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Política
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La guerra terminó; la matanza, no

La agroquímica y el uso creciente de venenos para tratar los cultivos no es resultado de la evolución de la agricultura sino de la primera y de la segunda guerras mundiales. Después de la primera, que terminó en 1918, surgieron los abonos nitrogenados sintéticos solubles, porque ante la imposibilidad de acceder al nitro de Chile, los químicos alemanes fijaron el nitrógeno del aire por el procedimiento Haber- Bosch.




Después de la segunda guerra, terminada en 1945, químicos del ejército estadounidense elaboraron sustancias que pudieran arruinar las cosechas del enemigo arrojadas desde aviones.

Cuando estalló la primera bomba atómica en Hiroshima, iba de viaje al Japón un barco norteamericano con venenos suficientes para destruir un tercio de las cosechas japonesas, producto del tesón, la ciencia y la inventiva de los químicos militares.

Pero los venenos no quedaron sin uso. Con otros nombres, como "agente naranja" destruyeron decenas de millares de kilómetros cuadrados de bosque y de cosechas en Vietnam.

No desperdiciar

El esfuerzo bélico no se podía desperdiciar, bastante caro había costado. Se inventó el uso pacifico de la energía nuclear por un lado, y por otro, los laboratorios ofrecieron sus venenos a la agricultura, tratados publicitariamente como inocentes herbicidas.

Las potencias que habían participado en la guerra tenían almacenadas grandes cantidades de venenos fosforados, que no alcanzaron a usar contra los enemigos; pero los usaron en la paz recordando que si eran capaces de matar gente, bien podían matar insectos. Tuvimos entonces los insecticidas del grupo parathion.

La muerte baja del cielo

El DDT nunca fue arma de guerra, pero sin la guerra no hubiera sido remedio eficaz para el paludismo que sufrían los soldados estadounidenses en el Pacífico.

Se aplicaba desde aviones a ciudades enteras, para dar "salida" a un producto que el fin de la guerra dejó sin uso. La población se vio envuelta sin saberlo ni quererlo en espesas nubes de DDT y el veneno quedó en los huesos hasta la muerte y después también El negocio de los pesticidas es desde entonces uno de los más rentables, tanto como el de las drogas.

Los mismos grandes complejos industriales que indujeron a los agricultores a que desequilibrar o destruir la microvida del suelo con las sales solubles concentradas que son los abonos minerales sintéticos, ofrecieron los remedios para curar los síntomas de los desequilibrios. Estos remedios causan nuevos estragos y desequilibios, nuevos "remedios" son ofrecidos y así continúa la cadena.

El camino era fácil. Quien va en caída libre avanza cada vez más rápido pero con la perspectiva segura de estrellarse. El camino era prometedor, pero suicida.

La destrucción de la microvida del suelo por el abandono de la fertilización orgánica y la alimentación directa de la planta con sales solubles deriva en aumento de la susceptilidad a las plagas y enfermedades. Surgen entonces los insecticidas, acaricidas, nematicidas, fungicidas y otros biocidas.

Estos, a su vez, llevados al suelo por la lluvia, contribuyen a una destrucción aún mayor de la microvida. Los organismos mayores del suelo, como las lombrices, tal vez el mejor aliado del agricultor pueda tener, desaparecen por completo

El envenenamiento se trata con más veneno

Para combatir las enfermedades causadas por el envenenamiento generalizado del ambiente y del alimento, las mismas grandes fábricas ofrecen los medicamentos, cada vez más caros, hasta que la agricultura se vuelve un apéndice de la gran industria química y de maquinaria.

La industria química impuso su paradigma en la agricultura, en la investigación y en el fomento agrícola y dominó las escuelas de agronomía. Su pensamiento es reduccionista: una visión que acaba destruyendo los equilibrios que mantendrían sana a la agricultura.

La plaga y las enfermedades de las plantas son presentadas como enemigos arbitrarios, implacables, ciegos, que atacan cuando menos se espera y que deben ser exterminados o, cuando esto es imposible, ser combatidos de la forma mas violenta y fácil posible.

El campesino tradicional y el agricultor orgánico moderno saben que la plaga es síntoma, no causa del problema. Con un manejo adecuado del suelo, fertilización orgánica, fertilización mineral insoluble, abono verde, cultivos mixtos, rotación, cultivares resistentes y otras medidas que fortalecen las plantas, se mantiene baja la incidencia de plagas.

Poco a poco, la agricultura, que debería ser factor de salud del hombre, se ha convertido en uno de los principales factores de contaminación.

La manzana embrujada

El lego ve el humo que sale de las chimeneas de los escapes de los automóviles, ve la suciedad lanzada a los ríos. Pero, cuando compra una linda manzana en la frutería de la esquina, no sabe que recibió más de treinta baños de veneno en los frutales y, cuando entró en el frigorífico, fue inmersa en un caldo de otro veneno más. Algunos de los venenos son sistémicos: penetran y circulan en la savia de la planta para alcanzar mejor a los insectos que se alimentan chupándola. No sirve lavar la fruta.

Está claro que la industria química sabe que está jugando con fuego, y la población empieza a preocuparse. Para calmar al público asustado y para protegerse a sí misma de posibles problemas, complementa su paradigma de uso de los venenos con conceptos pseudocientíficos y jurídicos.

Un poco de veneno cada día, mucho al final

Proponer una ingestión diaria admisible para venenos como los agrotóxicos clorados, fosforados, los carbamatos, los mercuriales, las triazinas, los derivados del ácido fenoxiacético ya es mas que temeridad: es cinismo.

Pero tiene sentido para la industria química. Es una especie de seguro para ellos En las concentraciones propuestas, se vuelve imposible probar la relación causa/efecto.

Si alguien estuviera muriendo de cáncer porque ingirió durante años cantidades muy pequeñas de una sustancia cancerígena, o cuando otro sufre de enfermedades infecciosas porque está con el sistema inmunológico destruido por carbamatos, se vuelve imposible probar que la culpa es del agrotóxico. Los altos ejecutivos de la industria química duermen tranquilos. En los casos en que se verifican residuos que sobrepasan las dosis supuestamente aceptables, ellos siempre le echan la culpa al agricultor.

La industria química, y no solo en el campo de los agrotóxicos, insiste en que tiene el derecho de introducir en el ambiente cualquier sustancia que descubra, mientras que no esté probado que hay peligro. Pero no busca la prueba sino combate a los que la buscan En vez de continuar haciendo buenos negocios mientras la sociedad no sea capaz de probar los peligros, la industria debería, antes de obtener un permiso para vender, probar que dicho peligro no existe.

Nos mata el progreso

En la práctica agrícola, en el campo, lo que hoy sucede es uno de los mayores escándalos de la sociedad industrial moderna. Nunca tantos venenos, venenos tan fulminantes unos, tan persistentes otros, o fulminantes y persistentes al mismo tiempo, fueron colocados en manos de tanta gente tan inexperta para usarlos.

La mayoría de los agricultores no tenía y sigue sin tener noción de los peligros que enfrenta con los agrotóxicos.

Especialmente grave es la situación de los jornaleros en los latifundios, cuya única alternativa, en general, es elegir entre morir de hambre o morir envenenado.

La industria acostumbra defenderse con el argumento del "uso adecuado" o "correcto" e insiste en que todos los problemas que se constatan se deben siempre al "mal uso". La culpa está siempre con la víctima. Cuando los problemas se agravan y se multiplican, ella, a veces, promueve cursillos o campañas de "uso correcto de los defensivos". Para esto busca siempre involucrar a la administración pública - Agricultura o Salud - para librarse de la responsabilidad y de parte de los costos.

Pero sigue manipulando al agricultor y también a las amas de casa en el caso de los venenos contra cucarachas, con publicidad insidiosa y deformativa, que no alerta para los peligros y promueve el uso innecesario y hasta perjudicial. Jamás esclarece sobre las alternativas no tóxicas. Muy por el contrario, combate a los que promueven la agricultura orgánica.

De la Redacción de AIM.

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