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Política
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Política del miedo y libertad sin política

La política tiene para sus fines un punto de apoyo fundamental: el miedo suscitado por las conductas deseadas por los que quieren ganar una elección o   provocar una guerra. El arte de articular el miedo como estado social  y dirigir las conductas con él  es un recurso del poder, quizá el más usado y el mejor disimulado.

Francisco de Goya: Disparate conocido (1815-1819)
Francisco de Goya: Disparate conocido (1815-1819)

La ciencia dirigida a satisfacer las necesidades del poder enseña cómo administrar la alegría,  la frustración, el miedo y las emociones y pasiones que las ciencias sociales de antaño menospreciaban como irracionales, quizá por herencia del positivismo.

El miedo es una emoción potente, puede ser muy destructivo y generar catástrofes enormes y obediencias ciegas.

 

Patas arriba

En  una de las páginas espléndidas de "Patas arriba" de Eduardo Galeano, resumen del actual estado de cosas,  se lee con referencia a las clases altas: En las grandes  ciudades los niños ricos crecen encerrados en la burbuja del miedo, "viajan, como el dinero, en autos blindados" y para ellos la realidad sólo existe para ser temida o para ser comprada.

Y las clases medias son también víctimas de  un miedo mayor: Para Galeano están asfixiadas por las deudas y paralizadas por el pánico. "Pánico de vivir, pánico de caer; pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas,  pánico  de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser".

Los bloques en la base de una pirámide  deben soportar el peso de todas los que están sobre ellas y si se trata de la pirámide social,  los pobres el peso de las clases medias y el de los ricos.

Para simular una explicación de apariencia  sólida, inconmovible, nada mejor que apelar a la naturaleza. Milton Friedman hablaba de tasa natural de desempleo, Charles Murray decía amparado por su ciencia que los negros estaban  naturalmente en la escala más baja de la pirámide y John  Rockefeller predicaba que la naturaleza premia a los aptos y castiga a lo inútiles, interpretando la selección  natural darwiniana.

Hace décadas, el miedo era considerado el "gigante negro del alma" por la ciencia de entonces,  que concebía además un gigante rojo, la ira, y otro blanco, el amor. Un gigante tan prometedor como el miedo no  quedó fuera del interés de la política.

 

Del temor al terror

Tememos a un adversario al que hemos ofendido  y que sabemos que puede y sabe vengarse.

Pero ese temor se transformaría en terror si se generalizara y no supiéramos de dónde provendrá el golpe ni su causa.  Entonces el temor es epidemia, deja de ser individual para  ser político, afectar a todos   y  convertirlos en masa inerte, pasiva, maleable.

Sin embargo, en esas condiciones los mismos que lo ejercen en su provecho pueden sufrirlo. Fue el destino del incorruptible Maximilien de Robespierre en el Gran Terror de la revolución francesa, cuando las cabezas caían en los baldes de las guillotinas en  espectáculos públicos cotidianos por meras sospechas de desapego al ideal republicano.

Finalmente cayó la cabeza del mismo Robespierre y sus amigos por reacción de los que sabían que estarían en la lista de  los sospechosos  si no  hoy, mañana.

 

El miedo al otro es útil a  nosotros

Thomas Hobbes instruyó  a los políticos:   la inteligencia propia de ellos consiste en   instrumentalizar el miedo a la amenaza externa para aniquilar al enemigo interno. Es una fórmula que vemos aparecer y reaparecer como nueva una  y otra vez  con aspectos diferentes  y que viene justificando desde multitudes vociferando en las plazas hasta guerras profilácticas,  preventivas o de anticipación a posibles acciones del fantasma presentado como enemigo.

En la misma dirección, Maquiavelo recomendó al Príncipe el miedo como inherente al poder, porque no hay  autoridad política sin el miedo que prepara para la obediencia.

Donald Trump ganó las elecciones en los Estados Unidos reemplazando el temor al comunismo, que sirvió  hasta la caída del muro de Berlín,  por la guerra contra el terrorismo y por la cruzada de preservación de la blancura anglosajona contra los inmigrantes oscuros,  haraganes, drogadictos  y violadores que invaden desde el sur.

La vieja Europa ve renacer el fascismo bajo muchas formas, incluido el feminismo radical, gracias al  uso del miedo por políticos oportunistas de poca formación   y mucha dependencia del capital financiero.

Viendo peligrar valores que creían eternos, las clases medias europeas empobrecidas son  manipuladas para ver el enemigo en los inmigrantes africanos, sin salir de la apatía  o cayendo en la militancia ciega  y el voto por la derecha radical.

 

Nosotros o el abismo

Cualquier político, democrático a dictatorial, debe gestionar adecuadamente el miedo, como instrumento valiosísimo de control: nosotros o el abismo. La incertidumbre es el caldo de cultivo más adecuado y el declive del estado de bienestar su fuente actual más cercana.

El miedo actual es "líquido", según el   sociólogo polaco Zygmunt Bauman,  fallecido en  2017, y nos invita a escondernos sin dar respuestas claras a amenazas difusas, que no sabríamos cómo combatir.

El miedo es de arranque  una emoción que paraliza o  llama a la acción; pero su uso político lo convierte en  una construcción intencionada, que enseña qué debe producir terror. También  enseña a esperar la aparición de un salvador capaz de fabricar un antídoto contra el mal.

 

La salida del laberinto

El hindú Jiddu Krishmamurti veía en el mundo moderno una división  sin límites,  un caos. Rechazaba las líneas de acción dependientes de alguna autoridad:  maestro, corporación, religión,  partido o patria e invitaba a un análisis riguroso, ante  todo del propio analizador.

Resolver el problema de vivir en estas condiciones, para él, es encontrar una línea de acción que no sea contradictoria, que origine armonía y no nuevos sufrimientos, a diferencia de las acciones e intenciones de los políticos de todas las tendencias, que festejan  triunfos en medio del  caos y gracias a  él.

Instaba a cada uno a ser su propio maestro,  ya que en el caos no es posible confiar en nadie. Y junto con ser su maestro, cada uno debe ser su discípulo.

 

Comunicación o comunión

Definía la comunicación: no es transferir información con el fin de asegurar en los otros cierta conducta o ideas, como hacen los políticos, los profesores, los periodistas, los predicadores, los agentes publicitarios; sino comunión, unión sin condiciones, en libertad, actuando sin generar ilusiones.

Los que crearon este mundo de codicia, rivalidad  y guerras expresan así lo que son externamente y han llegado a ser también internamente. Para conocer ese mundo no hace falta el periodismo, los libros, los videos  ni las conferencias, basta con advertir lo que hay dentro de cada  uno, vivir las propias contradicciones.

El mundo no está fuera de cada uno sino que cada  uno es el mundo y debe observarse   a sí mismo para saber qué hacer.

 

El individuo

La misma palabra individuo, que tiene hoy mucha circulación y variadas connotaciones ideológicas, significa etimológicamente una entidad indivisible, total, sin contradicciones, divisiones ni separaciones.

Cada individuo moderno no es entonces  un individuo real, porque está fragmentado, en lucha y en contradicción, lleno de miedo,   como el mundo.

El observador no es un fragmento en conflicto que observa a los otros fragmentos en conflicto y se atribuye la facultad de hacer esto o aquello, de rechazar esto y aceptar aquello.

Un fragmento que asuma autoridad sobre los demás no  dejará de lado por eso sus luchas y contradicciones, sus violencias y conflictos, que seguirán manifestándose  en la sociedad porque seguirá siendo un fragmento.

El censor que aprueba o rechaza, que justifica o reprueba, no es el observador de la totalidad de la existencia: mantiene las contradicciones, los conflictos,  la violencia y el miedo.

Cada observador mira el mundo a través de la imagen que se ha  hecho de sí mismo a lo largo del tiempo, de su funcionamiento como fragmento con su imagen de lo correcto e incorrecto.

 

La mirada que disipa el miedo

Verse a sí mismo y al mundo sin fragmentación es el primer paso para vencer el miedo. Las causas de la fragmentación, de las luchas interiores, de los deseos contradictorios, de la violencia, son muchas: la agresividad natural, la falta de espacio por hacinamiento, la necesidad de vencer ideas de inferioridad, etc, etc.

La mente tiene muchos trucos para sostenerse. Se divide en observador y observado, desde el lugar del observador juzga, absuelve o condena, se identifica con lo  bueno y bello y rechaza lo feo o malo.

No deja de ser un truco,  porque cuando el observador es consciente de que es parte de lo observado, sin distancia, descubre que el conflicto termina  y termina el miedo.

Cada uno debe entenderse a sí mismo como es, entender sus condiciones, tendencias, aprender a observar sin observador que ponga distancia.

La mente debe observar sin acumular, sin condicionamientos, sin separar,   sin reacciones ante halagos ni insultos. Porque acumular crea imágenes que separan y vuelven a crear conflictos.

La conciencia plena sin divisiones, sin fragmentos, sin censor,  es la plenitud donde no hay lugar para el miedo. Es un conocimiento que no tiene maestro, que no  puede ser enseñado por otro.

De la Redacción de AIM.

 

 

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