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Caleidoscopio
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En la encrucijada

Uno de los padres de la escuela austríaca de economía, Ludwig von Mises, trató de demostrar la imposibilidad del socialismo: si no hay mercado libre no hay precios y sin las señales que envían los precios no es posible asignar racionalmente los recursos de la economía.

La demolición del socialismo por la ciencia económica austríaca es hoy moneda corriente en las academias, pero de todos modos los profesores no pueden descansar en sus laureles: su logro teórico está siendo corroído por el desarrollo informático, que está demoliendo el sistema de precios. El costo de producción de los bienes de información, en condiciones del libre mercado y competencia, tiende a caer a cero; como resultado, los costos de producción tanto de las manufacturas como de los servicios también caen.

La época dorada del capitalismo ya está en el pasado, por lo menos en los países desarrollados. Según el periodista inglés Paul Mason, nos espera una opción diferente sobre la base de la abundancia tecnológica de las últimas décadas. Como los mismos austríacos pregonan, en el futuro predominará un modelo con menos Estado. La elección, que queda supeditada a la imprevisibilidad intrínseca del futuro, tendrá dos alternativas principales: el modelo colaborativo, de cooperación y ayuda mutua, o un modelo distópico, un feudalismo tecnológico con más desigualdad. Por ahora, parece que vamos por el segundo camino.

En el Manifiesto Comunista, Marx no escatimó reconocimientos a la labor histórica de la burguesía: "La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.

La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares.

La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas".

En la misma línea, Mason reconoce que el capitalismo ha propiciado la mayor oleada de desarrollo jamás vista, pero critica frontalmente el status quo actual. “Es el momento de que las élites, tanto económicas como académicas, se pregunten si de verdad funciona el neoliberalismo. Si lo hacen, la respuesta será obvia: un no rotundo”.

Cita luego al economista estadounidense Jeremy Rifkin, que en 2014, en "La sociedad de coste marginal cero", predijo un mundo en el que muchos productos y servicios serán gratuitos o casi gratuitos y el fin del trabajo.

Mason insiste en que la informática ha dejado vetusto el sistema de precios como orientación suprema para asignar recursos, porque muchos bienes y servicios, desde la información hasta la energía, se podrán consumir por muy poco. “La enciclopedia está en nuestro teléfono y la energía totalmente verde será realidad pronto. Eso no es ciencia ficción y es muy relevante”.

Cree llegado el momento en que la capacidad de transformación del capitalismo está tocando un límite insuperable, a pesar de haberse destacado desde sus inicios por su adaptabilidad. Ese límite serían las tecnologías de la información, que no crean productos más caros, sino más baratos e impiden a los trabajadores encontrar empleo en una industria tradicional en declive.

Mason atribuye a la peste negra del siglo XIV un papel decisivo en la transformación del feudalismo en capitalismo, es decir, en una transformación civilizatoria que excedió en mucho a la peste en sí misma.

Para él, el final de un sistema económico es una mezcla de sus debilidades internas combinadas con golpes externos.

El cambio climático, por ejemplo, es un golpe que viene del exterior porque el capitalismo industrial que conocimos se basaba en la extracción de carbón y en la destrucción de la biosfera.

Otras tendencias dignas de mención son el envejecimiento de la población, que puede provocar una bancarrota en la mayoría de los países a mediados del siglo XXI porque no habrá gente suficiente para sostener a los viejos.

Además, la pandemia en curso es también un shock externo, tal como la peste que en los inicios del capitalismo vino de Oriente. Si reflexionamos un poco más, aparece la idea de que los que tomamos por shocks externos tienen un aspecto interno claro: son ellos mismos productos del capitalismo. El sistema destruye los bosques tropicales y crea las condiciones para que millones de personas vivan en barrios marginales, hacinadas sin destino en las grandes ciudades.

Por otra parte, el mismo sistema de vida derivado del sistema económico que le da forma lleva a las llamadas "enfermedades de la pobreza", como la diabetes tipo B, el tabaquismo, las enfermedades pulmonares o la obesidad.

Mason recuerda que la peste negra interrumpió el modelo económico del feudalismo porque no había campesinos para cultivar la tierra y en las ciudades no habia gente para trabajar la lana, la materia prima principal de la época.

En ese tiempo de transformaciones, la gente se dio cuenta de que el sistema feudal ya no la protegía. Había nacido de la búsqueda de defensa contra bandidos y saqueadores, que pululaban tras el derrumbe del Imperio Romano y asolaban los campos, pero ahora de nuevo los campesinos estaban indefensos.

Cuando advirtieron su situación, los desheredados empezaron a valorar la palabra "libertas" como no lo habían hecho durante un milenio; el uso revolucionario de "libertas" no nació con la Ilustración ni con la revolución francesa, está atestiguado desde mediados del siglo XIV

La situación actual es que la desmesurada inyección de dinero sin respaldo con que se pretendió conjurar la crisis de 2007 creó una deuda excesiva porque aquel dinero se usó para especular. La enfermedad se curó con más enfermedad. El modelo neoliberal se basa en la desigualdad, la especulación financiera extrema y salarios bajos. Funcionó y sus teóricos estaban exultantes, pero ya no funciona

El análisis del momento actual que hace Mason es sencillo: si un gobierno pone a circular más dinero y al mismo tiempo baja salarios y reduce gasto público, el único lugar hacia el que ese dinero puede fluir es hacia los más ricos. El resultado es más desigualdad.

Ya no es posible pensar que el libre mercado funciona perfectamente y que va a corregir todo.
De la Redacción de AIM.

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