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Caleidoscopio
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Lerdo, tristón y cansado

Hace 99 años, el 29 de setiembre de 1924, murió en el hospital municipal Bichat de París Lorenzo Arola, más conocido como Eduardo Arolas, "el tigre del bandoneón". Una universidad argentina concluyó hace una década que Arolas fue el mejor compositor de tangos, de acuerdo con la elaboración que hizo una computadora de los datos que le introdujeron.


No parece necesaria la inteligencia artificial para alcanzar ese resultado, que muchos sospecharon antes usando solo su sensibilidad.

Arolas tenía 32 años cuando murió de tuberculosis. Se había ido a Francia cuatro años antes, según Enrique Cadícamo "enfermo de amor y triste en busca de olvido".

Una foto muestra que cuando retiraron el cuerpo del hospital estaban presentes los integrantes de la colonia argentina en París, casi todos artistas en busca de fortuna.
Tuvo fama también allá, donde había actuado por poco tiempo en cabarets.

Una elegía dice de ese momento fúnebre: "Tendido bajo el cielo de París tu silencio de toda forma entiende: no te has quedado solo". "Concurrieron a verte morir los tangos viejos y una milonga triste, doliente, acompasada". "Era de Buenos Aires y tuvo alma de tango, cansado, triste y lerdo".

Algunos le cuelgan fama de "cafishio" y recuerdan la costumbre significativa, casi identitaria, de usar anillos de oro en todos los dedos sobre guantes blancos; pero otros, quizá más realistas, juzgan que por una parte cargaba con un temperamento enamoradizo, débil, incapaz de soportar las frustraciones del amor sin apoyarse en el alcohol, y por otra tenía una intuición musical maravillosa, tan intensa que el bandoneón no la resistía y los instrumentos solían arruinarse en sus manos.

"El bandoneón era poco instrumento para un corazón tan grande", resumió Enrique Delfino. Y fueron las tendencias autodestructivas nunca superadas las que ayudaron a su triste final.

Pero así como era grande el corazón para crear ritmos y melodías que cambiaron la historia del tango a punta de genio, lo hacía víctima fácil de la fascinación por las mujeres.

Según algunos biógrafos abandonó presentaciones en las embajadas porque no le permitían seducir a las damas "bien" que acudían a las fiestas diplomáticas; en una ocasión se llevó en un barco a la amante del embajador de Francia. Las prostitutas ejercían mucha influencia sobre él. Se enamoró de una, llamada Delia López, y la llevó a Buenos Aires, donde la pareja vivió con José Enrique, el hermano mayor de Arolas, el que lo inició en la guitarra a los seis años de edad.

Una noche supo que Delia había huido con José. Se emborrachó esa noche y la borrachera -la enfermedad de amor y la tristeza- le duraron hasta el último día de su vida.

Hay una anécdota que apunta a lo que pudo ser una estructura temperamental abandónica. Cierta vez encontró por la calle a Juan Carlos Cobián y lo invitó a su casa.

Allí le mostró un niño que dormía profundamente. ¿Y esto? preguntó Cobián. "Lo encontré abandonado en la calle y lo traje acá, pero no voy a poder cuidarlo y se lo voy a dejar a mi madre", dijo Arolas. Posiblemente el niño abandonado removió fibras heridas que nunca curaron y que quizá alivió transitoriamente el alcohol, el psicoanalista de los pobres.

Al conocer el resultado de la segunda batalla del Marne en la primera guerra mundial, en agosto de 1918, compuso "El Marne", una de sus obras mayores junto con "Derecho Viejo", "Maipo", "Comme il faut" y "La Cachila". De "El Marne" el conjunto uruguayo "La Yunta Trío" hizo una versión reciente muy lograda.

La cultura francesa ejercía entonces sobre nosotros, en particular sobre las clases altas, mucho peso propagandístico. Para los francófilos la dulce Francia fue agredida con frecuencia por el bárbaro teutón.

Con 17 años de edad vividos en la pobreza de un conventillo, trabajando en lo que se ofreciera en el barrio porteño de Barracas, Arolas apareció en 1909 con su bandoneón en el café Royal, en la esquina natal del tango, Suárez y Necochea, en el barrio de la Boca, mencionada por Cadícamo en la letra de "Tres Amigos".

Allí ejecutó un tango ante Francisco Canaro, Samuel Castriota y Vicente Loduca, cuando la actuación del trío en el café había terminado y las puertas se habían cerrado.

Según testigos, cuando terminó la ejecución Loduca le dijo: "Ché, que lindo tanguito, es macanudo, tocalo otra vez", tratando de seguirlo con el bandoneón.

Canaro dudó antes de aceptarlo "¿De dónde lo sacaste, pibe". Y Arolas, con su pinta arrogante y cuidada se limitó a decir que él lo había compuesto y se llamaba "Una noche de garufa". Garufa es la palabra lunfarda para "juerga".

En su primera obra está entero el estilo de Arolas, evidente su talento de compositor. A diferencia de otros artistas que se van agregando capas con el tiempo y la experiencia, o toman desvíos, Arolas se mostró de entrada en posesión de dotes excepcionales, las mismas que expondría en los intensos y pesarosos 15 años de vida que le quedaban.

El camino al éxito que le abrió Canaro tuvo un brusco final poco después, cuando supo que su amada "amiguita" Delia, a la que dedicó el "Tango regalón", había huido con su hermano.
La Cachila
https://youtu.be/kT_EsLRsFPE?si=wEvBXXQ5oVWzUKoW
Conocemos el rostro de Delia López por un dibujo del mismo Arolas en el sobre del disco donde grabó el tango.

Arolas se fue a Montevideo y luego a París, a vivir en pensiones, entregado al alcohol. Como dice Cadícamo, padecía de la "enfermedad de amor y necesitaba el olvido" que no llegó. Nunca regresó a Buenos Aires, a pesar de que hubiera podido.

La letra del tango "Se llamaba Eduardo Arolas" dice:
Con tu bandoneón querido,
Eduardo Arolas te fuiste,
enfermo de amor y triste
en busca de olvido.
No se apartó de tu lado
aquel amor del que huías
y al escapar te seguía
una sombra de mujer.

Y una noche fría de París,
pobre Arolas te morías,
cuarto oscuro de pensión,
una lluvia fina y gris
y la muerte tras cartón.

"No se apartó de tu lado/ aquel amor del que huías/ y al escapar te seguía/ una sombra de mujer". Tampoco se apartó de su lado su talento musical, paralelo a sus frustraciones sentimentales.

El estudioso del lunfardo José Gobelo llamó a Arolas "El Mozart del arrabal", pero más allá de exageraciones y de comparaciones inútiles en este terreno, fue un innovador que hizo obras que suenan modernas un siglo después, cuando el tango dejó de ser popular para ser cultivado por ejecutantes virtuosos en el terreno de la música "clásica".

Sus contemporáneos no lo entendían del todo, pasaban por alto una riqueza que lo fue perfilando después de muerto, expresada en más de 100 obras que todavía son modelos.

Rodolfo Mederos intentó hacerle justicia: "Desde mi ingenua adolescencia musical, los temas de Arolas me parecían superados.

Era como si el pasado no hubiera existido. Sólo servía lo extravagante, desde Piazzolla para acá. Creo que ese fue el pecado que yo y otros cometimos. Ahora, cuando pienso que Arolas compuso La Cachila allá por los años 18 y 19, me parece de un vanguardismo atrevido para la época y mucho más noble, sin pretender descalificar a Piazzolla".

Treinta años después de su muerte, los restos de Arolas fueron repatriados y hoy están en el cementerio de La Chacarita en Buenos Aires junto a los de Tita Merello, Edmundo Rivero, Goyeneche, Discepolín, Eladia Blázquez, Pugliese, Filiberto, Ada Falcón, Homero Manzi, Mercedes Simone, Cadícamo, Contursi, Cátulo Castillo, Julio De Caro...
De la Redacción de AIM.

Eduardo Arolas Tigre del bandoneon Enrique Cadícamo Piazzolla París

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