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Caleidoscopio
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Creer o reventar

El físico Stephen Hawking, muerto en 2018 tras padecer una enfermedad invalidante la mayor parte de su vida, concluyó que es posible que haya seres inteligentes en otros planetas. Más: es posible que ya nos hayan visitado; que nos estén visitando ahora o que nos invadan en un futuro próximo.

Hawking recordó que el universo conocido tiene unos 100 mil millones de galaxias cada una con cientos de millones de estrellas. De allí infirió que pensar que estamos solos, que el hombre es el único ser inteligente del universo, es un poco arriesgado.

Sin embargo, este riesgo no es tan grande según el astrónomo estadounidense Frank Drake, que creó hace poco más de 60 años una fórmula matemática para cuantificar la posible existencia de civilizaciones tecnológicamente avanzadas en nuestra galaxia.

N= R x Fp x ne x F1 x Fi x Fc x L

N es el total de civilizaciones buscadas, que resulta del producto de siete factores.
R es el número total de estrellas en la galaxia.
Fp es la fracción de esas estrellas que tienen sistemas planetarios.
"ne" corresponde al número de planetas apropiados para la vida en cada sistema planetario.
F1 es la fracción de esos planetas donde se desarrolla la vida.
Fi es la fracción de esos planetas donde se desarrolló la inteligencia.
Fc esla fracción de los planetas capaces de comunicarse a través de señales de radio.
L es la fracción de tiempo de vida del planeta durante la cual vive la civilización.

Haciendo los cálculos que necesita su fórmula, Drake llegó a que la probabilidad de que haya seres inteligentes en nuestra galaxia, fuera de la Tierra, es pequeñísima, ínfima.

La fórmula de Drake se basa en las características de nuestra propia civilización occidental moderna, como si quisiéramos encontrar algo demasiado parecido a nosotros y por lo tanto muy improbable debido a las exigencias que impone. Los humanos evolucionaron con una tecnología como la que busca Drake, que no hay razón para considerar privilegiada en ningún sentido.

No ha sido posible demostrar la existencia de vida fuera de la Tierra, menos todavía de vida inteligente, pero tampoco se ha demostrado que no la hay. Ya Schopenhauer observó que no es posible demostrar la inexistencia de cualquier estructura fantástica que se nos ocurra imaginar en una noche de insomnio. Solos o no, estamos en la incertidumbre que hace ver cosas en las sombras.

Hawking creyó que la Tierra podríamos estar en riesgo de una invasión de extraterrestres, los que llegarían en inmensas naves a colonizar nuestro planeta y saquear sus recursos.

El físico británico, autor de la teoría sobre los agujeros negros, supuso que los alienígenas están dispuestos a invadir la Tierra porque habrían consumido casi todos los recursos de sus planetas de origen y ahora estarían en búsqueda de otros para conquistarlos y colonizarlos; es decir, les adjudica las intenciones de los humanos actuales, que ante la perspectiva de quedarse sin recursos para el funcionamiento de la economía hablan de buscar materias primas en otros planetas para usarlas como combustible en la Tierra, de colonizar la Luna Marte o Titán y otras cosas por el estilo.

Fue claro sobre las consecuencias de la presunta invasión: "Si los extraterrestres nos visitan, el resultado sería parecido a cuando Colón desembarcó en América"; es decir, catastrófico para los nativos del territorio invadido.

La apremiante advertencia que Hawking lanzó sobre las presuntas intenciones de los extraterrestres, de los que invitó a los humanos a permanecer distantes, a no hacer contacto con ellos, se parece en algo a las de los annunaki según la interpretación del escritor ruso Zecharia Sitchin, especialista en lenguas muertas e investigador del pasado sumerio. Hay una diferencia: Sitchin fue etiquetado como "pseudocientífico" a diferencia de Hawking, que siempre gozó de reconocimiento académico, siempre estuvo dentro de la ciencia oficial "seria y responsable" y presidió hasta su muerte la Royal Society de Londres, la sociedad científica más antigua de la actualidad.

En sus "Crónicas de la Tierra", Sitchin afirma que los sumerios hablaban de una raza extraterrestre, los anunnaki, que venían de Nibiru, el planeta del dios Marduk, y habrían creado a los humanos mediante ingeniería genética para trabajar como esclavos en las minas de África, de América del Sur y de Mesoamérica, con el fin de obtener minerales y metales, principalmente oro.

Según Sitchin, los annunaki buscaban oro, que se les estaba acabando, para espolvorearlo en la tropósfera alrededor de su planeta, amenazado por los rayos de su sol.

La idea de que en un universo inimaginablemente grande no haya vida inteligente más que en la Tierra es uno de los principales argumentos racionales, aunque conjeturales, a favor de los extraterrestres, pero choca con la insuficiencia de datos y con dos excesos contrapuestos: de credulidad y de incredulidad.

El tema permite otro abordaje: la armonía con la naturaleza y con los demás, incluido uno mismo, está rota. El punto de vista del hombre individualista, creación del liberalismo, replegado sobre sí mismo y su estrecho círculo de intereses y enfrentado a un mundo hostil que debe dominar, se ha impuesto finalmente.

La relación con los demás se ha vuelto instrumental, de mero intercambio, de dar para recibir si es posible más que lo que se da.

Como síntoma de este estado de cosas, el hombre está cada vez más solo y desorientado en medio de las multitudes urbanas. La gran soledad es una nube que amenaza con tapar el sol y de que ninguna droga consuela ni ninguna ciencia elimina. La ruina es tan extensa que ya incluyó al racionalismo.

Las religiones instituidas de antaño han dado paso a la proliferación de sectas y capillas múltiples, con frecuencia de vida efímera, como el moho en los troncos de árboles muertos.

Pero la naturaleza gregaria del hombre no ha cambiado. Si ha decretado la sujeción y destrucción de la naturaleza, a la que ve como un territorio de conquista y una oportunidad de negocios, si ha decretado la muerte de los dioses, que ve como una irracionalidad y un infantilismo que no se puede permitir, si cada uno está atrincherado y levanta contra el otro muros mentales y materiales, la necesidad de "religación" se sostiene porque el hombre es por naturaleza un ser gregario. Y los anhelos otra vez miran al cielo, vacío de dioses pero promisorio de extraterrestres.
De la Redacción de AIM.

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