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Provinciales
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Somos revolucionarios hasta que nos topamos con otra revolución

Ideales, doctrinas y luchas que involucran de lleno a los argentinos. Reflexiones inspiradas en la obra Pánfilos, del Teatro del Bardo, en la que conversan textos anarquistas, tradicionalistas y feministas, con motivo de los sucesos sangrientos de Gualeguaychú, un 1ro. de Mayo. Por Daniel Tirso Fiorotto (*).

El estallido llegó cuando una bala salió del campanario de la iglesia San José.
El estallido llegó cuando una bala salió del campanario de la iglesia San José.

Muchos de los revolucionarios franceses se las vieron en figurillas cuando las mujeres y los hombres de Haití levantaron en serio esas proclamas revolucionarias. Linda la igualdad, pero que no se la tomen tan a pecho los negros, los esclavizados, las colonias, debía interpretarse.

Muchos revolucionarios de Buenos Aires se las vieron en figurillas cuando las mujeres y los hombres de Entre Ríos, la Banda Oriental y otras provincias se alzaron en armas y dijeron independencia, república, reparto de tierras. Gobierno criollo sí, pero tampoco la pavada esa de federalismo con banda roja.

Incendiarios vueltos bomberos apenas les ponen en cuestión su poder o le dan otro sentido a la lucha. Y eso porque es común en los revolucionarios creer que su receta es única y perfecta, una herencia occidental que consiste en bajar línea, evangelizar, dar cátedra, y por eso destruir saberes, valores, trabajos y luchas de distintas comunidades que, a los ojos de los esclarecidos, no entienden nada.

Los ejemplos apuntados nos recuerdan a un alto dirigente cooperativista entrerriano que, en plena discusión por las retenciones, con las rutas cortadas por los piquetes de las entidades del campo, aclaraba en un velorio que todo tenía sus límites, tampoco había que irse al extremo y empezar a reclamar reforma agraria y esas cosas… (No fuera que el tiro les saliera por la culata).

Eduardo y Chichito

Pero sigamos con otros ejemplos: muchos revolucionarios socialistas y anarquistas se las ven en figurillas cuando las mujeres levantan su grito libertario contra el machismo y el sexismo. Y no faltan feminismos en figurillas cuando aparecen otros feminismos distintos (feminismo negro, interseccionalidad, perspectiva decolonial, por caso), que ya fueron expuestos hace medio siglo.

Es que hay feministas que piensan en una lucha por igual en el mundo y hay feministas que analizan la intersección de la mujer, la negritud, el sexismo y la colonia, la potenciación de las múltiples opresiones, lo cual le da otro sentido, otra profundidad. Todo un tema para cierta izquierda occidental que prefiere no hablar de racismo porque no tolera quedar del lado inconveniente.

Por eso los sectores llamados “progresistas” no alcanzan a ver (a veces) el racismo del hacinamiento en la Argentina: prefieren analizar parte por parte, fragmentar, dentro de su estilo eurocéntrico, y no mirar el conjunto, el barrio hacinado con enfermedades potenciadas mutuamente y dejando al ser humano bajo la  línea de lo humano.

Este debate nos trae a la memoria la conversación que mantuvieron una mañana el periodista villaguayense Eduardo Vuotto y el director del diario El Día de Gualeguaychú, Chichito Lapalma. El director decía: “nosotros los de la clase media bla bla bla”, entonces su empleado lo interrumpió amablemente con esta pregunta: “discúlpeme, Chichito, ¿la clase media suya o la mía?”

Quién es qué

Y los ejemplos siguen: muchas y muchos revolucionarios feministas se las ven en figurillas cuando los pueblos originarios izan la wiphala y quieren hacer las cosas a su modo, es decir, no aceptan la universalidad de los criterios, los paradigmas impuestos, las recetas de los iluminados ni la uniformidad: una forma de resistencia al “epistemicidio” que dicen algunos autores, es decir, la eliminación de modos de pensar impuesta por el atropello colonial.

Muchos revolucionarios y revolucionarias se las ven en figurillas cuando la Pachamama (madre tierra en equilibrio) les revela que no fueron creados a imagen y semejanza de dios y que el suelo, el río, el árbol, la mariposa, el pez, el aire, no están para servir a la especie humana sino que en conjunto constituyen la biodiversidad. Es decir: la tierra advierte que hasta los más encumbrados revolucionarios suelen caer en el antropocentrismo, cuando la soberbia del antropocentrismo ha sido fuente de depredación y miseria.

Y muchos revolucionarios dedicados a la clase social, la mujer, los sectores discriminados, la intersección de opresiones, el colonialismo, la contaminación del ambiente, convencidos de que el único revolucionario posible carga un fusil se las ven en figurillas cuando alguien se planta ante sus acciones y expone la teoría del no actuar.

Wu wei equivale a equilibrio y sobriedad, no a pacifismo tonto. Debe entenderse como no forzar, dejar que fluya, lo cual exige temple y valentía, y más aún cuando no se esperan premios ni reconocimientos.

Revoluciómetro

Las derivaciones de este análisis son variadas. Una de ellas pone en cuestión el sentido de la modernidad. Para unos, modernidad es sinónimo de revolución, de libertad. Para otros es un oprobio porque guarda en su génesis genocidio, esclavización y saqueo (principalmente en África y Abya yala –América-), y ha puesto en peligro la vida misma. En esta línea se inscriben el movimiento Modernidad/ Colonialidad, por ejemplo, y también los pensadores basados en tradiciones del Abya yala (equilibrio, complementariedad, comunidad solidaria, austeridad).

Así es que “modernos” ecologistas vuelven a la tradición del buen vivir (sumak kawsay, ñanderecó, kume felen) en armonía con la naturaleza, a la cosmovisión del ser humano dentro de la biodiversidad, contra el reino de la ciencia, el capital y el pretendido “progreso” sostenido en la razón.

Muy revolucionarios, algunos franceses querían seguir saqueando y explotando a los  haitianos, algunos porteños saqueando al resto de los pueblos e imponiendo la uniformidad a gusto y placer de la metrópolis; algunos socialistas y anarquistas sojuzgando a la mujer; la mujer y el hombre occidentales (blancos) imponiéndose sobre otros pueblos y saqueando al resto de la naturaleza; y tantos dando luchas y desacreditando a los que, desde otros criterios, entendían y entienden que la verdadera revolución está en otro tipo de resistencia.

Por supuesto que todo esto tiene sus bemoles y excepciones, pero los ejemplos sirven para comprender cómo suelen escucharse debates en los que cada uno de los participantes cree tener el revoluciómetro más ajustado, sin advertir que los altos principios son complementarios, o no son altos principios.

Muchas de las llamadas revoluciones apuntan a un aspecto de las opresiones. Como dice el estudioso Ramón Grosfoguel: no hay  movimientos perfectos, que abarquen todo. Ninguno es “anti todo”. Y a veces solemos pedir ese requisito para justificar nuestra ausencia. “O eres libre de pecado o no te apoyo”, apunta Grosfoguel como ejemplo de las excusas.

Teatro comprometido

Estas reflexiones fueron inspiradas en la obra Pánfilos, del grupo entrerriano Teatro del Bardo, que muestra a tres obreros del pan y actores en un debate, en medio de los enfrentamientos entre los sindicatos obreros y las Ligas Patrióticas en Gualeguaychú, un 1ro. de Mayo de 1921.

Se trata de un texto escrito en forma colectiva, y puesto en escena con la dirección de Walter Arosteguy y las actuaciones de Olivia Reinhartt, Valeria Folini y Tovio Velozo, que tuvimos el gusto de apreciar en el Teatro 3 de Febrero de Paraná. Los cuatro escribieron la obra inspirada en los sangrientos sucesos de Gualeguaychú.

El nombre Pánfilos connota varias cosas pero viene del dios Pan y el amor (pan-filos), y bien elegido, si el sindicato de panaderos hizo punta en los primeros reclamos obreros. La obra presenta posiciones cercanas pero distintas para enfocar los problemas obreros. Veamos por caso en la escena 6, el diálogo de Pierina, Berta y Francisco. Textual.

Berta: Para que la mujer llegue a su verdadera emancipación debe dejar de lado las ridículas nociones de “ser amada” y “estar comprometida”.

Pierina: ¿Por qué me dice eso, Berta? Usted sabe que mi marido es un buen hombre.

Berta: Creo firmemente que el matrimonio es una desgracia, no sólo para las mujeres sino también para los hombres, ya que no existe ninguna relación posible entre el matrimonio y el amor. El matrimonio es una institución concebida para sacrificar a las mujeres en el altar de la maternidad, y para estrangular toda posibilidad de independencia y de creatividad en nosotras.

Francisco: Señoras, por favor, no es necesario este enfrentamiento. No me parece oportuno, mientras estamos de huelga y nos están matando, salir ahora con ese tema del amor libre. Y usted, Berta, ataca todo cuanto yo amo y reverencio, la única de nuestras antiguas instituciones a la cual he conservado respeto, por cuanto en ella veo una encarnación de la justicia.

Pierina: No quieren la emancipación de la mujer, anarquistas cangrejiles, porque les gusta ser temidos y obedecidos, admirados y alabados. La van por ahí de grandes héroes revolucionarios,  y dejan a sus compañeras en las casas con la cabeza gacha y los ojos húmedos diciendo: Él es tan revolucionario. A ustedes, los que hablan de libertad y en el hogar quieren ser unos zares, quieren conservar derecho de vida y muerte sobre todo lo que les rodea, los que se creen por encima de nosotras, a ustedes les decimos, que ya no les tendremos más miedo, no los admiraremos más, no los obedeceremos. Ojo, macaneadores, ojo cangrejos. Si ustedes quieren ser libres, con más razón nosotras, doblemente esclavas de la sociedad y el hombre. Se acabó lo de ANARQUIA Y LIBERTAD y las mujeres a fregar.

Feminismo y clase

Berta: El matrimonio ha sido ideado por los dos grandes monstruos de nuestra sociedad; el Estado y la religión. Solamente cuando los hombres y las mujeres entendamos al fin que una pareja debe unirse con el único propósito de crecer juntos en todos los terrenos posibles, será posible remontar los objetivos sórdidos para los cuales la sociedad burguesa ha inventado el matrimonio

Francisco: Digo que el reinado de la mujer está en la familia; en el domicilio conyugal; el hombre, en quien la mujer debe amar no la belleza, sino la fuerza, desarrollará su dignidad, su individualidad, su carácter, su heroísmo y su justicia…

Cada vez que un hombre cambia sus riquezas por los goces de una mujer, todo comercio de voluptuosidad es concubinato, por no decir prostitución mutua. Así es como el matrimonio viene a ser para los esposos un culto de la conciencia, y para la sociedad la célula misma de la justicia. El  concubinato,  aunque sea la unión del hombre y de la mujer secreta o solemne, pero formada solamente en vista del placer, aunque en algunos casos es entendible, es el punto de partida habitual de los parásitos, de los ladrones, de los falsarios y de los asesinos.

Pierina: Mi marido dice algo parecido, y no es un mal hombre, yo lo amo, Berta.

Berta: La rebeldía sexual es nuestro instrumento para que, al recuperar el control de nuestro propio cuerpo, las mujeres le hagamos ver al mundo la posibilidad de acercarse a los otros sin manipulación y mercantilización de las emociones más valiosas de que son portadores los seres humanos. Sino reducir el amor a la simple humedad de un acto sexual, es quitarle todo su poder expresivo.

El amor libre es un instrumento eficaz para el acercamiento de los hombres y de las mujeres que compartimos un mismo ideal: la libertad más absoluta.

Héroe individual

Francisco:¡ El feminismo es reaccionario y burgués, la única lucha posible es la lucha de clases!¡ Nos liberaremos juntos, hombres y mujeres! ¡Anarquía por doquier!

Pierina: ¿Por qué se sirven de la palabra anarquía para cortar nuestra libertad de pensamiento y de acción? Es preciso que comprendan, falsos anarquistas, de una vez por todas, que nuestra misión no se reduce a criar a sus hijos y lavarles la mugre, que nosotras también tenemos derecho a emanciparnos y ser libres de toda clase de tutelajes, ya sea social, económico o marital.

Berta: Debemos luchar en la calle, en las prisiones y en los debates cotidianos contra hombres y mujeres también. (Intenta salir. Se detiene bruscamente)

Francisco: Los hermanos sean unidos

Porque esa es la ley primera

Tengan unión verdadera

En cualquier tiempo que sea

Porque si entre ellos pelean

Los devoran los de afuera.

Pierina: Un anarquista recitando los versos de un héroe individual, vergüenza debería darle. Pero, Berta, Francisco tiene razón esta vez en el mensaje, no nos peleemos entre nosotros…

Berta: El día que no haya libre debate de ideas, el anarquismo será sólo una cáscara vacía.

Francisco: Bueno, ya pasó, discúlpenme si las ofendí, vénganse a tomar unos mates, Berta, que el pan no está listo todavía, y esa es nuestra misión, llevar el pan.

El mate

Aquí termina la transcripción de un fragmento de la obra colectiva que, como advertimos, tiene el plus de concluir el debate en un convite: vénganse a tomar unos mates.

La rueda de mate es el lugar de los encuentros. Allí la unidad y lo auténtico puede más que las ideas enfrentadas. Los pensamientos, en un lugar adecuado, con el ser humano ubicado dentro de la biodiversidad y no encima, dan mejores frutos.

Anarquismo, feminismo, lucha, trabajo, hermandad, rueda de mate. En Pánfilos hay mundo y hay territorio. El lugar del trabajo despierta ideas pero no baja línea ni da recetas, deja interrogantes planteados, en una trama.

Como un todo, la letra (con demasiadas subordinadas o ramificaciones por ahí), cobra verosimilitud en la voz de Olivia, Valeria y Tovio. Ayudan el sonido, la escenografía austera, y los testimonios prestados por el documental Bandera Roja para poner en el centro de los debates a Gualeguaychú.

En el mate no hay disciplinas sumadas sino intersección, o mejor: unidad; y como en el centro está la armonía del ser humano dentro de la naturaleza, la rueda de mate permite detectar los sonidos que desafinan, y los ruidos, en nuestras propias luchas.

Daniel Tirso Fiorotto (*) es periodista, escritor e investigador.

Fuente: Diario Uno.

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