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España a dos velocidades: se consolida la derecha y la izquierda se desorienta

Por Miguela Varela, de Revista PPV, especial AIM. “Ya han ganado. Tengo miedo a que la epidemia ultra contagie a mis compatriotas. Miedo a no reconocerme más en mi país. Tengo 43 años y es la primera vez que me ocurre. Ya han ganado. Y quiero señalar a los culpables: los partidos políticos y los medios de comunicación. Ambos se han movido entre la manifiesta incapacidad para detener el crecimiento de la ultraderecha y el indisimulado interés electoral y comercial por alimentarlo”.

Así comienza el libro Epidemia Ultra, como una forma de alertarnos sobre la ultraderecha. Algo que parece muy lejano, pero que también está a la vuelta de la esquina. Una fuerza que se muestra irracional, antihistórica, pero que cada vez convence más a la ciudadanía. Un discurso misógino que se acerca cada vez a más mujeres y jóvenes. Está lejos, pero está ahí, esperando la voz de aura para caernos con todo el peso mientras seguimos pensando que está lejos.

Una elección políticamente incorrecta

Las elecciones autonómicas de este martes en la Comunidad de Madrid lograron nacionalizarse y hasta acaparar la atención de Europa y América Latina. Madrid es la tercera comunidad más poblada del país, la más rica de las regiones y el centro del poder político en España.

Quienes estamos alertas sobre el avance de la ultra derecha, vimos en esta campaña electoral la danza a pleno de todos sus componentes: amenazas y discursos políticamente incorrectos o, mejor dicho, fascistas, racistas y misóginos. Asistimos a una oda por España, esa España católica que no reconoce autonomías, que es blanca y anti inmigrantes. En ese marco, se inscribieron las amenazas dirigidas hacia Pablo Iglesias, candidato a dirigir la Comunidad de Madrid por la fuerza de izquierda Unidas Podemos. La campaña electoral llegó a su climax el día del debate, cuando la candidata de la ultraderecha por Vox, Rocío Monasterio, desacreditó las amenazas del candidato Iglesias y el debate fue suspendido. Pero la campaña también estuvo moldeada por publicidades que aseguraba que un jubilado español recibe una pensión diez veces menor que los subsidios que se entregan a inmigrantes menores de edad que llegan solos a España. Hasta allí llevaron el nivel de la discusión.

Cuando finalmente llegó el día, los números muestran una derecha tradicional, encarnada en el Partido Popular (PP), consolidada con un 45 por ciento de los votos. Pero la ultraderecha no sólo cosecha más del nueve por ciento, sino que logró hacer masivo su discurso y quedó por encima de una de las fuerzas de izquierda con mayor visibilidad: Unidas Podemos. El espacio de Pablo Iglesias, quien se apartó de la Vicepresidencia para ser candidato, alcanzó un escaso siete por ciento que los dejó penúltimos en la lista. Sin embargo, la escisión de Podemos con Iñigo Errejón a la cabeza, Más Madrid, sacudió el escenario y se ubicó segundo con 17 por ciento de los votos. ¿Qué muestran estos números? Primero, la derecha tradicional todavía conduce el espacio conservador con proyección nacional. Segundo, la ultraderecha todavía tiene potencial para crecer y empuja el discurso de la derecha tradicional hacia posiciones más extremas que, eventualmente, puede acrecentar los votos de Vox. Recordemos que Vox, en términos electorales pasó del 0,2 por ciento de los votos en 2016 al 10 por ciento en las elecciones generales de 2019. Es decir, pasó de la nada a conseguir más de dos millones de votos.

Tercero, la izquierda se reconfigura: el espacio de Errejón se convierte en la principal fuerza opositora, mientras que Unidas Podemos se debilita no sólo por los resultados, sino también por la salida de Pablo Iglesias. El anuncio del dirigente mueve las piezas, pero debilita la imagen de una izquierda que no logra sintetizar un discurso y que se queda sin una de las figuras más emblemáticas de la nueva generación política. Un dato más: la izquierda retrocede en los barrios más pobres. Un desconcierto.

¿Por qué avanza la derecha?

La ultraderecha española está representada hoy por Vox, como una consecuencia de dos crisis: la de los partidos políticos tradicionales y la crisis del neoliberalismo económico que no produjo el derrame esperado. Los discursos fiscalistas orientados al ajuste comenzaron a acercar cada vez más a la derecha tradicional del Partido Popular (PP) con la izquierda soft del Partido Socialista (PSOE). Ese panorama político generó dos nuevas respuestas: por izquierda Unidas Podemos y por derecha Vox.

Retomando Epidemia Ultra, en su capítulo “España: Vox, ¿Arcaísmo y Modernidad?”, Guillermo Fernández Vázquez expone claramente los cuatros ejes ordenadores de esta fuerza política: “Catalunya (es decir, la nación española y sus enemigos), seguridad (vinculada a la libertad de las personas para defenderse de sus agresores, normalmente identificados como personas extranjeras o migrantes), reivindicación de la tradición (en lo que concierne al modelo de familia, la definición de matrimonio y las valoraciones del aborto y la eutanasia, pero también al modo de relacionarse con los animales y a los usos y costumbres del mundo rural) y apuesta por medidas desreguladoras en el plano de la economía (bajo la cobertura retórica de la necesidad de aumentar la libertad y el poder de decisión del individuo; esto último se percibe nítidamente en la posición de Vox sobre la reforma del sistema de pensiones y el modelo educativo)”.

Sin embargo, vemos que en estas elecciones el PP retoma la iniciativa y se vuelve a colocar como la auténtica derecha española, con una mujer a la cabeza. Paralelamente, la otra pata del bipartidismo tradicional es la derrota del Psoe que, evidentemente, ya no aglutina a la izquierda. En una primera conclusión arriesgada podemos decir que la derecha tradicional condensa la vuelta de algunas certidumbres en un contexto cada vez más líquido: pandemia, desempleo, inmigración, cuestionamiento de prácticas sociales vinculados al auge del feminismo y del ambientalismo, políticas económicas que ponen en tensión la biblia neoliberal, entre otras. Es decir, la derecha tradicional propone volver a un mundo de certezas, como si esto fuera posible. Por su parte, la izquierda propone navegar y atravesar esa incertidumbre con nuevos esquemas, organizaciones más flexibles y consolidar las nuevas demandas sociales. Son dos velocidades que empujan a España al desconcierto y nos pone en alerta de forma permanente.

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