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Preocupa en Río Negro la presencia de especies invasoras

Un investigador del Conicet describió siete especies introducidas. Es Cristian Pérez, nacido en Chimpay. Se trata de plantas, carpas, mojarras y almejas que complican a las especies autóctonas.

Cristian Pérez nació en la localidad de Chimpay, que está en la margen izquierda del río Negro dentro del Valle Medio. Esa cercanía con el río lo marcó para siempre. A los seis años se mudó a Villa Regina, y hoy vive en Puerto Madryn, Chubut, pero no se olvida del río. Como profesional del Conicet, ya descubrió siete especies de plantas, peces y crustáceos que se han introducido en la cuenca del Río Negro durante las últimas décadas y están alterando los ecosistemas locales.

Cristian Perez ha dedicado gran parte de su carrera científica a detectar e indagar sobre flora y fauna introducida en Patagonia Norte.

Las especies introducidas son seres vivos que son transportados de manera voluntaria o accidental por los seres humanos fuera de sus áreas naturales. Al cambiar de “lugar de residencia” esas especies pueden aumentar su población y generar severos daños a los ambientes. Son una de las principales causas de pérdida de la biodiversidad en todo el planeta.

El río Negro, con sus más de 635 kilómetros de longitud, no es ajeno a padecer las consecuencias de la introdución de nuevas especies de peces, crustáceos y plantas en su curso. Ese ingreso pone en peligro a ejemplares nativos como el pez puyen chico (Galaxias maculatus) y la almeja patagónica (Anodontites puelchanus), según contó Cristian.

Desde su sitio de trabajo, en el Centro Nacional Patagónico (Cenpat) de Puerto Madryn, el experto se encarga de investigar y publicar sus hallazgos que registran el drástico estado de situación de uno de los cursos de agua más importantes de la región patagónica.

Se recibió de licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional del Sur y luego se dedicó a participar en campañas de recolección de muestras. Dirigió más su interés a la herpetología, es decir, el estudio de anfibios y reptiles.

Desde finales de la década de los años noventa realizó las publicaciones científicas sobre las especies introducidas en el Río Negro que ha descripto con detalles. Se trata de una tarea que pudo llevar adelante junto al acompañamiento de varios colegas radicados en la provincia, quienes le facilitaron la labor de búsqueda.

“Hay que diferenciar entre especies exóticas, que vienen de otro continente o hemisferio -como ocurre con el pez carpa-; y los traslocados. En este último caso, se trata de especies autóctonas de alguna otra parte de nuestro país que fueron traídas a un área donde no estaban”, aclaró.

En la cuenca rionegrina se han identificado tanto exponentes de exotismos como de traslocaciones. Una especie exótica que se encontró es el pez carpa o carpa común (Cyprinus carpio). Es una especie nativa de las aguas templadas de Europa y Asia. Se desconoce cómo llegó a la Patagonia Norte, pero existen indicios de las primeras poblaciones en el río Negro a comienzos de la década del 2000.

“La carpa posiblemente llegó por alguien con buenas intenciones que la liberó, porque existe la creencia de que controla la vegetación acuática. Sin embargo, esa creencia es falsa. Las carpas tienen una mayor tendencia a comer peces pequeños o huevos”, explicó Peréz. Se trata de especímenes muy invasores y con gran adaptabilidad, por lo cual la carpa es hoy el principal depredador de los peces autóctonos, como la perca o trucha patagónica.

Entre 1995 y 1999 fueron encontradas dos tipos de mojarras originarias de las costas del Río Paraná y de la Plata: el Cheirodon interruptus y el Corydoras paleatus. En 2008 se encontró el primer ejemplar de un Astyanax pampa, otro pez cuya distribución geográfica solo llegaba naturalmente al límite con la provincia de La Pampa.

“Se cree que todas estas especies fueron introducidas por medio de la pesca deportiva al utilizar bolsas de carnada viva. También podría haber sido producto de liberaciones de acuarios particulares”, detalló.

En tanto, en 2016 comenzaron a registrarse pequeñas formaciones esporádicas de Limnobium laevigatum, o como es conocida comúnmente: lentejones de agua. Es una planta flotante acuática nativa del continente americano, aunque tiene un mayor desarrollo en las áreas tropicales. No habitaba en Patagonia.

Su adaptabilidad le permitió desarrollarse en el clima árido de la Patagonia Norte. Se estima que su llegada tuvo que ver con un desprevenido accionar de la ciudadanía que arrojó ejemplares accidentalmente al río. Se trata de una planta ampliamente utilizada para embellecer estanques o acuarios. La proliferación de los lentejones de agua podría producir efectos tan nocivos como los producidos por los camalotes. Pueden aumentar los niveles de sulfuro de azufre en el agua y una modificación química del oxígeno como consecuencia de su descomposición. Estos fenómenos causarían una pérdida del equilibrio en los ecosistemas.

También la almeja asiática o Corbicula fluminea ingresó accidentalmente al país durante la década de los 60’ y 70’. Estos crustáceos probablemente llegaron desde sus lugares de origen a través del agua de las balsas de los barcos o por la liberación de especímenes vivos que eran utilizados como alimento de los tripulantes. En el Río Negro los primeros registros se remontan a la década de los noventa.

“Esta almeja genera grandes bancos que mueven el fondo natural del río e impide a otras especies desarrollarse. Cuando mueren, generan grandes áreas de conchillas que se degradan y alteran la composición química del agua. Estos parámetros inciden directamente sobre el resto de la flora y fauna autóctona”, aseguró Pérez. Su invasión ya llevó a la reducción de la población de la almeja patagónica.

La almeja asiática ya avanza río arriba lamentablemente. En este caso es transportada en los intestinos de los peces o por adherencia a las patas de las aves acuáticas.

Fuente: Diario Río Negro

biodiversidad patagonia Río Negro

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