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Política
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La lucha obrera de las putas no tiene fronteras

La lucha obrera de las putas no tiene fronteras
La lucha obrera de las putas no tiene fronteras

La sindicalización de las meretrices se expande en el mundo más allá de la resistencia de corrientes detractoras. Argentina es punta de lanza en el movimiento a nivel internacional, sin embargo la violencia institucional (patriarcal, burguesa, blanca y heterosexual) aún cala hondo en el país. Por Valentín Ibarra, para AIM.  

 


Nuestro primer contrato es explícito.


Una tarde traslúcida de invierno, al entrar en la habitación,


me paga para que sea su esclavo esa noche y


enciende la televisión para que haya testigos


de lo que está a punto de ocurrir…” Paul B. Preciado. Testo yonqui (2008).


 

Que el cuerpo es un espacio de luchas políticas, ya lo sabemos, y en los últimos tiempos hemos protagonizados épicas batallas por su conquista. Temas como la despenalización del aborto, la eutanasia, el consumo de drogas, el sistema carcelario o el ejercicio de la prostitución diferenciado de la trata de personas y el proxenetismo, son algunos de los debates que abren grietas insalvables en la sociedad en general, dentro del movimiento internacional de mujeres y el feminismo en particular, porque lo que está en juego es el principio de autonomía y la soberanía sobre el propio cuerpo, es decir, la noción de sujeto, el rol del Estado y las disposiciones normativas que nos atraviesan, dejando levemente la sospecha de que el problema sobre el uso de un lenguaje inclusivo o de prácticas no sexistas en ámbitos laborales y educativos fueran temas menores, pero no, sabemos que no. Las políticas, que atraviesan todos los cuerpos responden a tramas complejas, continuas y con pretenciones de totalidad: qué se dice y cómo, qué se lee, cuándo y dónde. Cómo, cuándo y con quién se jode. Qué es promiscuo y qué es normal. Todo, responde a un modelo normativo-productivo de corte global que se sustenta en dos categorías rectoras: propios y excluidos, burgueses y proletarios. Ellos y nosotres.

 

En la “madre patria” hoy


“Somos trabajadoras y trabajadores, como usted y como usted,


con la abismal diferencia de que para nosotras los derechos laborales,


se han convertido en una utopía”.


Sindicato de trabajadoras sexuales de España (Otras, 2018).


 

Bajo el hashtag “yo soy otras” (#YoSoyOtras) y durante los últimos días visibilizamos un fuerte cruce entre el insipiente Sindicato de Trabajadoras Sexuales de España denominado “Otras”, las autoridades políticas y distintos grupos abolicionistas (de derecha e izquierda del cada vez más viejo continente) que buscan impedir el ejercicio sindical de las trabajadoras sexuales, so pretexto de contribuir con la explotación de mujeres, niñas y niños, desconociendo el principio de autonomía imperante cuando alguien decide por sí, prestar servicios de índole sexual sin tutela ni violencia. Esta situación terminó con la renuncia a su cargo de la directora de la secretaría de Trabajo, Concepción Pascual quien el 4 de agosto promulgó en el Boletín Oficial español, la creación del sindicato. “Cuando el Gobierno dio luz verde a la Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras) puso sobre el tapete el más peliagudo de los debates entre feministas, el que mezcla a mujeres que afirman ejercer la prostitución por voluntad propia -y quienes las apoyan desde una perspectiva feminista prosexo- y a quienes consideran, sin matiz alguno, que toda prostitución es explotación (…) En el camino, la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, se vio obligada a admitir la semana pasada que le habían metido "un gol por la escuadra", recurrió después a la abogacía del Estado para anular el sindicato y aceptó la rapidísima dimisión de Concepción Pascual, la que fuera ex directora de Trabajo y responsable de dar el visto bueno al sindicato tras comprobar que la solicitud reunía las condiciones legales. La división entre feministas ya se palpaba, pero se hizo evidente cuando la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, declarada feminista, se manifestó a favor del sindicato Otras dos días después de que se conociera su existencia”, afirmó el diario español El Mundo, en su edición del 7 de septiembre. El sindicato expresó en su cuenta de twitter un comunicado contundente donde afirma y denuncia: “Es posible que algunas personas con una posición acomodada en el gobierno, enmascaren tras la intocable tela del feminismo blanco heterosexual y burgués, que demandar derechos laborales para un sector empobrecido y estigmatizado es una atrocidad. Para nosotras, sin embargo, es plena justicia”.

 

Mientras tanto en el virreinato…

 

“… en lugar de que el Estado otorgue derechos y garantías


a las Trabajadoras Sexuales como al resto de la clase trabajadora,


las condiciones de criminalización y clandestinidad


coexisten con la estigmatización y discriminación hacia todo el colectivo”.


Violencia Institucional hacia las trabajadoras sexuales (Ammar, 2016)


 

Hechos y acciones semejantes persiguen en nuestro país, a la acción de las compañeras de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), quienes tras 20 años de lucha contra los estigmas y embates del abolicionismo viven diariamente situaciones de violencia institucional, abuso de autoridad policial y estigmatización. En días recientes pudimos ver a algunas referentes nacionales, entre ellas la secretaria General, Georgina Orellano, quienes fueron detenidas por (supuestas) contravenciones y en videos viralizados por todas las redes sociales, en los que resisten ante los intentos del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de quitar la publicidad callejera de oferta de sus servicios, en una cruzada anti-trata que solo logra mayor clandestinidad y la consecuente proximidad a situaciones de peligro ya que el discurso conocido como “de rescate” de vertiente punitivista e higienista no hace más que profundizar el problema.

Fácilmente podemos ver, al recorrer las cientos de crónicas y titulares escritos sobre el tema en los últimos años como, lo que subyace es la búsqueda de una voz genuina, la libertad de decidir sobre el propio cuerpo y el temor de un puritanismo de falsa moral a poner sobre la mesa las pocas cartas que le quedan: sujeción de los cuerpos, del deseo y la sexualidad como agentes disciplinadores de la sociedad. “Las trabajadoras sexuales merecemos todo el reconocimiento y el respeto por parte de las instituciones, les guste o no nuestro trabajo. Nosotras no somos sujetos pasivos, sino mujeres adultas que sabemos luchar por lo que queremos, dentro de la legalidad establecida y buscando el bienestar de todas las personas que insisten en estigmatizarnos, criminalizarnos y mantenernos en los márgenes”, leemos del comunicado oficial de “Otras”, generando el marco propicio para la violencia institucional, el abuso policial, las condiciones precarias de trabajo, explotación laboral y dificultad de acceso a los servicios básicos de salud, generando un cerco de clandestinidad alrededor del trabajo sexual que aumenta el estigma y la vulnerabilidad. Vemos así, como el lenguaje revitaliza y pone en valor la palabra puta, las prácticas y discursos que van tomando las calles, las aulas y los gremios. Vemos como las putas ponen en jaque al capitalismo conservador a uno y otro lado del mundo. “Como colectivo de mujeres sujetas de derechos, con poder de decisión sobre nuestros propios cuerpos, exigimos y trabajamos en pos de la protección de nuestro sector. La lucha contra la violencia institucional se inscribe en una búsqueda por el cese de la persecución hacia las minorías y por el cese de la violencia hacia la mujer, además que en la batalla gremial de exigencia de derechos laborales”.

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