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Caleidoscopio
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Las profecías mayas

Durante 13 años desde 1549, el fraile franciscano Diego de Landa Calderón recorrió las selvas del Yucatán, en México, para conocer a los mayas y su cultura. Cuando los pobladores confiados le mostraron algunos códices los examinó interesado; pero sin decir nada concibió la idea de que eran cosa del diablo.

El 12 de julio de 1562, por orden del fraile, ardió el Yucatán una hoguera alimentada con objetos de culto y con 40 códices en los que se relataba la vida e historia de los mayas.

Diego de Landa Calderón, que tenía entonces 38 años, creyó haber cumplido cabalmente su deber con su dios, el dios de los invasores, y con su misión de convertir a los nativos a la fe “verdadera”. Había destruido lo que interpretaba como una red clandestina de apóstatas, servidores del demonio.

En el auto de fe en que Landa quemó la historia y la cosmovisión mayas, los indígenas invitados a presenciar la ceremonia fueron torturados para que reconocieran su fanático error, que consistía en tener divinidades que no eran las católicas.

Diego de Landa fue llamado a España por la inquisición a explicar sus actos, pero no recibió ninguna condena. Ya desde mucho antes, desde que la iglesia vio seguro su poder temporal, habían ardido en hogueras en Europa miles de discrepantes, cuyas obras fueron quemadas junto con los autores.

Cuando la iglesia no podía todavía impartir justicia de esa manera, como en el caso del filósofo neoplatónico Porfirio, del siglo III, sus obras fueron eliminadas más tarde junto con las de autores cristianos que lo citaban, para que nadie pudiera conocer siquiera el nombre de Porfirio y menos sus argumentos sobre el cristianismo.

Los códices mayas que se salvaron de aquella quema irreparable no deben ser interpretados en el sentido que se les suele dar, de castigos por faltas humanas o de instalación de un mundo en que reinaría la paz y el bien.

Esos son más bien los mensajes que gustan oír nuestros contemporáneos, pero no tienen relación con la doctrina de los ciclos propia de las culturas tradicionales, que no responde a criterios éticos ni están determinados por la conducta de la gente.

Más bien al revés: ciertos rasgos del comportamiento social son propios del estado del ciclo en que nos encontremos. Si ahora hay guerras, hambre en medio de la abundancia, alteración del clima, del aire, del agua y de la tierra, es indicio del agotamiento de un ciclo que el hombre debe acompañar, no puede sino a lo sumo retardar, y no se debe en consecuencia a la acción humana.

Los mayas, si tuvieron como parece conocimiento de la naturaleza cíclica de los mundos sucesivos que expresa una totalidad que no cambia en esencia, supieron que todos estos hechos iban a acontecer, y los dejaron escritos en sus "siete profecías" que han sido con frecuencia interpretadas sesgadamente.

La humanidad, según estas "profecías", entrará en una nueva era, una renovación en que al menos al comienzo no habrá más el caos ni la destrucción que caracterizan cada vez más claramente a estos tiempos.

Las previsiones no tienen fechas, pero sus intérpretes modernos se las han puesto muy detalladas: El mundo actual signado por el materialismo y el odio, como es propio de tiempos del fin, habría terminado el sábado 22 de de diciembre del año 2012. Los intérpretes modernos no dicen que si es de verdad el fin de una era, también terminaríamos nosotros para dar lugar a otros.

Esos "otros" vivirán integrados armónicamente con el Universo en un nuevo tiempo auroral con comprensión y conciencia de que todo está vivo y de que todos viven en una nueva era.

Los mayas habrían alcanzado el conocimiento de que una fuente de energía situada en el centro de la Vía Láctea produce gracias a una disposición particular cada 5125 años cambios profundos en el sistema solar que derivan en la Tierra en grandes cataclismos, necesarios como "la respiración" de la galaxia.

El tiempo se suspenderá al final, antes de dar lugar a "otro tiempo". Los mayas consideran un periodo de "no tiempo" en que éste paradójicamente transcurre muy velozmente.

Actualmente, de acuerdo con los intérpretes modernos, vivimos la "antesala de la nueva Era", un tiempo preparatorio antes de recibir una energía que no podrán resistir los seres demasiado materializados y toscos como hemos llegado a ser casi todos, sino solo los que todavía sean capaces de recibir una vibración más alta, quizá ante todo los niños.

Notablemente, en esos tiempos que cada uno podrá ver su parte negativa ante sí como en un espejo, para "caer en la cuenta". El cielo y el infierno, es decir, la parte esencial y la sustancial de cada uno, se manifestarán en plenitud, al modo de la revelación hopi cuando se suspenda la fe y la estrella azul brille sin máscara.

Otra de los pronósticos alude a una elevación planetaria de la temperatura con cambios de clima, de geología y de la sociedad, que se acompasan con la actividad humana de los últimos tiempos, ya fuera de control.

La actividad descontrolada determinará un aumento de temperatura que derretirá los polos. En el códice Dresde, casi único documento auténtico de las "profecías" aparecería la cifra 1366560 kines que tiene una diferencia de 20 años con la cifra que aparece en el templo de la cruz en Palenque, que tiene tallada la cifra de 1366540 kines. La diferencia de 20 años sería el "tiempo del no tiempo"

Los mayas eran conscientes del error moderno de creer que el mundo existe para el hombre como objeto de dominación, que la humanidad es la única expresión de vida inteligente y que él tiene sobre todo el resto el derecho de un depredador sobre su presa. Estas convicciones son solamente expresión de una desarmonía profunda, característica de los tiempos del fin de un ciclo.

La última profecía se refiere al nacimiento de un hombre transformado, que en el ciclo recién iniciado no conoce las limitaciones crecientes en que el antiguo había caído, y que puede vivir en paz y en armonía, como no puede quien está encerrado en sí mismo y enfrentado al resto.
De la Redacción de AIM

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