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Política
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Tiempos revueltos

Delincuencia, moneda corriente en cuarentena.
Delincuencia, moneda corriente en cuarentena.

La cuarentena inacabable con intención de "aplanar la curva" de contagios de Covid 19 tiene fundamentos discutibles y consecuencias dudosas; pero al margen de ella se está produciendo un recrudecimiento de delitos violentos.


Al comienzo de la cuarentena, el número de delitos mermó según datos oficiales, porque al parecer incluso los criminales trataban de eludir el "bicho". Pero han vuelto a pleno a la calle, tanto como los que no piensan en delinquir pero están dispuestos a desafiar las prohibiciones y los castigos legales porque si siguen encerrados no trabajan ni aportan nada al estómago.

Está recrudeciendo el delito sobre todo en las grandes aglomeraciones urbanas, donde el número de infectados es mayor. Se trata solo del renacimiento de una epidemia delictiva que azota la Argentina desde hace décadas, que hace a los viejos recordar con nostalgia los tiempos en que se podía tomar fresco en la vereda mientras los chicos jugaban en la calle.


Violencia pestífera
Al principio de la cuarentena, que encerró por primera vez en la historia a los sanos y no a los enfermos, la advertencia era sobre la violencia familiar y de género, que se exacerbaba debido a la inquietud que genera el encierro. Pero ya la violencia volvió multiplicada a las calles.

Los delincuentes se ven favorecidos porque la policía está en parte ocupada en montar y mantener retenes donde controlar que los que circulan estén exceptuados de cumplir la cuarentena y tengan sus papeles en orden.

La interventora del Servicio Penitenciario Federal, la exjueza María Laura Garrigós de Rébori, dijo sin vueltas que el día que salgamos de la cuarentena "es posible que tengamos un pico de delitos contra la propiedad". Los delincuentes no la escucharon: no esperaron la salida de la pandemia o creyeron que la funcionaria se refería a la salida de ellos a la calle para cosechar lo que se pueda.


Lo que pasa en la calle
Como siempre, las autoridades encargadas de la seguridad pública como mandan las leyes, miran para otro lado y se transforman en comentaristas del delito y se limitan a hacer recomendaciones a los que debieran proteger o incluso a depositar culpas sobre ellos.

En estos momentos, los ciudadanos se están armando para defenderse, están poniendo en sus casas y sus negocios mensajes dirigidos directamente a los delincuentes y admiten que no denuncian los delitos a la policía porque es inútil.

La creciente inseguridad que padece todo el país retoma lo que comenzó como denuncias de corrupción policial y "zonas liberadas", la aparente indiferencia oficial y el garantismo de los jueces, y amenaza con organizaciones populares para hacer justicia por mano propia.

El estado de ánimo de la gente es el de un entrevistado por la televisión porteña: "si la justicia, las leyes y la policía no me defienden, me tendré que defender yo como pueda".

Esta idea implica tomar para sí una porción de la fuerza que es monopolio del Estado, en el fondo es la reaparición de una idea feudal. Si esta idea surgen en algunas mentes es porque el Estado ha renunciado a su monopolio en la perspectiva de los ciudadanos.

Delito de adultos
Según la vieja expresión de la viveza criolla "hecha la ley, hecha la trampa", los delincuentes supieron que podían usar menores, incluso niños, para delinquir, y organizaron bandas juveniles que trabajaban en provecho de ellos y que no eran punibles.

Hace varios años, dos niños de unos 10 años sacaron de un supermercado en Inglaterra a un niño de dos años que estaba con su madre y lo mataron a pedradas en las vías férreas que pasaban cerca. El delito se probó porque en gran parte quedó filmado por las cámaras de TV del supermercado.

Si bien eran niños de 10 años, inimputables según la ley argentina, y no podía suponerse que tenían ningún adulto que indujera el crimen detrás de ellos, fueron condenados. El criterio de la justicia inglesa fue diametralmente opuesto al de la argentina: son menores, pero cometieron un delito de mayores, y deben ser considerados entonces como mayores. A delito de mayor, condena de mayor, a delito de menor, condena de menor.

Después de la caída en medio de una crisis terminal del gobierno de Fernando de la Rúa, el presidente provisional, Eduardo Duhalde, dijo en una entrevista: " "no hay Estado", aunque él mismo fue vicepresidente de Carlos Menem, al que se puede atribuir la destrucción neoliberal intencional del Estado.

Mi verdad, mi justicia
La formación de grupos de ciudadanos que tomen la justicia en sus manos no es recomendable, pero parece una derivación natural de un estado de cosas cada vez menos tolerable, muy agravado ahora por la cuarentena con que se intenta conjurar la peste.

La inseguridad extrema, que era la normalidad en Colombia, en Brasil o México, vinculada siempre a la drogadicción, ha llegado a la Argentina.

El monstruo ya se pasea entre nosotros. Hace años las autoridades nacionales y provinciales atribuían la preocupación por el delito a los medios de prensa, que al repetir la información de un crimen 300 veces lo convertían en 300 crímenes. Sin embargo, hay barrios enteros en el Gran Buenos Aires donde todos los vecinos han sido asaltados por lo menos una vez y ahora vuelven los funcionarios a hablar de reiteración por la prensa de informaciones sobre delitos como causa de temor. Es una confesión quizá inconsciente del método usado para generar temor ante la peste: repetir sin cansancio.
De la Redacción de AIM.

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