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Política
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La servidumbre voluntaria

El florentino Nicolás Maquiavelo mostró que el príncipe, para gobernar, debe ser un criminal. Según su casi contemporáneo Etienne De La Boetie, nacido en Sarlat, Francia, en 1530, hay gobierno y es criminal porque los gobernados lo consentimos.


La política es una organización criminal para robar a toda la sociedad y luego ofrecer solidaridad. En la política, los mismos que nos roban se ofrecen a ayudarnos a buscar a los ladrones.


Los Estados evolucionaron a partir de bandas de piratas, acostumbrados a correrías por el botín, como los héroes de La Iliada; pero a pesar de desarrollos diferentes, se mantienen todos fieles en el fondo a su naturaleza original, como se ve en la conducta de los políticos.



Tal es el virtuosismo que han desarrollado los políticos para alcanzar sus fines, que nos han hecho creer que sin Estado, es decir, sin el instrumento que han concebido y perfeccionado para apoderarse de la renta ajena, la vida no sería posible.


Chaplin ofrece una metáfora de este hecho en la película "El Pibe" (The Kid): un deshollinador que camina por los suburbios de Londres en la miseria de la revolución industrial hace que su acompañante, un niño, rompa vidrios de las ventanas y luego ofrece sus servicios para reponerlos.


Rápidamente, dada la velocidad con que los tiempos muestran su signo, se ve diversificarse la idea original de los políticos, que siempre presentan como mejora futura lo que es empeoramiento presente. Para muestra: en la letra de "Mano Blanca", Homero Manzi dice: "Dónde vas carrerito porteño con tu chata flamante y coqueta, con los ojos cerrados de sueño y un gajo de ruda detrás de la oreja".


Hace alrededor de un siglo, cuando todavía circulaban carreros por la esquina de la avenida Centenera y Tabaré que menciona el tango, por las calles adoquinadas del Sur de Buenos Aires, había Estado nacional y municipal, pero no tenía tanto control como el actual sobre los que conducían vehículos con los ojos cerrados de sueño. Hoy hay multas expropiatorias para los conductores dormidos o soñolientos, pero no por eso hay menos accidentes ni más respeto por las normas ni tampoco por eso la vida mejoró ni vale más.


Siervo porque quiero

Cuando tenía menos de 20 años, en respuesta a los desafíos de la sociedad renacentista víctima de un desequilibrio que anunciaba al capitalismo y que en esencia es el actual, el joven De La Boetie escribió su "Discurso sobre la servidumbre voluntaria". La obra no fue publicada sino después de su muerte a los 35 años por su amigo Miguel de Montaigne.


De ese texto breve tomamos algunos párrafos que muestran cómo el espíritu de aquel tiempo impera todavía:


-"Cosa admirable y dolorosa es, aunque harto común, ver a un millón de millones de hombres servir miserablemente y doblar la cerviz bajo el yugo, sin que una gran fuerza se lo imponga"

(El millón de millones mencionado por De La Boetie, un billón, es un uno seguido de 12 ceros en castellano y de nueve en inglés. La Tierra no tiene todavía un billón de habitantes humanos, por lo que la cifra trata de mostrar hiperbólicamente la magnitud de la dependencia).

-"Cuando un país tenga la dicha de poseer un gran hombre que se haya distinguido por su previsión en conservarlo, por su intrepidez en defenderlo y por su sabiduría en gobernarlo, no es prudente lanzarse a su obediencia y entregarse ciegamente a su dominio, sacándolo de un lugar donde brillaba por sus virtudes, para elevarlo a un puesto donde pueda obrar mal".

(Es el caso de Cincinato en la Roma antigua. Tras haberse convertido en dictador por una semana, invitado por los senadores, y haber mostrado los méritos que menciona De La Boetie , no quiso permanecer en el cargo a pesar de las lisonjas de los alcahuetes de entonces, los mismos de siempre).

-"¡Hombres miserables, pueblos insensatos, naciones envejecidas en vuestros males y ciegas cuando se trata de vuestra felicidad! ¿Cómo os dejáis arrebatar lo más pingüe de vuestras rentas, talar vuestros campos, robar vuestras casas y despojarlas de los muebles que heredasteis de vuestros antepasados?"

(Cabe retener de esta expresión indignada la pasividad ante la depredación entonces y ahora, la ceguera voluntaria ante sus causas y la pasividad para remediarla. Y cabe considerar la admirable construcción del Estado como instrumento del robo y simultáneamente como promesa de solución).

-"Este poderoso que os avasalla, este tirano que os oprime, sólo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo, ni más ni menos que el hombre más insignificante de vuestras ciudades. Si en algo os aventaja es en el poder que le habéis consentido de destruirnos."

(Ese poder: absoluto, monárquico, democrático, oligárquico o como se llame, es el poder nebuloso de un monstruo llamado Estado, que no tiene mas realidad que la que le concede nuestra fantasía y que se disolvería tan pronto dejemos de temerle como un niño a la oscuridad).


Sin dignidad ni libertad

Para De La Boetie, la naturaleza humana ha sido pervertida al punto de que los hombres no recuerdan su dignidad. Por eso medran los tiranos bajo diferentes denominaciones políticas -execradas o prestigiadas, inmejorables o abandonadas- sostenidos por cómplices interesados, que suelen a su vez ser víctimas de los mismos tiranos.


Hasta entonces, la atención iba dirigida al poder que obliga, oprime, limita o envilece; pero la intuición de De La Boitie es que ese poder se manifiesta gracias a la propia voluntad del hombre de aceptar la servidumbre, de preferirla a la libertad.


También Baruch Spinoza, en su Tratado Teológico Político, se pregunta por qué los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su libertad.


De La Boitie sostiene que entre a los motivos para preferir el servilismo está las costumbres heredadas; pero también la propaganda publicitaria, la industria cultural que tiene hoy tanto peso e induce a adoptar formas ficticias de libertad.

También destaca el prestigio del poder, que él llama "místico", el carácter misterioso, impenetrable, numinoso, casi fatal con que se impone a las mentes de los que eligen la dependencia y el conformismo, de los se someten voluntariamente a un monstruo sin otro poder que el que le quieran dar y cuya consistencia sería la del humo en la tormenta si fuera material. Un monstruo sin sustancia que desaparecería no ya con quitarle algo, sino solo con no darle nada.

De la Redacción de AIM.

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