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Siempre hay una segunda oportunidad para enseñar que mentir o pegar no es correcto

Familias rotas que dejan a los hijos sin sus referentes principales, el influjo de los influencers en internet o niños solos en sus hogares... principales causas de la pérdida de valores.

Los niños ven en las redes sociales violencia, triunfos sin esfuerzo... Se asoman a un mundo paralelo irreal
Los niños ven en las redes sociales violencia, triunfos sin esfuerzo... Se asoman a un mundo paralelo irreal

Los valores son principios morales o éticos necesarios y deseables para toda persona debido a que influyen en su comportamiento y le ayudan a definir prioridades y relaciones con los demás. Son los que dan forma a la personalidad de cada individuo y le hacen más humano. Sin embargo, pese a su importancia, Carolina Barrantes, directora de proyectos de la Fundación Lo que de Verdad Importa, explica que en la actualidad muchos valores están siendo apartados e, incluso, olvidados, porque vivimos en una sociedad cada vez más acelerada, en la que prima tener todo al instante, el materialismo, ser muy competitivos, que las metas se persigan bajo la ley del mínimo esfuerzo o el engaño.

De la misma opinión es Juan Lucas Onieva, doctor en Educación y autor de «El convivenciario, cuentos con valor», al asegurar que los valores morales han cambiado y para muchas personas están en plena decadencia. «Hoy no está mal visto ser agresivo, desleal, orgulloso, mentiroso, egoísta, individualista o insolidario para triunfar en la vida».

¿A qué se debe este cambio? En opinión de los expertos hay diferentes motivos, pero una de las razones de mayor peso es que hace unos años el núcleo familiar estaba mucho más consolidado y era más fuerte que en la actualidad. «Los padres pasaban más tiempo con sus hijos, que no estaban enganchados a las pantallas. La comunicación en el hogar era más fluida y frecuente lo que facilitaba que cualquier circunstancia sirviera para transmitir valores. Hoy, la situación es bien distinta», apunta Carolina Barrantes.

Explica que, añadido a esta ausencia de convivencia mayor, los niños y jóvenes no tienen referentes positivos y motivadores que les ayuden a distinguir de verdad lo que es bueno y malo para ellos y, en definitiva, para su entorno y la sociedad en general.

Referentes equivocados

Considera que pasan mucho tiempo fuera de casa y cuando llegan a sus hogares «la mayoría de los niños están solos, lo que aprovechan para sentarse delante de pantallas viendo series, vídeos musicales, videojuegos, consejos de influencers..., donde encuentran referentes de personas que triunfan sin esfuerzo, que roban, matan, no respetan a los demás, son materialistas... Estos estímulos producen un efecto contagio y, cuanto más pequeños son los niños, se extiende la creencia de que el mundo adulto es así. Viven asomados a un mundo paralelo que no es real. El problema de pensar que la vida y convivencia pueden desarrollarse sin ser fiel a ciertos valores es que con el tiempo se dan cuenta de que estaban equivocados y se frustran porque padecen las consecuencias personales y sociales».

Segunda oportunidad

Sin embargo, para los padres que no han sabido o no han podido transmitir a sus hijos los valores necesarios en su momento, Carolina Barrantes les manda un mensaje esperanzador porque asegura que «siempre hay una segunda oportunidad», puesto que para aprenderlos no hay edad, se adquieren a lo largo de toda la vida, sin restar importancia, eso sí, a lo que implica asimilarlos desde la niñez.

Juan Lucas Onieva insiste en que los valores aportan sentido a la vida y, además, establecen prioridades, límites morales y reglas de conducta esenciales para educar a los jóvenes, por lo que es imperiosamente necesario ayudarles a que tengan un objetivo en la vida, orientación y valores que cuenten con la aprobación de sus padres o de otros adultos. «Suele ser frecuente que si los aprenden en la infancia se les queden grabados toda la vida».

Los docentes también tienen un papel muy importante a la hora de transmitir respeto, tolerancia, disciplina, integración, perseverancia, esfuerzo..., «pero lo que no pueden hacer las familias es delegar en los maestros esta función —advierte Barrante—. Debe ser una labor compartida que empieza siempre en el hogar».

Sensación de bienestar

Según los investigadores se han enumerado hasta treinta valores esenciales para uno mismo y para convivir con los demás. Las personas los adquieren según avanzan en edad; es decir, no se desarrollan todos al mismo tiempo ni con la misma intensidad. «Sin embargo –matiza Juan Lucas Onieva–, todos ellos están íntimamente relacionados de una manera u otra. Por ejemplo, una persona solidaria es al mismo tiempo generosa, compasiva y responsable; una honrada es también leal, confiable, respetuosa y sincera. Todos son importantes porque sin ellos, el ser humano no se siente completo, ni puede sentir sensación de bienestar consigo mismo ni con los demás. El problema es que no se fomentan lo suficiente porque no se les concede la importancia que tienen».

Momento de reflexión

Este doctor en Educación y profesor de la Universidad de Málaga explica que una forma muy sencilla de darse cuenta de lo importante que son los valores es reflexionar sobre la persona que queremos a nuestro lado: ¿alguien honrado, que nos escuche, que sea generoso, paciente, tolerante, respetuoso...? «Se trata de un buen barómetro para darnos cuenta, además, de que el resto de las personas también querrán que nosotros seamos así para ellos».

La pregunta es: ¿Por qué cuesta tanto adquirir ciertos valores? La respuesta es tan sencilla como compleja: porque conlleva un esfuerzo. «Para asimilarlos hay que trabajarlos en casa y en la escuela. No es correcto decir al niño “no hay que mentir nunca” y, después, al recibir una llamada de teléfono, decir «hijo, di que no estoy». El niño se dará cuenta de que se puede mentir y de que si referente, su padre, lo hace, pues él con más razón».

Fuerte apuesta

Carolina Barrante se siente optimista y cree que a pesar de parecer que lo que «vende» es lo malo, «se trata de una visión que ahora está de moda, pero dejará de estarlo. Las familias, las escuelas y la sociedad se darán cuenta de la importancia que tienen en las nuevas generaciones y apostarán fuerte por inculcarlos desde bien pequeños por el bien de todos», puntualiza.

Más optimista se manifiesta Ruth Carrasco, directora general del Injuve, al apuntar que los jóvenes hoy no son ni menos tolerantes ni menos solidarios. «De hecho, la semana pasada presentamos el Cuerpo Europeo de Solidaridad, una iniciativa de la Comisión Europea que ofrece una experiencia de voluntariado a jóvenes que desean construir una sociedad más justa. A fecha de hoy, más de 13.500 jóvenes están inscritos, lo que nos convierte en el país con mayor número de voluntarios de este programa. Son jóvenes comprometidos con el respeto de la dignidad de las personas, con el cuidado del medio ambiente, con la atención a los desfavorecidos, la cooperación al desarrollo, los derechos humanos; en definitiva, con una sociedad justa e igualitaria en la que predomine el pluralismo, la no discriminación y la tolerancia».

Aun así, la directora del Injuve reconoce que la juventud es un grupo muy heterogéneo, «por lo que es importante recuperar, tanto en el ámbito educativo como familiar, la educación en valores y para la ciudadanía. La educación es el mejor arma de defensa de la democracia y de sus valores. Y el concepto de ciudadanía es fundamental para sentirse parte de una sociedad y para asumir que ello supone tener derechos y también obligaciones. Educación y ciudadanía, son la clave para alcanzar un mundo libre, igualitario y justo.

ABC.es

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