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Uzín Olleros: “La crisis de representación tiene que ver con la ausencia de nosotros como ciudadanos”

Entre el murmullo, como en una plaza, algunos escuchaban atentamente para seguir el debate y otros observaban de tanto en tanto a Uzín Olleros en una nueva jornada de Filosofía en Happy Hour en Russel Beer Pub. // AIM
Entre el murmullo, como en una plaza, algunos escuchaban atentamente para seguir el debate y otros observaban de tanto en tanto a Uzín Olleros en una nueva jornada de Filosofía en Happy Hour en Russel Beer Pub. // AIM

La filósofa, docente y ensayista Angelina Uzín Olleros aseguró que la representación “es un gran problema, ya que cuando uno es representado está ausente”,  pero afirmó que ese diagnóstico se puede cambiar participando,  registró AIM.

Entre el murmullo, como en una plaza, algunos escuchaban atentamente para seguir el debate y otros observaban de tanto en tanto a Uzín Olleros en una nueva jornada de Filosofía en Happy Hour en Russel Beer Pub.

La ponencia de la profesora  fue muy didáctica y se dividió en dos tramos: un repaso del contexto de surgimiento de los derechos humanos; y, por otro lado, un diagnóstico y perspectiva del contexto de aplicación en lo que algunos llaman posmodernidad.

Al escuchar a Uzín Olleros se dispara un escenario distópico ante el  impacto de la razón instrumental, la cosificación del sujeto y la mercantilización de las relaciones sociales en una época contra-revolucionaria.

“Nos hace falta un debate de ideas con argumentos y conocimientos, para comenzar a plantear lo qué nos pasa, lo que quisiéramos que nos pase como sociedad y cómo imaginamos el futuro y cómo ésto se puede dar vuelta”, dijo la profesora de Filosofía, quien explicó que estos disparadores son necesarios hoy más que nunca ya que “no estamos en un momento donde se plantea lo moderno o lo nuevo como en el siglo XVII sino que se nos plantea lo denominado como ‘posmoderndiad’, que tiene como argumento la idea de que ‘no hay nada que decir’, es decir, estamos en una época contra-revolucionaria”.  En la revolución “se piensa en el hombre nuevo y en la contra-revolución se dice que no hay nada nuevo, miramos la historia, los restos de lo que quedó y vemos qué hacemos con eso…” .

El discurso de la posmodernidad “mueve a la resignación, a la paralización, al individualismo. Se rompe el lazo social, la comunidad y cada uno se salva como puede hasta que llega el momento en que nadie se salva”. La dolorosa advertencia torna urgente comenzar a involucrarse y romper la lógica que trata a los ciudadanos como consumidores: “Hay que comenzar a construir y pensar qué nos pasa, por qué nos pasa y qué podemos hacer para revertir esa situación”.

En ese marco, la  representación se presenta como “un gran problema, ya que cuando uno es representado está ausente y la ausencia de la representación hace que nos desliguemos, cada vez más, del contexto de aplicación de los derechos”.

Los derechos humanos como una política de Estado significa que el sujeto no es cliente sino ciudadano: “La educción, la salud, la vivienda y el trabajo no son un gasto ni una inversión, son derechos pero, lamentablemente, el discurso político se fue perfilando hacia el económico y  muchos de los que hoy gobiernan no dicen ‘ciudadanos’ y ‘ciudadanas’ hablan de ‘la gente’, que es un concepto impersonal que no se asume como un sujeto de derechos, ético, sino que es alguien que consume y lo que nos diferencia es lo qué podemos consumir (qué calidad de educación, ropa, autos…), y esto es lo que se denominó en la década del ’90 políticas clientelares, porque para el sistema no somos sujetos de derechos sino clientes”.

Al respecto, la docente universitaria y ensayista dejó traslucir que la apatía generada por esta idea pronuncia la crisis de representación: “Al estar representados estamos ausentes. Hoy en el contexto de aplicación de los derechos (como el conjunto de Leyes que organizan y garantizan derechos humanos, sociales y económicos) tenemos que preguntarnos qué grado  de participación tenemos en el lugar donde vivimos”.

Para la pensadora, hay que comenzar a indagar “qué importancia puede tener nuestra voz, reclamo y visión en el momento actual”.  En ese sentido, cuestionó la enajenación del sujeto del Estado y de las Leyes: “Esa crisis de representación tiene que ver con la ausencia de nosotros como ciudadanos, ya que muchos simplemente van al cuarto oscuro ponen un voto y, después, dejan en mano de los que nos representan decidan”

“Se deposita la responsabilidad en otro que no me ve, considera o trata como ciudadano y esto lo podemos invertir y preguntarnos qué hago yo como ciudadano”, remarcó.

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