo a su  pueblo a la libertad a partir de la marcha de la sal.

Antes de 1930, Gandhi  había multiplicado las manifestaciones no violentas y las huelgas de hambre para obtener  un estatuto de autonomía análogo al concedido a las colonias de población mayoritariamente europea como Canadá y Australia.

Pero otro vicio de los europeos, el racismo, los llevó a despreciar este reclamo tal como se advierte en la caracterización de Churchill, con lo que se cavaron la fosa.

Los miembros del Partido del Congreso Nacional Indio, propusieron ante la nula respuesta a sus reclamos una   guerra abierta, con una serie de sublevaciones armadas para expulsar a los ingleses del territorio hindú.

Gandhi insistió en su Camino de la No violencia, fundado en la doctrina tradicional del "ahimsa" y advirtió al virrey de la India que su próxima campaña de desobediencia civil sería el ejercicio del derecho natural de los hindúes a producir sal.

Dejó su residencia en  Ahmedabad, al noroeste del país, acompañado de algunas decenas de discípulos y de un séquito de periodistas.

Después de un recorrido a pie de 300 kilómetros, llegó el 5 de abril de 1930 a la costa del Océano Índico. Avanzó dentro del agua y recogió en sus manos un poco de sal. Por este gesto irrisorio y altamente simbólico, Gandhi alentó a sus compatriotas a violar el monopolio impuesto por el gobierno británico sobre la producción y distribución de sal. Iba vestido de mujer, una señal para las mujeres hindúes de que ellas debían ponerse al frente de la rebelión, lo que entendieron perfectamente.

Los ingleses se habían apropiado de la producción de sal  que hasta ese momento era un acto libre del pueblo. Cualquier persona que lo necesitara producía sal tomando agua del mar y dejándola evaporar en un cuenco. La sal era necesaria para conservar la carne  y otros alimentos.

Gandhi invitó a boicotear  el monopolio británico sobre la sal porque era una actitud que todos los indios podían entender, aceptar y seguir.

En la playa, una multitud de vario miles de   simpatizantes, imitó al Mahatma y recogió agua salada en recipientes. Su ejemplo fue seguido por todo el país. De Karachi a Bombay los indios evaporaron el agua y recogieron la sal a plena luz del día, desafiando a los británicos. Las cárceles se llenaron  con 60 000 ladrones de sal indios.

Los independentistas siguieron la no violencia y no resistieron los arrestos. Gandhi pasó nueve meses preso. El virrey se reconoció impotente para  imponer la ley británica. Un cálculo político sencillo indicaba que era necesaria una represión tan violenta que los ingleses perderían todo crédito ante los indios, incluidas las élites locales que los apoyaban.  El  virrey liberó a todos los prisioneros y reconoció a los indios el derecho a recolectar ellos mismos la sal.

Churchill, entonces opositor en el parlamento británico,  rechazó frontalmente toda propuesta de independizar la India y al conocer la protesta de la sal.

Sin embargo, Gandhi fue recibido triunfalmente en Londres por políticos ingleses que aceptaban la independencia de la India, que les parecía inevitable.

La segunda guerra mundial aplazó la discusión pero el 15   de agosto de 1947, el Imperio de las Indias se convirtió por fin en independiente, pero al precio de una salvaje guerra religiosa y de la separación de India y Pakistán. En el contexto de este conflicto, Gandhi perdió la vida el 30 de enero de 1948, víctima de un fanático derechista hindú.

A lo largo de la marcha, Gandhi y sus seguidores entonaron a modo de himno el mantra Raghupati: "Señor Rama, dueño de la casa de Raghu, Exaltación de aquellos que han caído, Sita y Rama, Amado, alabemos a Sita y a Rama, Dios o Alá es tu nombre, Señor, bendícenos con sabiduría".

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