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Caleidoscopio
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El consumo descansa en la extracción destructiva .
El consumo descansa en la extracción destructiva .

Decrecimiento o barbarie

"Decrecimiento o barbarie" fue la consigna que Sergio Latouche lanzó desde la Universidad de París en la década de los años 90, tras haber tenido en Laos, en la década de los años 60 del siglo pasado, una experiencia que lo hizo cambiar sus ideas sobre el desarrollo y la misión de occidente y de su civilización impuesta en el mundo.

Latouche nació hace 80 años en Vannes, ciudad amurallada de unos 50.000 habitantes en la Bretaña. Como afiliado al partido comunista francés visitó África y luego, en Laos, tuvo una experiencia que lo llevó a cuestionar la economía política. "Cuando vivía en Laos estuve con comunidades que trabajaban unas cinco horas por día y el resto del tiempo lo dedicaban a divertirse, a plantar, a cazar, a pescar, y ahí me di cuenta de que el desarrollo iría a acabar con esta forma de vida feliz y transformaría a estas personas en subdesarrollados. El desarrollo colonizaría su imaginario, creándoles necesidades externas y destruyendo el equilibrio de sus sociedades"

Colonización por la economía o por la religión
Latouche explica que "colonizar el imaginario", lo que hace Occidente en el resto del planeta, se sirve de la economía como instrumento, del mismo modo como hace siglos se sirvió de la religión para invadir otros países. "Esta experiencia me permitió comprender que la economía es una forma de religión y que el desarrollo es una forma de occidentalización del mundo que toma el relevo de la colonización por otros medios".

Sin embargo, el decrecimiento o la reversión de las tendencias económicas impuestas por el consumismo que toca límites que no podrá superar, no es una opción, una alternativa que se pueda elegir entre otras, porque vendrá determinada por los límites del crecimiento, "quieras o no quieras". No se trata entonces de una verdad que necesite misioneros, sino de algo que se impondrá como resultado del propio curso de los hechos.

Destruir y acumular
Latouche es licenciado en ciencias políticas, filosofía y ciencias económicas. Es profesor emérito de economía de la Universidad Paris-Sud (Orsay). Critica particularmente la sociedad del desperdicio, que tiene como ideal la acumulación ilimitada de bienes con la consecuencia de la destrucción de la naturaleza y la generación de enormes desigualdades sociales.

Las críticas del estado de cosas donde el Covid 19 vino a poner un impasse pero no a cambiar la mentalidad, es decir, la civilización, implican que en el cambio de fondo el altruismo debería sustituir al egoísmo, el placer del ocio a la obsesión por el trabajo, la importancia de la vida social al consumo desenfrenado y lo razonable a lo racional.

No hay alternativa
Su crítica se aplica al concepto de "desarrollo sostenible", que considera un eslogan equivalente a "No hay alternativa" de Thatcher y Reagan, que en resumen significa que no hay alternativa al liberalismo.

"El desarrollo sostenible fue inventado por criminales de cuello blanco, entre ellos Stephan Schmidheiny, millonario suizo que fundó el Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible, el mayor lobby industrial de empresas contaminantes, y que fue acusado del homicidio de miles de obreros en una de sus fábricas de amianto".

Asegura que Schmidheiny y su amigo el empresario minero Maurice Frederick Strong trabajaron para que en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro 92 se presentase oficialmente el término "desarrollo sostenible". "Ellos decidieron vender el desarrollo sostenible igual que vendemos un jabón, con una campaña publicitaria extraordinaria, excelentemente sincronizada y con un éxito fabuloso. Pero no es más que otra vertiente del crecimiento económico".

El poder de la propaganda
Latouche recuerda como cosa obvia, pero enturbiada un poco por la ideología liberal y su continua apelación a la "naturaleza humana", que no nacemos productivistas pero nos convertimos muy rápidamente gracias al ambiente donde nos formamos, a la propaganda productivista tremenda, que coloniza el imaginario al tiempo que aprendemos a hablar. "Un crecimiento infinito en un planeta finito no es sostenible, eso es evidente incluso para un niño"

Apela a lo que llama "pedagogía de catástrofes": cuando la gente se ve afectada por alguna catástrofe comienza a tener dudas sobre la propaganda que difunde la prensa y los partidos políticos de izquierda o de derecha, y ante las dudas pueden ir en busca de alternativas y aproximarse al decrecimiento.

La solución, si viene, vendrá del pueblo, no de los Estados ni de sus gobiernos. Si los partidos no se animan a hablar de decrecimiento es solo por miedo, por el obvio temor a no ganar los votos suficientes que los mantengan competitivos en la lucha por el poder.

Pero es mucho lo que está en juego, porque el crecimiento como lo postula el liberalismo no es solo una lucha contra lo tradicional, que fue una de las banderas ilustradas, sino contra lo ancestral. " El verdadero crimen de occidente no es haber saqueado el tercer mundo, si no haber destruido el sentido de la vida de esta gente que ahora adoran al espejismo del desarrollo".

El desarrollo sin fin terminará
En síntesis: El crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito. El consumo descansa siempre en una extracción cada vez más destructiva de recursos naturales no renovables y en una tasa de explotación de recursos renovables que excede la capacidad de regeneración de la biosfera. Se genera además una adicción al consumo sin relación con la satisfacción de necesidades reales". El decrecimiento es también recuperar el buen uso de las cosas, renunciar a la ideología del "cada vez más" y volver a encontrar límites.

El programa del decrecimiento tiene cinco puntos fundamentales: 1) Una reforma fiscal ecológica; 2) limitación de la desigualdad en los ingresos; 3) disminución de la jornada de trabajo; 4) regulación del comercio internacional y 5) dejar de tratar lo escaso como si no lo fuera y lo que no es escaso como si lo fuera.
De la Redacción de AIM.

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