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Política
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Una elección clave que reconfigura el mapa político del país

Más de 35 millones de personas están habilitadas este domingo para decidir quién será el próximo presidente de la Nación. Si será Sergio Massa o Javier Milei. Unión por la Patria (UP) o La Libertad Avanza (LLA). Será el segundo balotaje de la historia electoral argentina, después del que protagonizaron en 2015 Mauricio Macri y Daniel Scioli.

Un escenario el de ahora que tiene semejanzas, pero también profundas diferencias con aquel. Hace ocho años, el surgimiento de Cambiemos interpelaba también el enojo de buena parte de la sociedad contra la clase política, pero se expresaba, fundamentalmente, contra un gobierno que llevaba el lógico desgaste de doce años de gestión.

Desde allí, ese enojo creció. El cambio que prometió Macri no se cumplió. También fracasó Alberto Fernández en su intento de corregir los errores de sus antecesores. El Presidente termina su mandato insólitamente alejado de la gestión, de la campaña y hasta de la exposición mínima. Es que los indicadores fueron de mal en peor: pobreza, indigencia, inflación. De allí surgió Javier Milei con su prédica “anti casta”, un exponente que toca el nervio sensible del espanto social ante la politiquería. Desde allí, y con una estética novedosa, propone soluciones extremas para erradicar lo que entiende como los males que llevaron a la debacle. Los privados en reemplazo del Estado, el ajuste del gasto, el fin de la moneda nacional, nuevas formas de relaciones laborales y comerciales. Incluso, trastoca parte del pacto social y democrático vigente, con rediscusiones en torno a la dictadura cívico militar que parecían saldadas y hasta polémicas propuestas ligadas a un mercado de venta de órganos. La motosierra como símbolo.

Massa intenta contraponerse como un dirigente moderado, productivista, que otorga mayor peso al Estado para regular las relaciones comerciales y sociales. También convocó a un gobierno de unidad con dirigentes de otros espacios políticos. Intenta despegarse del gobierno del que forma parte en un rol protagónico: es el ministro de Economía de un país campeón en inflación, que tiene altos índices de pobreza y con dificultades cambiarias permanentes, con sus consecuencias no deseadas. En rigor, se aleja, ante todo -al menos en el tramo último de campaña-, del kirchnerismo al que buscan combatir sus adversarios. Una invocación necesaria pero llena de matices.

Repartos

La foto de partida es el resultado de las elecciones generales de octubre, cuando Massa revirtió el resultado de las PASO y terminó en primer lugar con 36,7 por ciento contra un 30 por ciento de Milei. En el camino quedaron Patricia Bullrich (23,8 por ciento) de Juntos por el Cambio (JxC), Juan Schiaretti (6,8 por ciento) de Hacemos por Nuestro País (HxNP) y Myriam Bregman (2,7 por ciento) del FIT. El reparto de los votos “huérfanos” con sus lógicas geográficas y de nuevas alianzas serán las claves de la elección.

Las encuestas, a esta altura poco creíbles, dieron resultados dispares, aunque amaga un escenario de paridad. De voto a voto, dicen incluso en ambos cuarteles, con un final abierto. Tan abierto que hay quienes especulan con un potencial empate técnico que dejaría la definición para el escrutinio definitivo, que comenzará recién el martes. Como anticipó Ámbito, una diferencia por menos de 400 mil votos obligaría a ese recuento, ya que el escrutinio provisorio suele orillar el 98 por ciento de las mesas totales, con ese gap por contabilizar.

Esa posibilidad podría ser además perjudicial para todo el sistema si los libertarios avanzan con las preocupantes denuncias de fraudes con las que preparan el terreno para desconocer una potencial victoria de Massa. La Justicia Electoral sigue realizando advertencias que ayer pasaron a citaciones a los apoderados del partido para evitar un desmadre como los que ocurrieron con bolsonaristas y trumpistas en Brasil y Estados Unidos, respectivamente, alentados por los dirigentes en los que se refleja Milei.

También habrá que observar el nivel de participación. Con dos candidatos que generan dudas en buena parte del electorado y con un feriado este lunes que tienta a muchos a escaparse a lugares turísticos, podrán acudir a las urnas menos del 77 por ciento del padrón que concurrió en octubre.

Nuevas alianzas

El tercer lugar de Bullrich en las generales hizo detonar a Juntos por el Cambio el día después de las elecciones. Esa salida hizo reconfigurar todo el arco opositor y esas nuevas alianzas tendrán su debut el domingo.

Lo más trascendente de esa diáspora fue el pacto Macri-Milei, el principio del estallido, que le aporta al libertario el voto antiperonista duro del expresidente, aunque generó cortocircuitos en LLA. Encontronazos por voceros, fututos equipos y hasta desconfianza mutua entre fiscales de ambos bandos. La jefatura de la campaña también fue otro punto de tensión.

El acuerdo de Acassuso fue además la excusa definitiva para que radicales y el ala blanda del PRO encabezada por Horacio Rodríguez Larreta echaran a Macri de la jefatura de JxC. Se declararon neutrales por obligación en algunos casos, al igual que la Coalición Cívica de Elisa Carrió, tercer socio fundador del exespacio opositor. El radicalismo más alejado del fuego directamente se inclinó por Massa. Resta saber cómo caerán en el reparto lo casi 24 puntos de Bullrich tras esos movimientos.

Por lo pronto, la conformación futura de ese espacio es una incógnita. Sobrevive un atisbo de unidad en la flamante liga de gobernadores de diez miembros y en la isla blindada de la Ciudad de Buenos Aires. El Congreso será un modelo para armar, y dependerá del resultado del balotaje.

Si bien los gobernadores de JxC intentan mantener el bloque como salvaguarda de JxC, nadie puede afirmar que no se diluirán en caso de que gane Massa. Dirigentes con origen PJ o mandatarios de buen vínculo con Massa podrán migrar a un provincialismo ameno.

En tanto, entre los peronistas, atizan a la militancia de cara al domingo. Fueron claves los norteños en las PASO. Las dudas están ahora entre aquellos que perdieron en sus provincias y no ponen nada en juego ahora, ya que en octubre tenían los cargos legislativos como sortija para acelerar. Massa, además, logró cosechar el aval de los provincialismos de Juntos Somos Río Negro, el MPN o el Frente Renovador de la Concordia misionero. Señales de cara a la unidad ante mandatarios que no obstante transpiran de temor por la continuidad de la obra pública y los repartos de coparticipación que amenaza con dinamitar Milei. Aportarán a UP fiscales, además, en zonas donde no llegan los libertarios.

Así como JxC tendrá su reconfiguración, lo mismo ocurrirá en el peronismo. Si gana Massa, será bajo su jefatura, acompañado por otros de los triunfadores: Axel Kicillof, también desgastado por La Cámpora en la previa. Otros victoriosos fueron el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, o el gobernador tucumano Juan Manzur, movilizador de la tropa norteña en octubre. Si Massa pierde será otra historia.

Región Centro

En ese reparto de apoyos el mayor tironeo se da en Córdoba: mientras que Schiaretti no dejó de propinar críticas a Massa, su entorno y parte de su partido expresaron su apoyo al ministro de Economía. Natalia de la Sota, intendentes y buena parte del peronismo federal. Más esquivo fue el gobernador electo Martín Llaryora. Las miradas apuntarán allí el domingo, dado que la Región Centro se convirtió en la llave del balotaje.

Schiaretti sacó en Córdoba un 29 por ciento, 665 mil votos, contra el 32 por ciento de Milei. Allí Massa terminó con un magro 14 por ciento. Cuarto cómodo. Por eso, para el candidato de UP seducir a los cordobeses fue central, y en ese distrito estuvo hace una semana. Los dirigentes provinciales buscan asegurar, más que nada, su propia gobernabilidad después de diciembre. Pero eso no impacta en el votante de a pie.

En esa línea, no fue casual que Milei haya elegido cerrar su campaña en Córdoba (ver página 16) y que antes haya pasado por Santa Fe, por la convulsionada Rosario. En esa ciudad Massa ganó en las generales. Allí, además, es fuerte el socialismo, que se volcó a su candidatura pese a que en la provincia es parte del frente con la UCR y el PRO que empezará a gobernar en diciembre.

La captación de indecisos también tuvo otros rounds. En la diaria, Massa interpeló a jubilados, estudiantes, excombatientes, fuerzas armadas, productores regionales. Un hecho que volvió a registrarse ayer en el final con tono intimista: así como en las generales fue una fábrica, ayer fue con estudiantes (ver página 16), alejado de la clase política. Milei, por su parte, aflojó con la motosierra, aplicó el discurso macrista del cambio (hurtado a JxC) e intentó moderar sus propuestas. Incluso llegó a desdecirse.

El debate del domingo pasado fue otra pulseada. Aunque Massa dominó la batalla discursiva paseando a Milei por temas y tiempos a su antojo, e incluso lo obligó a cometer errores no forzados como la defensa de Thatcher, a ciencia cierta los estudios marcan que los debates no convencen a los neutrales. Habrá que ver si es cierto.

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