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Caleidoscopio
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Lenguaje inclusivo: ¿Distractor?

La lingüista Concepción María del Pilar Company Company expuso recientemente la tesis de que el lenguaje inclusivo está dirigido a desviar la atención; de que es un distractor que evita el reconocimiento de los problemas reales que afectan a las mujeres en la sociedad y les da un sustitutivo.

Concepción es española, pero está radicada en la ciudad de México y es miembro de la Academia de la Lengua desde 2005. También integra el Colegio Nacional mexicano, fundado en 1943 para reunir a científicos, artistas y humanistas. Es profesora de filología en la Universidad Nacional Autónoma (Unam) y autora de 10 obras de su especialidad, una de ellas los siete tomos de "Sintaxis histórica de la lengua española".

En el Colegio Nacional se destacó el filósofo e historiador Miguel León Portilla, autor de investigaciones fundamentales sobre las culturas mesoamericanas, en especial la náhuatl.

Para ella el lenguaje inclusivo es una falacia, en el sentido de "engaño" que da el diccionario a la palabra falacia. No se trata de un engaño sin más, sino más bien de un falso problema que contenta a muchos y distrae del problema de fondo: por eso es un distractor.

Lengua, corrección y autoridad
La gramática es el depósito de siglos y aún de milenios de evolución orgánica de las lenguas, apenas influenciada por cambios sociales que pueden ser formidables. El discurso, en cambio, es la construcción de un mensaje con intención de comunicarlo.

Nadie dice en su casa: "Niñas y niños, apúrense que llegamos tarde", sino "niños, apúrense que llegamos tarde". Y eso porque lo que se recomienda como reparación de la discriminación contra las mujeres no es resultado de la sedimentación secular sino una urgencia ideológica que las lenguas no acompañan.

Por definición, la lengua es una capacidad biológica de todos los seres humanos, que son seres de sintaxis libre, lo que significa capaces de crear mediante la lengua, de decir algo nunca dicho antes, de juntar palabras jamás juntadas y de entender algo nunca expresado.

Por la lengua tiene el hombre la capacidad de imaginar, hacer hipótesis, formular ciencia, crear mundos literarios y no solo comunicar lo que tiene presente, como ciertos animales que avisan del peligro cuando lo perciben, no lo anticipan en la imaginación.

La lengua es inclusiva por naturaleza, todos somos libres para usarla, no requiere legislación y cualquier imposición sobre cómo usarla es un acto autoritario.

La lengua está en relación estrecha con la cultura, la sociedad y la valoración del otro. Los intentos de adoctrinamiento ideológico comienzan habitualmente aprobando ciertos tipos de lenguaje, reprobando otros y recomendando qué leer o qué escribir.

Sin embargo, a lo largo de la historia los resultados de recomendaciones o prohibiciones desde el poder han sido en general nulos, porque la lengua los ha ignorado y ha seguido su propio camino.

Concepción declara que en su estudio de las lenguas encontró que el cambio social es siempre previo al cambio lingüístico, y que no siempre el cambio social se refleja en la lengua.

Como sea, la reescritura en lenguaje "inclusivo no sexista" de la constitución de Venezuela infló el texto de 100 páginas a 600. Podrá no ser de mucho beneficio para las mujeres, pero lo es para los impresores y libreros.

Lengua y discriminación
Existe discriminación hacia las mujeres, que no son minoría en la sociedad, y hacia minorías sexuales, étnicas o raciales; pero no es discriminación gramatical.

Las disputas por el uso de la lengua se deben a que es un soporte de identidad, por aquello de "dime cómo hablas y te diré quién eres". Pero hay también una idea de exclusión e inclusión. Si digo "sean todos bienvenidos" aparentemente estoy dejando afuera a las mujeres, que en realidad nunca se sintieron excluidas por el uso del plural masculino genérico. Al contrario, si digo "sean todas bienvenidas", sí estoy dejando afuera a los varones porque el femenino plural no los incluye. Es decir: el uso del masculino plural genérico es indiferente e incluyente, en cambio el femenino es excluyente.

Desde hace 2200 años, desde que el primer soldado etrusco pisó el suelo de Hispania y comenzó a gestarse el idioma, el español tiene esta herramienta del femenino excluyente para invisibilizar a los varones,; pero las mujeres no la usan.

Dicho y hecho
La idea de lo que no se dice no existe es la base de muchas cosmovisiones. Por ejemplo el evangelio de Juan comienza: "En el principio era el verbo": para que el mundo exista hay que nombrarlo. El Popol Vuh maya quiché dice "dijeron tierra y al instante apareció".

Agustín de Hipona y los neoplatónicos se ocuparon entre otros del verbo creador; en sánscrito la palabra "mantra" significa aproximadamente "liberación de la mente" y alude a sonidos, palabras o sílabas que llevan la mente fuera de la experiencia habitual, al silencio y a la serenidad primordiales.

La relación entre palabra y existencia está también presente en la afirmación de que la mujer debe ser "visibilizada" en el lenguaje, que con ese fin debe ser "inclusivo".

Concepción advierte sobre un peligro: el lenguaje inclusivo es un distractor, en otros términos "una cortina de humo que deja tranquilos a los machines y los hace sentir incluyentes mientras la desigualdad sigue aumentando".

"Ellos desdoblan y se sienten muy satisfechos creyendo que son más incluyentes por decir “amigas y amigos. Mi postura es que deberíamos poner las energías en la verdadera lucha, porque lleva tanta pelea esto del lenguaje incluyente, molesta tanto, incomoda tanto y obliga a posicionarse, a estar a la moda, que hace que nos olvidemos de los verdaderos problemas: el peor acceso a la salud, la mayor deserción escolar, la violencia de género, la desigualdad salarial".

Binario y no binario
La gramática es la estructura fundamental de la lengua; es arbitraria porque la forma de una palabra no se relaciona con su significado. La gramática no es binaria, a diferencia de la biología. No hay una gramática de femenino en a y masculino en o; sí es binaria la biología, donde hay varones y mujeres; pero no lo es la sexualidad.

Cualquier diccionario muestra que hay cuatro marcas de género en español: femenino, masculino, común y ambiguo: Hay femeninos que acaban en o (la mano), en a (la mesa) y en muchas variantes el diminutivo de "mano" se construye en femenino, como "manita" en México o en masculino, como "manito" en Chile, Argentina y Uruguay.

Hay muchos masculinos terminados en "a" como problema, vigía, telegrama, aroma, reuma, planeta, fantasma, dogma, esquema, día, sofá, tranvía, clima; hay género común como el estudiante y la estudiante, y hay género ambiguo cuando se pueden usar ambos géneros para el mismo referente como "Juan es un lacra" o "Juan es una lacra".

Es tan arbitraria la lengua que puede tener un singular masculino: el arte; y un plural masculino, las artes. Cuando una palabra tiene dos géneros la especializamos, como el cólera y la cólera. (Cierta bromita dice que los problemas son masculinos; pero las soluciones, femeninas).

El género gramatical de la palabra no tiene por qué coincidir con el sexo biológico del referente, y en español no coinciden en el 97% de los casos. Un hombre puede decir "soy una víctima", pero también, ya que somos seres de sintaxis libre, "soy un víctimo". Pero entonces estaría jugando con la creatividad del lenguaje y se entendería "víctimo" como una broma.

Gramaticalmente la palabra "humanidad" es femenina pero incluye a hombres y mujeres, tanto como es masculino "el jurado" que también incluye a hombres y mujeres. La arbitrariedad es un rasgo esencial del lenguaje, justamente un signo de su creatividad. Puede decirse "el calor" y también "la calor", pero en este caso el hablante crea la sospecha de no haber pasado por la escuela. La palabra "calor" era femenina hace siglos, y sigue femenina en francés (la chaleur), donde como en español deriva del latín “calere”. En algunas zonas donde "la calor" se usa habitualmente, se ha especializado en el sentido de calor extremo.

En gramática el género masculino es indiferente o no marcado, no significa varón sino género que abarca a varones y mujeres.


La "e" entre la "a" y la "o" y la diglosia
Concepción dice que la lengua española admite usar la "e" neutra con valor genérico, y que las minorías no binarias se sienten representadas por ese uso. De todos modos la imposición del lenguaje incluyente es un proceso artificial que no subsistirá si no hay una comunidad densa de hispanohablantes -no solo los activistas- que todos los días, a todas horas, lo utilicen en las tareas cotidianas por tres o cuatro generaciones más.

Es decir, 500 millones de hispanohablantes deberían usar continuamente la e no binaria para fijar el uso, pero eso es contrario a la economía de la lengua y afecta la fluidez y la fuerza expresiva.

Otra posibilidad es que por esta vía se generen dos códigos diferentes, lo que técnicamente se llama diglosia. Hay diglosia cuando en una comunidad coexisten dos lenguas, que tienen prestigio diferente y se usan en situaciones diferentes. El lenguaje inclusivo por ahora se usa en comunidades juveniles entusiastas, sobre todo universitarias, y lo usan los políticos en sus apariciones públicas.

No es un lenguaje práctico y por eso no se usa en la vida cotidiana, pero sí en activismo, cultura o política, cuando se deba evitar una valoración negativa del hablante como retrógrado.

La función únicamente "positiva" del lenguaje inclusivo se advierte en que nadie dice "ladrones y ladronas", o "los muertos y las muertas"; pero sí en cambio "amigos y amigas". El uso negativo está bloqueado, no se ha convertido en gramática.


Macho el sexo, masculino el género
Hace miles de años, en el lenguaje protoeuropeo, quizá masculino significara macho; pero si bien es posible, hay signos de arbitrariedad absoluta en el lenguaje desde hace 7000 años por lo menos.

"Todos tenemos sentimientos" incluye a hombres y mujeres porque el masculino "todos" es el género marcado, indiferente; en cambio "todas tenemos sentimientos" incluye únicamente a las mujeres y excluye a los hombres.

El lenguaje da a las mujeres la herramienta de hablar en femenino e invisibilizar a los hombres, pero salvo algunas feministas las mujeres no tienen esa finalidad, sino la de convivir en igualdad.


La lucha por el tres por ciento apenas
Solo el tres por ciento de las palabras españolas tiene alternancia gramatical determinada por el sexo del referente. Si el referente (el ser aludido por el signo) es un hombre, se dice por ejemplo "amigo" y si es una mujer, "amiga". Hay alternancia gramatical o/a según el referente sea varón o mujer y también animales como perro/perra.

Hay actualmente mucho acaloramiento, pero limitado a ambientes juveniles y políticos. En general, entre los jóvenes el entusiasmo predomina sobre la reflexión y en los políticos la especulación sobre la razón. El calor es por ese tres por ciento, sin reparar los acalorados que el mismo lenguaje que se pretende "corregir" ofrece el medio de excluir a los hombres mediante el uso del femenino.

La lengua no es derecha ni torcida
La lengua es un conjunto de rutinas y convenciones, una sedimentación histórica. En las convenciones no nos hemos puesto de acuerdo, pero las hemos respetado por siglos. La gramática es la cristalización en normas y reglas del uso cotidiano de todos los hablantes (todas incluidas).

Para la aceptación de las reglas gramaticales no hay acuerdo explícito de una comunidad de hablantes. A diferencia del derecho, la lengua no se regula mediante leyes escritas ni hay acuerdo previo. Es un sistema convencional altamente simbólico que no remite al mundo real, es arbitrario. Porque no remite al mundo real la lengua acoge el chiste, la literatura de ficción, el engaño; no se limita a describir lo que vemos, como no ha hecho nunca ninguna lengua.

Tirada de géneros
Un estudio del Instituto Max Planck de Alemania concluye que la mayoría de las lenguas actuales del mundo no tienen género, entre ellas el turco o el finlandés y todas las originarias de Abya Yala (América). Estas tienen marcas para la posesión, para el respeto, para las formas de los objetos, pero no para el género, que se les pasó sin sentirlo a lo largo de muchos milenios de historia.

El español, como todas las lenguas románicas, tiene dos géneros pero conserva restos del neutro, como "lo bueno". El latín y el griego, como el alemán y el ruso actualmente, tenían tres géneros; pero lo que un romano entendía como neutro no tenía relación con la realidad. "Homo" significaba la especie homo sapiens, "vir" era masculino y su derivado virtus, que era la condición masculina, como palabra era de género femenino.

El polaco tiene cinco géneros: femenino, neutro y tres masculinos. En inglés hasta hace poco los niños eran neutros, ni "he" ni "she", sino "it". Una variante curiosa aparece en una biblioteca universitaria de los Estados Unidos. Los libros de historia, antes reunidos bajo el rótulo "history" ahora están en anaqueles de "hertory" debido a que la palabra "history", de origen griego, tuvo la mala fortuna de empezar por "his", adjetivo posesivo que en inglés se refiere a varones. A alguien le pareció discriminatorio hacia las mujeres, a las que se aplica "her". Allí por lo menos se acabó la historia: no más history, ¡ahora hertory!

La lengua por su lado, la sociedad por el suyo
En la mayoría de los lenguajes del mundo no hay marca de género, pero la sociedad discrimina a las mujeres. La gramática no tiene nada que ver con el problema que quiere resolver el "lenguaje inclusivo". Concepción insiste en que no se trata de luchar en la gramática sino en la sociedad: "igualdad no es que me llamen "arquitecta" y no "arquitecto", sino que me contraten y me paguen igual. Me parece además que el lenguaje incluyente es antieconómico. En aras de la equidad estamos perdiendo equilibrio y elegancia en la lengua y podemos cometer errores gramaticales".

A grandes cambios sociales han correspondido mínimos cambios gramaticales, y muy a la larga. Además, nunca un cambio lingüístico se ha logrado por decreto o imposición social.

En realidad, cuando más se intenta imponer algo a los hablantes, más rebeldía encuentra la imposición. Por eso encuentran eco tan adverso los criterios valorativos de los académicos. Los hablantes son reacios al cambio porque quieren evitar quiebres comunicativos y prefieren guiarse por principios de economía que el lenguaje inclusivo está tratando de romper. En alemán, donde las normas inclusivas influyen quizá menos debido a la estructura de la lengua, los profesores del "Gymnasium", la escuela secundaria, se quejaron de que el lenguaje inclusivo hace lenta y pesada la comunicación, lo que a la larga ningún lenguaje acepta porque se trata de lograr efectos inmediatos.

?En criterio de Concepción, la gramática no es ni puede ser sexista, aunque sí el discurso, e invita de paso a los redactores periodísticos a hacer bien su trabajo.

Por ejemplo, si un varón recibe un premio de literatura solemos leer "Juan recibió el premio Cervantes", pero si la premiada en una mujer, puede aparecer al final: El premio Cervantes fue acordado a Juana". Figurar a la cabeza o a la cola son opciones que el discurso ofrece al redactor, usar una u otra según el sexo del premiado es discriminación.
De la Redacción de AIM.

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