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Rosario: Registros de calidad de aire récord en contaminación

Investigadores realizaron un estudio para determinar el impacto en la mortalidad de la población, en un año récord por la cantidad de incendios en el Delta del Paraná.

Los días en los que respirar fue casi imposible parecen haber quedado lejos en la memoria, aunque las partículas residuales de esos eventos en la ciudad, fragmentos microscópicos de flora y fauna quemada, seguirán impactando en la salud de los rosarinos. Esto lo determinó un equipo de investigación, del que la Universidad Nacional de Rosario (UNR) forma parte, en base a ecuaciones desarrolladas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para magnificar el impacto en la mortalidad del humo proveniente de los incendios en las islas que se desarrollaron este año. Los primeros análisis, tomando como referencia el humo sobre la ciudad del 13 de septiembre, arrojaron que habrá un fallecido cada dos o tres días solo por ese hecho, en el año con mayor cantidad de incendios en esta década, así como uno de los peores en cuanto a la calidad del aire de la ciudad.

El material particulado 2,5, conocido como PM2,5, tiene un diámetro igual o menor a 2,5 micrones, unidad que equivale a una milésima de milímetro. Al respecto, la OMS detalló en su sitio oficial que “la materia particulada es un indicador común de la contaminación del aire y afecta a más personas que cualquier otro contaminante. Consiste en una mezcla de partículas sólidas y líquidas de sustancias orgánicas e inorgánicas suspendidas en el aire. Las partículas con un diámetro de 10 micrones o menos (conocidas como PM10) pueden penetrar y alojarse profundamente en los pulmones, aunque las partículas que tienen un diámetro de 2,5 micrones o menos (denominadas PM2,5) resultan aún más dañinas para la salud. Las PM2,5 pueden atravesar la barrera pulmonar y entrar en el sistema sanguíneo”.

El avance de la degradación ambiental llevó a que la OMS revise los estándares de calidad del aire a través de sus niveles guía. Estos indicadores ponen un tope en microgramos por metro cúbico (µg/m3) para establecer cuáles son los valores recomendados para considerar a un ambiente saludable. Los mismos se actualizaron tras 16 años (2005-2021). Para el PM2,5 se redujo el promedio máximo permitido anual de 10 a 5 µg/m3, mientras que el PM10 redujo su promedio máximo permitido anual de 20 a 15 µg/m3. Respecto a las medias diarias, el primer indicador bajó de 25 a 15 µg/m3, mientras que el PM10 cambió de 50 a 45 µg/m3.

El grupo de investigación monitoreó la concentración de estas partículas en dos escenarios: con y sin humo, que depende de la generación de los incendios en el Delta del Paraná y la dirección del viento en esos momentos.

Las dos jornadas en los que se detuvieron los investigadores fueron el lunes 12 y martes 13 de septiembre. El primer día, registraron un máximo de 507 µg/m3 de concentración de PM2,5 a las 10.53. El martes, alrededor de las 7, ese máximo se elevó a 892 µg/m3 y el promedio de ese día se ubicó en 75 µg/m3. Hubo días en los que encontraron que sin olor a humo y sin reducción de visibilidad también se reportaban valores altos.

Muchos de los focos que traían las partículas contaminantes durante la peor etapa de las quemas provenían de incendios que no estaban frente a la costa rosarina. “Detectamos partículas que venían de focos que estaban a la altura de Villa Constitución y San Nicolás”, explicó la investigadora Adriana Ipiña, del Instituto de Física Rosario, dependiente del Conicet y la UNR. Al humo y al fuego que arrasa poco le importan los límites geográficos.

La reforma establecida por la OMS en 2021 respecto a la calidad del aire trajo consigo una metodología en la que a cada valor medio anual se le asocia un riesgo relativo de mortalidad. Esto puede convertir un indicador ambiental en una política pública para disminuir el impacto.

“La OMS te da parámetros para mantener, en tu ciudad, el nivel de calidad del aire. Podés tener el valor que quieras, pero sabés que por cada 10 µg/m3 de más en la media diaria o anual, tenés una determinada cantidad adicional de fallecimientos por causas no accidentales”, detalló a La Capital Jorge Zavatti, licenciado en química y miembro de la Sociedad Iberoamericana de Salud Ambiental (Sibsa).

El investigador indicó que en Rosario fallecen, en promedio, unas 9.000 personas por año. Tras aplicar la fórmula brindada por la OMS y usando como ejemplo un incremento de 10 µg/m3 sobre la media anual máxima permitida (5 µg/m3), explicó que se sumarían unos 700 fallecimientos por contaminación del aire. Si la contaminación es mayor, la cantidad de fallecidos aumentaría.

Zavatti, que trabaja hace 35 años en evaluación de impacto y riesgo ambiental, remarcó que el foco debe ponerse en las medias anuales porque se confeccionan a partir de datos que se deben obtener durante, por lo menos, el 80 por ciento del año y distribuidos de manera equilibrada entre los 12 meses.

En tanto, Ipiña explicó que tomando los valores del 13 de septiembre, cuando se registró una concentración media de PM2,5 de 75 µg/m3, “va a haber un fallecido de manera no accidental cada dos o tres días solo por esa exposición”.

Cuestión de salud pública

En la investigación se concluyó que los picos de concentración de ambos tipos de partículas impactan sobre los casos registrados en guardias por malestar en las vías aéreas superiores, mientras que con el promedio anual se pueden conocer los posibles decesos atribuibles al deterioro ambiental.

“No es solamente tener un pico alto, sino cuánto tiempo están las personas expuestas a esto. De esto depende cómo deteriora la salud e impacta en la mortalidad”, dije Ipiña. Respirar eso no fue ni es gratuito.

El secretario de Salud Pública municipal, Leonardo Caruana, consideró que “el problema del ambiente es un problema de salud pública”: “El extractivismo, el consumo indiscriminado en las épocas que estamos viviendo, trae consecuencias. Perdimos la relación armónica con el ambiente”. Durante este año, hubo un 25 por ciento de aumento en las consultas en efectores públicos por síntomas respiratorios. El incremento se dio, sobre todo, dos o tres días después de las jornadas con mayor concentración de humo en la ciudad.

Caruana dijo que como el problema de fondo no se vincula al sector de la salud, no se asocia el deterioro ambiental con los problemas de salud: “Como muchas de las causas de las enfermedades, la solución se encuentra en el sector salud pero el abordaje preventivo, no”.

“Analizar las causales de enfermedades no puede tapar fenómenos más estructurales, que determinan las formas de enfermar y morir de las poblaciones. Estar en un escenario donde hay quema de humedales y lesión del ambiente es una negación del derecho a la salud. El derecho al aire puro es como el derecho al agua”, agregó.

Récord de incendios y contaminación

El grupo de investigación no solo analizó la incidencia de la contaminación ambiental por el humo respecto de los fallecimientos, sino que también contabilizó los focos de incendios en el Delta del Paraná a través de imágenes satelitales.

El 2022 quedará en la historia como el año en el que más focos de incendios se detectaron en los humedales, en la zona que va desde Granadero Baigorria hasta San Nicolás. “Primero detectamos un récord de incendios en 2020, pero con los últimos análisis, del fin de semana pasado, registramos una nueva marca que supera a la del 2020”, comentó Ipiña. Los incendios, además, son los más grandes de los últimos diez años.

Para Ipiña, este fue el año más contaminado de la última década: “Tenemos datos satelitales de una década atrás y lo confirmo con las mediciones que hicimos. Vivo acá desde 2007 y nunca vi que el impacto de las quemas fuera de esta magnitud”.

El cambio de escenario es clave, ya que las quemas en las islas, que algunos sectores encuadran como “práctica ancestral”, no tienen las mismas condiciones para realizarse como hace décadas sin que el perjuicio sea mayor.

La investigadora consideró: “Hay que repensar esto con la realidad del cambio climático. No podemos hacer las mismas prácticas de hace 100 años frente a los nuevos retos ambientales. Estamos enfrentándonos a un escenario totalmente distinto”.

“La ONU establece que respirar aire limpio es un derecho humano. Sin eso, no podemos gozar de buena salud”, concluyó.

Fuente: La Capital

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