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Aves que se refugian en las grandes urbes buscando salvarse

Algunas son de reciente colonización y otras se avistan cada vez con más frecuencia. Hay diversos ejemplares de rapaces

Detenerse un instante y contemplar los espacios verdes de Rosario puede venir acompañado de sonidos que rompen la monotonía de los autos y colectivos. La ciudad incorporó nuevas especies de aves que, por diversos motivos, llegan a la ciudad: entre los principales, se encuentra la deforestación, la degradación de los ambientes por la sequía, y los escapes y liberaciones derivados del tráfico de ejemplares. Sin embargo, también hay pájaros desaparecidos por el uso de agroquímicos y por la pérdida de hábitat. Especialistas aseguran que crece la cantidad de personas que se dedican a observar y notificar el avistamiento de las especies en Rosario, aunque por el momento no es posible cuantificarlas.

El fotógrafo y observador de aves Horacio Luna hace 25 años que recorre la provincia registrando especies de todo tipo. Contó que es “todo de hobby” y que eso lo hizo conocer bastante sobre los ejemplares. “A medida que se transforman los ambientes, los incendios hacen que las aves se vayan a la ciudad. No obstante, la abundancia de palomas y cotorras también hizo que muchas (aves) rapaces vivan en la ciudad”, explicó a La Capital.

El observador mencionó entre las especies nuevas de aves y de “reciente colonización en la ciudad” a la torcaza ala blanca (exótica; originaria de Chile, Perú y Ecuador; proveniente de escapes o liberaciones), el carpintero blanco (especie del norte y centro provincial, en expansión territorial favorecida por la deforestación), la cotorra catita chirirí (originaria del norte argentino) y los estorninos pinto y crestado (ambas especies introducidas, con origen en Eurasia y Asia respectivamente, son de valor comercial y pueden provenir de escapes y liberaciones). Luna recordó que al estornino comenzó a registrarlo en la costanera sur de la Ciudad de Buenos Aires en la década de 1990.

Entre las rapaces sobre las que hay avistamientos cada vez más frecuentes citó al gavilán mixto, el taguató, el carancho, el chimango y el halconcito colorado. Sobre ellas, Luna detalló: “Ninguna de las especies de rapaces de la ciudad ha sido introducida. Las grandes ciudades suelen mantener en su interior o en su periferia espacios remanentes de naturaleza nativa o exótica”. Y sumó que los motivos son “el aumento poblacional de palomas y cotorras, que cubren gran parte de sus necesidades alimentarias”.

Por su parte, agregó una docena de otras aves que se ven cada vez con más frecuencia en Rosario: carpinterito barrado, carpintero bataraz chico, chororó, fiofío de pico corto, burlisto pico canela, benteveo rayado, chiví común, zorzal colorado, zorzal chalchalero, pitiayumí, cardenal copete rojo y monterita cabeza negra.

Estas especies, al igual que las rapaces, tampoco fueron introducidas. Y aclaró: “Los motivos (de sus apariciones) son los constantes incendios en las islas, que sin dudas han provocado un desplazamiento masivo de muchas especies de aves forestales, que perdieron grandes extensiones de bosque nativo”.


Desplazamiento de especies

El veterinario y ornitólogo Martín de la Peña, autor de varios libros sobre aves, explicó a este medio que en “casi todas las ciudades están apareciendo nuevas especies” y que esto se acentúa hacia el sur de la provincia. “Especies que, a lo mejor, estaban en el norte o en Chaco ahora las vemos en la zona central, y pájaros que llegaban hasta Santa Fe ahora se los ve por Rosario. Se nota que hay un desplazamiento”, detalló. Y agregó que, si la observación se da más de una vez, se puede considerar que la especie es visitante permanente.

Algunas de las especies que resaltó como nuevas en el departamento Rosario son el chorlito doble collar, el picaflor cometa y el picaflor rubí.

En su libro “Características ecológicas y algunos ambientes que frecuentan las aves argentinas”, de la Peña señaló que el chorlito habita y nidifica en el suelo y que se alimenta de crustáceos, moluscos, insectos e invertebrados. En tanto, sumó: “Los teros y chorlos son aves que en general frecuentan ambientes acuáticos. Frecuentan playas marinas, turbales, orillas de lagunas, pantanos, esteros, bañados, charcos y campos”.

En tanto, los picaflores cometa y rubí se alimentan del néctar de las flores y de insectos, y frecuentan terrenos arbustivos, montes, selvas, campos, jardines y parques.

Además, para la región sur, el investigador señaló que en la zona de Melincué se volvieron más frecuentes los vuelvepiedras y dos especies de flamencos: la parina grande y la parina chica.

De la Peña es oriundo de Esperanza, donde aseguró tener muchas especies identificadas: “El cardenal copete rojo, el chororó, el zorzal colorado y cabecitas negras. Las veo con más frecuencia en la ciudad que hace 10, 15 o 20 años”.

Incluso afirmó que se pueden observar algunas águilas, como la coronada. Esta especie, dijo el especialista, está en peligro de extinción y “se hacen muchos trabajos para conservarla”. A eso, sumó: “Llegaban hasta los departamentos San Cristóbal y San Justo y ahora aparecieron en la zona del río Salado, en el departamento Las Colonias, unos 100 kilómetros al sur”.


Aves desaparecidas

Así como algunas especies llegan, otras desaparecen o su población se encuentra en disminución, sobre todo las que eran frecuentes en zonas periféricas y rurales. Los principales motivos, expuso Luna, son el uso de agroquímicos y la captura para su comercialización. Algunos ejemplos son la monjita blanca, la viudita trinadora, el pecho colorado, el varillero congo, el capuchino garganta café, el misto, la brasita de fuego y la reinamora grande, entre otros. “Otro factor fue y es la pérdida de hábitat del bosque nativo de barranca, debido al avance inmobiliario”, agregó Luna.

Por su parte, De la Peña sostuvo que la sequía afectó mucho la condición de las especies que tuvieron que desplazarse: “Se secaron lagunas y esteros, y las aves acuáticas se fueron de esas zonas. Quedaron sólo aquellas que se pueden desplazar por los ríos grandes, como el Salado o el Paraná; posiblemente, también, el Carcarañá”.

“Hay muchos pájaros que han aparecido en estos últimos años en las ciudades. Los cardenales y chororós quedan afectados por la deforestación de los campos”, explicó.


Sin cuantificación

En tanto, Luna consideró: “Cada vez más gente se dedica a esta actividad. Hay especies que no es que antes no estaban, sino que no se notificaban. Santa Fe es muy grande y en el momento que arrancamos, era muy poco lo que se sabía”.

Consultado sobre si se puede contabilizar la cantidad de especies nuevas, Luna dijo que no y que esto se debe “a la falta de información y a trabajos científicos sobre el tema”. “Este número podría ir en aumento si tenemos en cuenta la gran diversidad de especies que son comercializadas y traficadas. También el aumento de la deforestación y los incendios ha provocado que el número de algunas especies esté en aumento”, aseguró.

Fuente: La Capital

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