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Política
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Modernidad, capitalismo y especialización de la violencia

La violencia instrumental es uno de los pilares del modo de producción capitalista, para esto tomamos dos textos abordan con lucidez el tópico propuesto: el primero, de Silvia Federici, nos introduce con perspectiva de género en la invisibilización de la labor femenina en el periodo llamado de transición del feudalismo al capitalismo; mientras que el segundo, de la intelectual mexicana y transfeminista Sayak Valencia expone cómo la violencia estructural que denuncia la italoestadounidence goza de perfecta salud en nuestros tiempos y en nuestra región, especialmente.  Por Valentín Ibarra, para AIM.

Calibán y la Bruja: mujeres, cuerpos y acumulación primitiva” es uno de los libros más celebrados de Silvia Federici.
Calibán y la Bruja: mujeres, cuerpos y acumulación primitiva” es uno de los libros más celebrados de Silvia Federici.

Calibán y la Bruja: mujeres, cuerpos y acumulación primitiva” es uno de los libros más celebrados de Silvia Federici, su título, inspirado en la obra de William Shakespeare, en el que según las propias palabras de la investigadora y activista presenta las principales líneas de un proyecto de investigación sobre el cambio de rol de las mujeres en la transición del feudalismo al capitalismo. Es una búsqueda de las raíces de la opresión y las estrategias políticas del nuevo modo de producción, es así que partiendo de las bases de escasas investigaciones anteriores, se embarca en este proyecto entre cortes y contramarchas es un estudio “… contra la ortodoxia marxista, que explicaba la opresión y la sub­ordinación a los hombres como un residuo de las relaciones feudales, Dalla Costa y James defendieron que la explotación de las mujeres había tenido una función central en el proceso de acumulación capitalista, en la medida en que las mujeres han sido las productoras y reproductoras de la mercancía capitalista más esencial: la fuerza de trabajo”, de modo tal que, el diferencial de poder entre mujeres y hombres en la sociedad capitalista debe interpretarse como el efecto de un sistema social que no reconoce la producción y reproducción del trabajo como una actividad socioeconómica y como una fuente de acumulación del capital. Allí se inicia un camino para reinterpretar la historia del capitalismo y de la lucha de clases con una perspectiva de género y feminista.

Además, la investigación de Federici fue pionera en proveer una genealogía de los conceptos modernos de femineidad y masculinidad: examina la reorganización del trabajo doméstico, la vida familiar, la crianza de los hijos, la sexualidad, las relaciones entre hombres y mujeres y la relación entre producción y reproducción en la Europa de los siglos XVI y XVII. Se aparta de las conclusiones de Karl Marx ya que el alemán examina la acumulación primitiva desde el punto de vista del proletariado asalariado de sexo masculino y el desarrollo de la produc­ción de mercancías, mientras que la feminista lo analiza desde el punto de vista de los cambios que introduce en la posición social de las mujeres y en la reproducción de la fuerza de trabajo.

Desde esta perspectiva la acumulación primitiva incluye una serie de fenómenos que están ausentes en el autor de “El Capital” y que, sin embargo, son extremadamente importantes para la acumulación capitalista: i) el desarrollo de una nueva división sexual que somete la labor femenina y la función reproductiva de las mujeres a la reproducción de la fuerza de trabajo; ii) la construcción de un nuevo orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su subordinación a los hombres; iii) la mecanización del cuerpo proletario y su transformación, en el caso de las mujeres, en una máquina de reproducción de nuevos trabajadores.

Sobre brujas, herejes y desobedientes

La bruja en la obra de Federici, encarna un mundo de sujetos femeninos que el capitalismo no ha destruidoy se ubica en el centro de la escena: la hereje, la curandera, la esposa desobediente, la mujer que se anima a vivir sola, la obeahque envenenaba la comida del amo e inspiraba a los esclavos a rebelarse, “existe un acuerdo generalizado sobre el hecho de que la caza de brujas trató de destruir el control que las mujeres habían ejercido sobre su función reproductiva y que sirvió para allanar el camino al desarrollo de un régi­men patriarcal más opresivo”. En las sectas heréticas, por ejemplo, las mujeres alcanzaban posiciones encumbradas, tenían derecho a predicar, deambular libremente, iniciar nuevos miembros en la comunidad. Con frecuencia, mujeres y hombres vivían juntos sin necesidad de estar casados e incluso hay registros de comunidades integradas únicamente por mujeres, con sus propias normas y jerarquías tales casos se observan en Flandes y Alemania.

Una constante de los distintos movimientos heréticos y milenaristas es que las mujeres trataron de controlar la función reproductiva, en numerosas crónicas de los procesos judiciales del medievo y en los penitenciales son recurrentes las referencias al aborto y a los métodos anticonceptivos, posiciones sexuales de esterilidad y maleficia (pócimas). Cuando desde el Estado en alianza con la iglesia comenzaron a percibir estas prácticas como amenazas para la estabilidad social y económica (por ejemplo, en el período inmediato a la peste negra que, como sabemos, mató casi al 40 por ciento de la población europea) se expropió a las mujeres de estos saberes transmitidos de generación en generación y se criminalizó la práctica de las matronas (parteras y aborteras) a fin de ejercer un control poblacional necesario para este período en el que urgía el nacimiento de mano de obra, así, la maternidad pasó a ser un trabajo forzado.

La escalada de violencia y control estatal sobre la natalidad se fue agudizando y “la mujer se convirtió de forma cada vez más clara en la figura de lo hereje, de tal manera que, hacia comienzos del siglo XV, la bruja se transformó en el principal objetivo en la persecución”, donde el control de las relaciones de clase, la férrea política sexual, la creaciones de burdeles administrados por el Estado y una mirada indulgente sobre la violación de mujeres de clases bajas forjaron un creciente clima de hostilidad y misoginia.

Con la desaparición de la economía de subsistencia que había pre­dominado en la Europa pre-capitalista, la unidad de producción y re­producción que había sido típica de todas las sociedades basadas en la producción para el uso y consumo llegó a su fin; estas actividades se convirtie­ron en portadoras de otras relaciones sociales al tiempo que se hacían sexualmente diferenciadas y sujetó a la mujer a la reproducción y al “trabajo doméstico” invisibilizado.

Cada fase de la globalización capitalista, incluida la actual, ha venido acompañada de un retorno a los aspectos más violentos de la acumulación primitiva, lo que demuestra que la continua expulsión de los campesinos de la tierra, la guerra y el saqueo a escala global y la degradación de las mujeres son condiciones necesarias para la existencia del capitalismo en cualquier época. Como sabemos, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio moti­vado por el robo: en una palabra, la violencia fueron los pilares de este proceso por lo que el concepto de transición al capitalismo es en muchos sentidos una ficción.

Capitalismo gore desde la perspectiva de Sayak Valencia

Concebir al tercer mundo como un espacio geopolíticamente inamovible, sin posibilidad de acción ni de creación de un discurso propio es a todas luces, dice la intelectual mexicana, adherir a la posición colonialista histórica, lineal y hegemónica. Por el contrario, los discursos que surgen desde el tercer mundo reinterpretan los papeles económicos y sociales dando vida a nuevas identidades y sujetos por fuera del binarismo higiénico de fórmulas blancas, heterosexuales y predominantemente masculinas. Capitalismo gore, se dice desde la violencia que se respira en el perímetro del primer mundo, violencia extrema aplicada a los cuerpos como una herramienta de la economía mundial y sobre todo del crimen organizado, donde se teje para todos y nada para ellos. Es el filo, la bomba a punto de estallar. Thisis Tijuana, la última esquina de Latinoamérica, dice, la frontera, el infierno: niñas vírgenes de exportación, precios bajos para extranjeros.

Valencia hace hincapié en el hecho de que es prioritariamente en el Tercer Mundo y sus fronteras donde los efectos del capitalismo gore son más evidentes y brutales,propone repensar el capitalismo en su fase actual desde los espacios de frontera y ver como la violencia está presente de manera constitutiva y es rectora de las relaciones sociales y económicas, revitalizando la tesis del gran Calibán, este sistema mundo solo es posible perpetuando un baño de sangrey de crimen, especialmente sobre el cuerpo de las mujeres, parte del problema de las maquiladoras, del asesinato sin pausa de mujeres en ciudad Juárez y Tijuana, del narco y su sangrienta cultura de terror, pero también es la favela brasileña, los trenes atestados de inmigrantes ilegales que atraviesan Mexico desde cientos de puntos de América Central. Los balseros cubanos, los coyotes y las hambrunas de Haiti o El Salvador. “Si bien es cierto que la violencia es un comportamiento que nos acompaña desde los inicios de la historia, también es que este fenómeno no ha sido lo suficientemente estudiado por la filosofía – o ha carecido de difusión-, excepto casos aislados como el de Maquiavelo o Hobbes, en cuyos casos la violencia fue un factor definitivo”, continúa “en el primer caso como una herramienta determinante para el acceso al poder y la conservación de éste y en el segundo, como un rasgo de la condición humana…”, la importancia de comprender el fenómeno de la violencia, deviene del papel preponderante que tiene en la actualidad, tanto, que el siglo XX puede ser interpretado como sinónimo de violencia radical.

 

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