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Las cinco heridas de la infancia

Las cinco heridas de la infancia: En este artículo te invito a entender qué son y qué impacto pueden tener hoy en nuestras decisiones cotidianas.

Las heridas de la infancia son experiencias tempranas de mucho dolor. Son lastimaduras psíquicas, lesiones emocionales, que se originan cuando somos pequeños/as y que quedan detenidas -sin cicatrizar- hasta nuestra edad adulta.

Podemos verlas en personas adultas de muchas formas: a modo de ansiedades muy intensas, ataques de pánico, aislamiento, imposibilidad de abrirse emocionalmente, desconfianza, pensamientos catastróficos, o como una sensación intensa de no merecer nada, entre otras.

Lise Bourbeau fue una autora canadiense que dedicó su carrera a estudiar profundamente la teoría de Freud, Reich, y otros psicólogos muy importantes. Unificando las teorías de estos, construyó la teorización de las cinco heridas de la infancia que veremos a continuación.

¿Cuál es la causa de las heridas?

Las heridas de la infancia pueden aparecer sobre todo de dos grandes formas:

1- Por una experiencia intensa y traumática.

Puede darse que la mamá o el papá haya humillado a su hijo/a frente a otras personas riéndose por algo que le hizo daño. También por un abuso físico o sexual, o incluso por una frase hiriente como “Mira qué inútil es, nunca puede hacer nada bien, es tan tonta”.

2 – Por una sucesión de varias experiencias negativas.

Estás pueden ser más pequeñas y no tan traumáticas, pero sí sostenidas en el tiempo. Por ejemplo, si una madre o padre siempre tarda más de 20 minutos en buscar a su hijo/a de la escuela, sentirá que no es lo suficientemente importante como para priorizarle e ir por el/ella a tiempo.

Cualquiera de estos dos tipos de vivencias, ya sea una sola muy intensa o varias pequeñas, dejan una huella afectiva que queda clavada como una daga en nuestra autoestima.

¿Quién puede provocarnos una herida de la infancia?

No cualquier persona puede provocarnos una herida. Debe ser alguien significativo para nosotros. No es igual si un niño/a desconocido/a que encontramos en el parque nos dice inútiles, que escucharlo de mamá o papá, o alguien que amamos profundamente.

Las cinco heridas de la infancia

El impacto afectivo que tendrá será completamente diferente según quien la diga. Recordemos que los adultos son quienes nos muestran a través de sus lentes cómo es el mundo, y si nos dicen que somos unos inútiles, vamos a creerlo.

Las máscaras adultas para cubrir heridas infantiles

Frente a cada una de las cinco heridas de la infancia, las personas hemos ido construyendo “máscaras” que nos permiten defendernos cuando la herida se reactiva en el presente. Algunas máscaras son más obvias, otras más difusas. ¡Vamos a conocerlas!

Herida del abandono:

Cualquiera de estas situaciones, pueden ser interpretadas por el niño/a como una situación de abandono:

“Papá y mamá me abandonaron, o me dejaron al cuidado de otra persona por mucho tiempo, o, se pasaban los días tan metidos en sus trabajos que ni me prestaban atención, me dejaban siempre con un cuidador y cuando llegaban del trabajo, agotados, ni me miraban. O estaban tan sumidos en sus propias peleas que nunca se detenían a ver cómo estaba yo.”

Es probable que las personas con esta herida tiendan a ser dependientes de otros. Cada vez que una pareja o amigo en la actualidad le dice que no puede salir con ellas, o tienen otro grupo de amigos con quienes hacer planes, se activa la herida de abandono otra vez. Entonces la persona, por situaciones que a simple vista pueden parecer insignificantes, interpreta que la van a abandonar nuevamente. Y hace todo lo posible para evitarlo.

El temor más grande de alguien herido por el abandono es la soledad. Por ello, la máscara que se pone es la dependencia.

Herida del rechazo:

Esta herida es común verla en niños/as que sintieron que sus papás/mamás querían más a sus hermanos/as o a otra persona que a ellos.

La persona no se siente merecedora de cariño y se rechaza a sí misma. Tiene esta idea de que nadie nunca le elegirá. No cree que los demás puedan comprenderle y entonces opta por aislarse. No puede generar relaciones genuinas, ni lazos fuertes.

Utilizan la máscara de la huida. El terror que genera la sola posibilidad de que otra persona no le quiera es tan fuerte, que la mejor opción es alejarse primero. Son estas personas que están en una relación que viene muy bien, demasiado bien, y justo cuando se están comprometiendo emocionalmente, se alejan.

Herida de la humillación:

Esta herida se genera en niños/as de quienes los padres/madres se burlaron. Los desaprobaron, los descalificaron, los criticaron, los tildaron de “insuficientes”, o expresaron que algo en ellos/as era “inaceptable”.

Si esta herida no está sana, la persona se verá envuelta en escenas en las que los demás se burlan de ella. Vivirá a la defensiva para protegerse de quien quiera hacerle daño. La máscara que se pone la persona con una herida de humillación es, en la mayoría de los casos, la del masoquismo. Se critica constantemente a sí misma y piensa que merece sufrir.

Herida de la traición:

Esta herida se genera en niños y niñas a quienes sus padres les hicieron muchísimas veces una promesa, llegaron a anhelarla, pero nunca llegó.

Si esa conducta se vuelve repetitiva, el niño/a va generando una personalidad desconfiada. Se va aislando y descreyendo de todo el mundo, porque papá y mamá, quienes debían enseñarle a confiar, le traicionaron.

Para evitar daños por desilusión en su vida adulta, estas personas utilizan la máscara del control y la desconfianza.

Cubrimos la herida con una máscara

Suele costarle mucho revelar su intimidad, por miedo a que esto sea usado en su contra (acá vemos la desconfianza). Al tener dificultades de mostrar su vulnerabilidad tiene problemas para expresar sus emociones y sentimientos, blindándose emocionalmente. Le gusta tener siempre la última palabra, y organizar la vida de los demás.

Herida de la injusticia:

A esta herida la vemos en niños o niñas con padres/madres que fueron fríos y rígidos, que impusieron un estilo de educación o trato autoritario, poco respetuoso, con una exigencia constante que fue generando sentimientos de inutilidad, inferioridad, y sensación de injusticia.

Estos niños sintieron que no eran valorados, y esto es muy doloroso. La reacción de la persona que sufre la herida es la de disociarse de sus sentimientos, para sentirse protegido y no vulnerable. Para defenderse de esta herida, quienes la sufren construyen la máscara de la rigidez. Se vuelven extremadamente perfeccionistas para demostrar que sí valen.

Las personas con heridas de injusticia tienen dificultades para entregarse, dejarse llevar y sentir placer. Les cuesta expresar su ternura.

¿La herida infantil se repite en la adultez?

Ninguna de las cinco heridas de la infancia tiene nada que ver con las personas actuales. No tiene que ver con una pareja, ni con un/a amigo/a, ni con un jefe. Es probable que como persona adulta armes escenas en las que siempre eres abandonado/a rechazado/a, humillado/a… Pero es la herida infantil reactivándose una y otra vez. Las personas actuales no son más que “activadoras” de esa herida presente que debes sanar.

“Sabrás que estás en el camino de la sanación cuando seas consciente de que una herida fue activada y cuando seas capaz de observar el dolor de esa herida. Sabrás que superaste la herida, cuando no sientas necesidad de llevar la máscara protectora asociada a ella. La aceptación trae alivio, hace desaparecer el dolor poco a poco. Entonces ves a tu herida como una maestra, aquella que te dio una gran lección de vida”. Lise Bourbeau.

Fuente: psimammoliti.-

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