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Política
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Olavo de Carvalho, el monje negro de Bolsonaro

El populismo  ha sido considerado una versión en parte diluida  y en parte edulcorada del  fascismo europeo de hace poco menos de un siglo,   más adecuada a estos tiempos. Uno de los principales teóricos del populismo  fue el argentino Ernesto Laclau, profesor en Oxford, fallecido en 2014.

El gurú de Bolsonaro es un filósofo autodidacta.
El gurú de Bolsonaro es un filósofo autodidacta.

Pero los que la política actual tiene  en cuenta son otros: Alexander Dugin en Rusia, filósofo de consulta de Vladimir Putin; Dominic Cummings, asesor del nuevo primer ministro inglés Boris Johnson; Steve Bannon, que cumplió la misma  función con Donald Trump en Estados Unidos hasta que fue licenciado;  y Olavo de Carvalho, filósofo autodidacta brasileño que desde su autoexilio en los Estados Unidos influenció en la política de Jair Bolsonaro y incidió en el nombramiento de sus funcionarios.

Todos ellos tienen una característica común: son ultraconservadores, apegados al pasado a veces de manera idolátrica, pero paradójicamente aprueban algunas doctrinas liberales, como hace Carvalho con el economista neoliberal Ludwig von Mises.

Carvalho tiene ahora 72 años y desde 2005 vive en una casa de campo en  Richmond, Virginia, en los Estadeos Unidos, donde fundó al Instituto Interamericano de Filosofía, Gobierno y Pensamiento Social.

De aquellos polvos a estos lodos

Carvalho fue socialista en su juventud y por los años 80 del siglo pasado escribió un libro de astrología y también se acercó al  Islam.

Empezó simpatizando con el Partido Comunista de Brasil, pero a partir de esos comienzos derivó poco a poco hacia un conservadurismo extremo.  Su vinculación con Bolsonaro deriva de su idea de que el Brasil debe extinguir mediante la democracia, sin liquidar instituciones, lo que el golpe militar de 1964 no pudo:  extirpar el comunismo de la vida política nacional, íntegramente y para siempre.

Se ha comparado  la influencia ideológica de  Carvalho sobre Bolsonaro -que no parece capaz de asimilar las sutilezas ideológicas de su mentor- con la de filósofo alemán Leo Strauss sobre el partido conservador estadounidense hasta que murió en 1973.

Strauss era derechista y clasista. El politólogo estadounidense  Sheldon Wolin  lo consideraba "un reaccionario fundador de sectas"; su influencia en los "neocons" del partido republicano fue decisiva.

La influencia de Carvalho

Instado por Carvalho, Bolsonaro nombró ministro de Educación al venezolano Ricardo Vélez Rodríguez,  autor del libro  "La gran mentira: Lula y el patrimonialismo petista", es decir del PT o "Partido Trabalhista".

Para Vélez, Lula es un patrimonialista,  un líder del que fluye todo el poder, creador de un régimen autocrático que excluye a las clases media y alta.

Otro ministro de Bolsonaro que Carvalho recomendó, el canciller Ernesto Araujo, es firme antiglobalizador. "El globalismo es la globalización económica que pasó a ser conducida por el marxismo cultural. Esencialmente es un sistema antihumano y anticristiano. La fe en Cristo significa hoy luchar contra el globalismo, cuyo objetivo último es romper la conexión entre Dios y el hombre, transformando al hombre en esclavo y a Dios en irrelevante". Así se expresa el ministro recomendado por Carvalho en un libro publicado poco antes del triunfo electoral de Bolsonaro.

El artista brasileño Caetano Veloso da otra caracterización de Carvalho mediante un paralelo con la Alemania nazi: "Olavo, el sub-Heidegger de nuestro sub-Hitler, el sub-Spengler de nuestro sub-Goebbels". Veloso acusó a Carvalho de promover la destrucción de la oposición política a  Bolsonaro.

La bibliografía de Bolsonaro

Cuando Bolsonaro dio su primera conferencia de prensa como presidente, tenía sobre el escritorio cuatro libros:   La Biblia; la Constitución de Brasil; la historia de la Segunda Guerra Mundial de Winston Churchill; y  un libro de Carvalho:  "Lo mínimo que usted precisa saber para no ser un idiota".

En esa ocasión Bolsonaro, sin dejar afuera ninguna recomendación de Carvalho, prometió combatir la ideología de género,  mejorar el estado de las cuentas públicas, y poner al  “Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos”

Carvalho tiene una escuela de filosofía por internet, que maneja desde su "rancho" en Richmond. Desde allí adoctrina contra el globalismo y el marxismo cultural, y dice que solo una revolución conservadora, que es compatible con el neoliberalismo, puede salvar a occidente de sus problemas (en que el propio occidente se ha metido). Y  la salvación está, en línea con las ideas de Trump, en una alianza entre la derecha estadounidense y la israelí.

Para Carvalho, la democracia de Lula era “una farsa grotesca” porque decidía una minoría con exclusión de la mayoría, pero en cambio, la verdadera democracia es la de Bolsonaro.

La razón de Olavo

Olavo tuvo su momento de gloria cuando miles de manifestantes circularon por las calles de Río y San Pablo coreando  "Olavo tiene razón". El, quizá superado por un triunfo que esperaba, dijo que tener razón es su trabajo y preguntado por las causas del giro brasileño a la derecha, dijo "c'est moi" repitiendo palabras sobre el Estado absolutista francés  atribuidas a Luis XIV

En su casa de campo en Virginia, Carvalho vive rodeado de libros pero también de rifles -que recomienda a los brasileños- y de retratos de generales esclavistas de la guerra de Secesión,  y acompañado de un mastín llamado "Big Mac", el nombre de una hamburguesa de Mac Donald´s.

En Virginia, Carvalho empezó a impregnarse de algunos elementos de la ideología norteamericana, en primer lugar el individualismo,  ajeno a su anterior posición, el liberalismo económico y la idea del estado y de impuestos mínimos.

Olavo participa de un modelo conspiracionista de derecha: no cree en el cambio climático, que tiene por una trampa china contra la industria occidental; sostiene que las vacunas matan más que inmunizan,  y dice que solo los homosexuales son afectados por el Sida.

No propone luchar contra la homosexualidad, sino «derrotar al movimiento gay» y los intentos de ampliar su campo de batalla desde lo puramente sexual hasta la construcción de identidades sociales. Para él, eso tiende a reemplazar la atmósfera mental creada por lo que llama "marxismo cultural"

Algunas opiniones

Algunas de sus perlas diseminadas por sus escritos son acusar a   Isaac Newton   de haber “diseminado el virus de la ignorancia en la Tierra“; negar la importancia de  Giordano Bruno, que dice fue condenado por brujo, y considerar que Galileo Galilei  "sólo introdujo el charlatanismo".

El ex comunista es ahora un defensor acérrimo de la dictadura militar brasileña de  1964-1985. Sin ella, dice, el Brasil hubiera sido escenario de la  mayor revolución comunista en la historia de  América.

Mostrando hasta dónde llega la "evolución" de su pensamiento, sostiene que el mayor error de aquella dictadura fue torturar a los opositores en lugar de matarlos, idea que también ha expresado Bolsonaro.

Gramsci en la mira

En su libro "La nueva era y la revolución cultural" Olavo enjuicia severamente a Fritjof Capra, autor entre otros libros  de "El Tao de la Física" y a Antonio Gramsci.

En el capítulo titulado “Lana caprina” Capra cae bajo la piqueta como filósofo de la Nueva Era que  pretendió injertar en occidente la sabiduría taoista.

Olavo le reprocha  practicar el profetismo con conocimientos muy sumarios de la cultura china antigua, con errores que se complace en destacar; pero delata que él mismo no tiene otros que los que supo extraer de "La Gran Tríada" de Guénon, que ha sido cuestionado justamente por haberse acercado tarde al taoismo y al budismo. En realidad, Guénon pasó del conocimiento exhaustivo del hinduismo, que fue el centro de casi toda su obra,     a una impensada conversión al  Islam en sus últimos años.

Otra cosa es con Gramsci, al que parece conocer mejor. En el capítulo "Antonio Gramsci y la salvación del Brasil" hace una presentación a su gusto del pensamiento gramsciano, que define como la propuesta de una revolución cultural que invierta todos los valores del conocimiento e instaure un historicismo absoluto, donde la función de la inteligencia sea sólo expresar las creencias colectivas:

“La estrategia de Gramsci invierte la fórmula leninista según la cual una vanguardia organizada y armada toma el poder autoproclamándose representante del proletariado, y solo después trata de convencer  a los entontecidos proletarios de que habían sido ellos los autores de la revolución”

Acusa al Partido Trabalhista de haber tomado las ideas de Gramsci para aplicarlas a la sociedad brasileña y se encarga de hostilizarlas hasta volverlas irreconocibles.

Lenín al revés

Para Olavo, con   su idea de hegemonía Gramsci dio vuelta el esquema leninista. Lenin y el partido bolchevique tomaron el poder en la Rusia zarista y establecieron la hegemonía. Gramsci, mediante la intervención en la psicología de las masas,  pretende establecer primero la hegemonía para llegar luego suavemente al poder. “El gramscismo espera llegar al poder  cuando ya no queden ideas contrarias en el repertorio mental del pueblo”. Y para evitar que Lula, Dilma  y los trabalhistas alcancen este punto, están Bolsonaro y Carvalho, que por ahora se han hecho efectivamente con el poder en el Brasil a la sombra de Trump, sin cuidado por la suavidad.

Pone en guardia a los brasileños contra las ideas gramscianas, que considera introducidas por el Trabalhismo para inducir conductas contra el propio Trabalhismo;  pero acepta cualquier idea o acción que tengan los mismos fines maquiavélicos que atribuye a Gramsci, con la condición de que su origen sea el conservadurismo radical, aunque venga envuelto en el “progresismo” liberal.

Lamenta la “estupidez paquidérmica”de la burguesía brasileña, que según él se dejó dominar por el discurso  ético del gramscismo. Atribuye a Gramsci la intención hiperbólica de “erradicar la inteligencia de la faz de la tierra”. En sus palabras “Gramsci es el profeta de la imbecilidad, el guía de las hordas de imbéciles para los que la verdad es la mentira y la mentira la verdad”.  Sintiéndose sin duda en casa, atribuye a Gramsci una función que cierta teología atribuye a Satanás.

En adelante, el trabajo de Carbalho, por ahora exitoso, es lograr que una filosofía como la de Gramsci, que considera una evolución errática del escepticismo griego, sea erradicada de la mente de los brasileños. Es sintomático que piense que quien puede lograrlo es Bolsonaro, que tiene corregidas y aumentadas todas las malas facultades que coloca en Gramsci como ideólogo de un nuevo método revolucionario y en Capra como introductor de ideas ajenas a Occidente,  y por eso, en  su criterio, erróneas.

Carbalho contrapone la Nueva Era de Capra al “prometeonismo” de raíz renacentista de Gramsci. Dice que el partido Trabalhista brasileño es un partido gramsciano aunque lo niegue, y que la revolución que propuso fue débil y tardía. Llegó tarde y solo pudo constatar el triunfo mundial de la Nueva Era. “Brasil, siempre atrasado, es uno de los pocos lugares del mundo donde la lucha continúa, con un feroz núcleo de gramscianos que ofrecen una resistencia quijotesca local al triunfo de los ejércitos de la Nueva Era”

Al final, como dijo hace más de dos milenios Lao Tse, el sabio taoísta: "cuando los políticos se apartan del equilibrio y exigen demasiado  empiezan a llover piedras sobre ellos". Puede dar testimonio de los chichones Macri, un amigo de Bolsonaro y discípulo de Trump, como él.

De la Redacción de AIM.

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